martes, 17 de septiembre de 2019

San Alberto de Jerusalén (17 de septiembre)


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"Hoy se celebra la fiesta de san Alberto de Jerusalén, que escribió la regla que hasta el presente inspira la vida de toda la familia carmelitana (religiosos, religiosas y seglares). 

La Regla Carmelitana es la más breve entre las Reglas religiosas de la Iglesia. Consiste, casi exclusivamente, en una sabia concatenación de citas de la Biblia. Se centra más en la justificación espiritual de la vocación carmelitana y en los medios necesarios para desarrollarla, que en las normas legales que deben regular las relaciones de un grupo concreto.

En ella se recoge la motivación que debe guiar la vida de los consagrados y de todos los cristianos: «vivir en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia» (n. 2), meditando día y noche en su palabra, a no ser que estén ocupados en otras actividades legítimas.

Este es el ideal que presenta nuestra Regla y que los carmelitas deseamos poner en práctica también hoy, ochocientos años después de su promulgación". Padre Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Los místicos y la «resiliencia».

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"Santa Teresa de Jesús (de Ávila), san Juan de la Cruz y santa Teresita del Niño Jesús (de Lisieux) tuvieron muchas dificultades y sufrieron incomprensiones de todo tipo. A pesar de todo, nunca perdieron el buen humor y enfrentaron con paz y serenidad todas las contradicciones, superándolas.
Las dificultades no hay que buscarlas, ya que llegan por sí mismas. Algunas las podemos enfrentar para eliminarlas, pero otras permanecen, aunque no queramos. Si las enfrentamos con la actitud correcta, podemos crecer y madurar. En palabras de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz: se nos abre la puerta para poder entrar en la vida mística. En caso contrario, las dificultades bloquean el proceso de crecimiento e incluso incapacitan para llevar una vida normal.
A esta actitud de acogida pacífica de las contrariedades de la vida para superar los traumas y aprender de todo, «haciendo de la necesidad, virtud» (en palabras de santa Teresa), hoy se la llama «resiliencia», que es «la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas».
Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz no usan esa terminología, pero ambos decían que, para vencer un vicio, no hay que estar todo el día dando vueltas a cómo conseguirlo, sino ocuparse en practicar la virtud contraria, «para vencer ese amor con otro amor mayor y mejor» (cfr. 1S 14,2).
Ambos recomiendan la misma actitud para vencer las dificultades y contradicciones: no permitir que nos ahoguen, sino ocupar el pensamiento y las energías en potenciar las actitudes contrarias, para poder superarlas. Esto es la «resiliencia»: la capacidad para adaptarse y superar la adversidad no deteniéndonos en lo negativo de la vida, sino potenciando lo positivo.
En este camino es esencial «dejar nuestra razón y temores en sus manos [del Señor]» (cfr. 3M 2,8), «dejarnos a nosotras mismas» (cfr. 3M 2,9) o, por decirlo con san Juan de la Cruz, «salir de nosotros mismos». Esto significa «des-centrarnos», comprender que no somos el centro del universo, ni siquiera autosuficientes, ya que nunca nos bastamos a nosotros mismos, sino que necesitamos de los demás y –sobre todo– de Dios. Así lo expresa san Juan de la Cruz: «Salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo de entender, y de mi flaca suerte de amar, y de mi pobre y escasa manera de gustar de Dios» (2N 4,1).
Para los místicos, la vida verdaderamente humana es «éxtasis», que literalmente significa «salir de sí». Pero no entendiéndolo como una experiencia momentánea, sino como un camino que dura toda la vida, poniendo en práctica una enseñanza fundamental del evangelio: «El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la ganará» (Lc 17,33 y paralelos).
Esto consiste en no ser egoísta, sino generoso; en no pensar solo en mis cosas, en mi comodidad, sino en buscar el bien del otro, hasta dar la vida. Esto significa «salir de sí mismo»: no buscarme a mí mismo, pensar en los demás, darme por amor.
En este punto, la doctrina de santa Teresa de Lisieux coincide con la de sus santos Padres. Ella vivió su «conversión» a los catorce años, cuando recibió «la gracia de Navidad», que le permitió pasar de la infancia a la madurez humana y espiritual. Santa Teresita explica que esa gracia consistió en que comprendió que la caridad consiste en salir de sí misma, en olvidarse de sus cosas para amar a los demás sin esperar nada a cambio: «El 25 de diciembre de 1886 recibí la gracia de salir de la niñez. Sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz!» (Manuscrito a, 45rº).
Aunque el lenguaje sea distinto, las ideas de santa Teresa de Ávila en las terceras moradas, son las que propone Karl Paul Reinhold Niebuhr en su conocida «Oración por la serenidad», que dice así: «Padre, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia. Viviendo día a día; disfrutando de cada momento; sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz; aceptando este mundo impuro tal cual es y no como yo creo que debería ser, tal y como hizo Jesús en la tierra, confiando en que tú obrarás siempre el bien; así, entregándome a tu voluntad, podré ser razonablemente feliz en esta vida y alcanzar la felicidad suprema a tu lado en la próxima. Amén»". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

jueves, 5 de septiembre de 2019

5 de septiembre, madre Teresa de Calcuta.

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"Hoy se celebra la fiesta de la madre Teresa de Calcuta. Para conocerla mejor, les ofrezco algunos pensamientos y oraciones de la fundadora de las misioneras de la caridad.


Sé bien y lo saben cada una de mis hermanas, que lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero si la gota le faltase, el océano carecería de algo.

Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor.

La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría alrededor nuestro precisamos que toda familia viva feliz.

No basta con que digamos: Yo amo a Dios pero no amo a mi prójimo. San Juan dice que somos mentirosos si afirmamos que amamos a Dios y no amamos a nuestro prójimo. Es muy importante para nosotros darse cuenta de que el amor para que sea auténtico tiene que doler.

¿Cuál es el día más bello? Hoy 
¿El obstáculo mas grande? El miedo 
¿La raíz de todos los males? El egoísmo 
¿La peor derrota? El desaliento 
¿La primera necesidad? Comunicarse 
¿El misterio más grande? La muerte 
¿La persona más peligrosa? La mentirosa 
¿El regalo más bello? El perdón 
¿La ruta mas rápida? El camino correcto 
¿El resguardo más eficaz? La sonrisa 
¿La mayor satisfacción? El deber cumplido 
¿Las personas más necesitadas? Los padres 
¿ La cosa mas fácil? Equivocarse 
¿El error mayor? Abandonarse 
¿La distracción más bella? El trabajo 
¿Los mejores profesores? Los niños 
¿Lo que más hace feliz? Ser útil a los demás 
¿El peor defecto? El malhumor 
¿El sentimiento más ruin? El rencor 
¿Lo más imprescindible? El hogar 
¿La sensación más grata? La paz interior 
¿El mejor remedio? El optimismo 
¿La fuerza más potente del mundo? La fe 
¿La cosa más bellas de todo? El amor". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.


https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com/2012/09/pensamientos-de-la-madre-teresa-de.html

domingo, 1 de septiembre de 2019

Domingo 22 del tiempo ordinario.

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"La primera lectura del domingo 22 del tiempo ordinario, ciclo c, invita a proceder con humildad en la vida. De lo mismo habla Jesús, que denuncia nuestros deseos de ser tenidos en cuenta y respetados, de buscar primeros puestos y otras vanidades. Todo lo contrario que el Hijo del Hombre, que "se despojó de su rango, pasando por uno de tantos" y que "no vino a ser servido, sino a servir".
La humildad no consiste en autodespreciarse diciendo: "no valgo nada, soy una basura" o cosas similares. Santa Teresa de Jesús decía que "la humildad es andar en verdad" (6M 10,7). Ni más, ni menos: reconocer sencillamente las propias capacidades como recibidas de Dios y también aceptar con sencillez las propias limitaciones sin amargarse por ello.
Nadie ha explicado esta intuición de santa Teresa como san Juan de la Cruz que, hablando con Cristo, le dice:
No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.

En la antigüedad ser moreno era sinónimo de ser pobre (trabajar al aire abierto, que quemaba la piel). Así lo encontramos en el Cantar de los Cantares, en el que la esposa se lamenta de que ha tenido que cuidar los rebaños de sus hermanos y no ha podido cuidarse a sí misma, por lo que es morena, aunque conserva rastros de su hermosura marchitada.
San Juan dice que todos somos morenos ante Dios: pobres, sin méritos, necesitados de su misericordia. Pero es su mirada de amor la que nos embellece y nos dignifica.
Esto es la humildad: reconocer que nuestras obras no valen nada ante Dios, pero también que hemos recibido gracia y hermosura de su mirada amorosa... El Señor nos conceda la verdadera humildad. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.