jueves, 26 de abril de 2018
miércoles, 25 de abril de 2018
"Marcos no fue directamente discípulo de Jesús, porque era un niño cuando Él murió; pero seguramente le conoció, porque la comunidad primitiva se reunía en Jerusalén en casa de María, su madre (Hch 12,12). Parece que fue testigo del prendimiento de Jesús en el huerto de los olivos (Mc 14,51-52).
Era primo de Bernabé (Col 4,10), levita procedente de Chipre al que encontramos entre los primeros discípulos (Hch 4,36). Este Bernabé fue quien reclutó a Pablo para el ministerio (Hch 11,25). Pronto asoció a Juan Marcos a los viajes apostólicos en compañía de Pablo (Hch 12,24). En cierto momento, sin que sepamos las causas, Marcos regresa a Jerusalén (Hch 13,13). Cuando Pablo y Bernabé vuelven a Jerusalén para presentar a los apóstoles sus trabajos, Bernabé quiere recuperar a Marcos, pero Pablo se opone, por lo que se pelean entre ellos y Bernabé se va por un lado con Marcos mientras que Pablo se va por otro con Silas (Hch 15,37ss). De todas formas, con el tiempo se reconciliaron y volvemos a encontrar a Marcos entre los colaboradores de Pablo, que incluso lo manda llamar desde la cárcel (2Tim 4,10, Col 4,10, Fil 24).
Su relación con Pedro fue tan estrecha, que le llama «mi hijo» (1Pe 5,13). La tradición ha reconocido unánimemente a Marcos como el que recogió la predicación de Pedro. De hecho, es el evangelista que más habla de él (25 veces cita su nombre), sin idealizarlo nunca, contando todas sus debilidades. En su forma de exponer las cosas encontramos muchos paralelismos con los discursos de Pedro que recogen los Hechos 1,21ss y 10,27ss.
Marcos es el primero que escribió un «evangelio», hacia el año 60 de nuestra era. Ya por entonces algunos creyentes habían recogido escritos parciales con dichos de Jesús, o con parábolas suyas, o sobre sus milagros, o sobre los acontecimientos de la última semana de su vida en Jerusalén. De algunas de estas colecciones harán uso tanto Marcos como los otros evangelistas.
Testimonios antiguos dicen que este evangelio se escribió en Roma, lo que se confirma por varios indicios textuales. Por ejemplo, casi no recoge citas del Antiguo Testamento ni habla sobre la ley de Moisés ni sobre la misión de Jesús en relación con Israel. Además, utiliza numerosos latinismos y traduce muchas palabras y expresiones semíticas: «los llamó Boanerges, que significa hijos del trueno» (3,17); «Le dijo: Talitha Kum, que significa: Niña, a ti te hablo, levántate» (5,41); «Le dijo: Effeta, que significa: Ábrete» (7,34)... En cierto momento dice que «una viuda pobre echó en el arca del templo dosleptas, que valen lo mismo que un cuadrante» (12,42). El cuadranteera una moneda que sólo se usaba en Roma (en época imperial suponía 1/40 de un denario de plata, más tarde 1/64, pero que en el siglo I se había devaluado tanto que ya no estaba en circulación). Igualmente, hablando del matrimonio y del divorcio, dice: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera y si ella se divorcia de su marido, comete adulterio también» (10,11-12). Los demás evangelistas también citan la primera parte, pero la segunda es exclusiva de Marcos. Y se comprende que Jesús y los otros evangelios hablen solo de los maridos que se divorcian de las mujeres, porque solo a ellos les estaba permitido entre los judíos; pero entre los romanos, también las mujeres podían separarse, por lo que se explica el añadido en un evangelio escrito para ellos.
Marcos escribe con un estilo vivo, usando normalmente el presente, narrando los viajes y las actividades de Jesús con soltura, deteniéndose en los detalles concretos, que hacen más atrayente el relato. Continuamente dice «luego», «después», «de repente» y expresiones similares que dan unidad a su relato, que se puede leer todo seguido, de una sentada. Sin embargo no se detiene en discursos, que son siempre muy breves (excepto el escatológico, que parece haberlo copiado entero de una fuente anterior)...".
"... San Marcos comienza su obra así: «Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (1,1); o mejor traducido: «Buena noticia, que es Jesús, que es el mesías, que es el Hijo de Dios». En su escrito intenta demostrar que Jesús es el mesías y el Hijo de Dios, y que esto es una buena noticia para todos.
Su símbolo es el león y su cuerpo se conserva en Venecia, de donde es patrón". P. Eduardo Sanz de Miguel.
https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com.es/2013/04/evangelista-san-marcos-25-de-abril.html
martes, 24 de abril de 2018
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PASCUA Y BAUTISMO |
"San Pablo presenta el bautismo de los cristianos como una participación en la muerte y resurrección de Cristo (cf. Rom 6,3-5). También dice que él murió por su Iglesia, para ofrecerle un baño de purificación que la capacite para convertirse en su esposa (cf. Ef 5,25-27).
En el judaísmo estaba prescrito un baño purificador previo al matrimonio. Esta práctica era también común en el helenismo. Los primeros cristianos hicieron abundante uso de esta costumbre para presentar el bautismo como una participación esponsal en la Pascua de Cristo.
Para ello unieron los textos que hemos citado de san Pablo con otros de san Juan, especialmente cuando dice que del costado de Cristo crucificado «manó sangre y agua» (Jn 19,34) y que «este es el que vino con sangre y con agua, Jesucristo» (1Jn 5,6).
En el agua que brota del costado de Cristo, los Padres de la Iglesia vieron el baño bautismal, purificación de la esposa para el matrimonio, y en la sangre vieron la participación en la eucaristía, banquete de bodas del Cordero y la Iglesia.
Es significativo que el libro del Apocalipsis afirme que los redimidos son «los que vienen de la gran tribulación y lavaron sus mantos en la sangre del Cordero» (Ap 7,14).
De hecho, los Padres unieron de tal manera la pasión de Cristo y la de los cristianos, que a la pasión de Cristo o de un discípulo suyo la llamaron «martyrion», y al relato que recoge el testimonio de un martirio lo llamaron «passio».
Además, unieron tan fuertemente el bautismo y la pasión de Cristo, que el martirio de los cristianos también era considerado bautismo, como podemos ver en este texto de Orígenes: «Si Dios me concediera ser lavado en mi sangre para recibir el segundo bautismo, habiendo aceptado la muerte por Cristo, me alejaría seguro de este mundo».
Durante las persecuciones, se relacionó el bautismo con la pasión de Cristo porque también se identificó su Pascua con su padecimiento. Esto cambió a partir del edicto de tolerancia religiosa, en que se subrayó la relación con la resurrección, tanto del bautismo como de la Pascua.
El bautismo siempre se hizo derivar de la Pascua de Cristo (tanto cuando era interpretada como «padecimiento» como cuando fue interpretada como «paso» de la muerte a la vida). Desde principios del siglo III se unieron de manera tan íntima que en muchos casos esta llegó a ser la única fecha en que se administraba". P. Edurado Sanz de Miguel.
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PASCUA Y EUCARISTÍA |
"En la Pascua judía, la cena de Pesaj se vivía (y se vive hasta el presente) como un memorial que actualiza las actuaciones de Dios, y como una invitación a la esperanza. El recuerdo de las obras salvadoras que Dios ha realizado a favor de Israel debe llevar a los israelitas a seguir esperando en él y en la venida final de su mesías.
De hecho, a las preguntas de los niños, el padre de la casa debe responder durante la cena: «En cada generación, cada persona está obligada a verse a sí misma como si ella misma hubiese salido de Egipto, como está escrito: “Y le relatarás a tu hijo en ese día diciendo: Esto hizo Dios por mí, cuando salí de Egipto” (Éx 13,8). No a nuestros antepasados solamente liberó el Santo – bendito es él –, sino que también a nosotros nos liberó junto con ellos, como está escrito: “Y a nosotros nos sacó de allí, para llevarnos y darnos la tierra que prometió a nuestros antepasados” (Dt 6,23)».
Estos elementos (memoria de las obras pasadas de Dios y esperanza de su futura salvación) alcanzan una nueva dimensión en la eucaristía, que es verdadera actualización sacramental del misterio pascual de Cristo: su entrega a la muerte por nosotros y su resurrección gloriosa.
«La eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana» (LG 11), porque en los demás sacramentos se nos ofrece la gracia de Cristo, pero en este es Cristo mismo el que se nos entrega.
El Señor dijo a los discípulos: «a vosotros no os llamo siervos, sino amigos» (Jn 15,15). En la eucaristía nos dejó la máxima expresión de su amistad. San Pablo explica la celebración de la cena como verdadera «comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo» (1Cor 10,16), como participación de su misma vida.
La eucaristía, además de acción de gracias, es memoria. Son las dos caras de una sola moneda. A una persona que nos ha hecho un gran beneficio le estamos agradecidos. La eucaristía es recuerdo agradecido del que nos salvó la vida. Recordamos y celebramos con agradecimiento la muerte y resurrección del Señor, el sacrificio por el cual se nos perdonan los pecados.
Después de la consagración, el sacerdote añade: «Este es el sacramento de nuestra fe». Y el pueblo responde: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección; ¡ven, Señor Jesús!». Así, el presente de nuestra celebración eucarística queda prendido entre el recuerdo de la primera venida de Cristo y la esperanza de la última. Se hace presente el que vino y el que vendrá. El pasado (la historia de Jesús) y el futuro (su parusía) se actualizan sacramentalmente.
En la última cena, Jesús consagró el pan y el vino. En la cena pascual se utilizaban otros alimentos (verduras amargas, cordero, dulces...). De ellos Jesús solo tomó el pan y el vino para darles un sentido nuevo, muy concreto. Estos son los dones que la Iglesia presenta sobre el altar, en fidelidad a su Señor, que nos mandó: «Haced esto en conmemoración mía». En el pan y vino consagrados, se hace presente Jesús resucitado para ser nuestro alimento y compañero de camino". P. Eduardo Sanz de Miguel.
lunes, 23 de abril de 2018
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