jueves, 28 de noviembre de 2019

Fundación de los carmelitas descalzos (28-11-1568).




El 28 de noviembre de 1568, primer domingo de Adviento, dio inicio la vida de los carmelitas descalzos.

Un bienhechor había regalado a la madre Teresa de Jesús una casa en un «lugarcillo de hartos pocos vecinos» de la provincia de Ávila, llamado Duruelo. La capilla de la foto está construida en el solar del antiguo convento.

Cuando fue a visitarla, de camino hacia Valladolid, se encontró con que era tan pobre y estaba tan sucia que ni ella ni sus compañeras se atrevieron a pasar allí la noche: «Cuando entramos en la casa, estaba de tal suerte que no nos atrevimos a quedar allí aquella noche por causa de la demasiada poca limpieza que tenía, y mucha gente del agosto [se refiere a los piojos y las pulgas]» (Fundaciones 13,3). 

A pesar de la miseria del lugar y de que a los demás les pareció inadecuada, ella pensó que podría ser buena para empezar la fundación de los frailes descalzos y que ya se cambiarían a otro sitio en cuanto surgiera una ocasión mejor: «Tenía un portal razonable y una cámara doblada con su desván y una cocinilla. Yo consideré que se podía hacer iglesia en el portal, y coro en el desván y dormir en la cámara». 

Fray Juan de la Cruz la adaptó lo mejor que pudo y el 28 de noviembre, en compañía de fray Antonio de Jesús (Heredia), inauguró en Duruelo el primer convento de carmelitas descalzos (F 14). 

Pronto se les unieron otros dos compañeros y asumieron las constituciones que Teresa había preparado para sus monjas, con pequeñas variaciones. 

Impulsados por la misma madre Teresa, al espíritu contemplativo y al «estilo de hermandad y recreación» de las hermanas, unieron desde el principio una intensa actividad apostólica y misionera, tal como ella misma cuenta:

«Iban a predicar a muchos lugares que están por allí comarcanos sin ninguna doctrina, que por eso también me holgué de que se hiciera allí la casa [...]. En tan poco tiempo era tanto el crédito que tenían, que a mí se me hizo grandísimo consuelo» (F 14,8). 

A principios de 1569 la Madre regresó de Valladolid a su convento de San José de Ávila, pasando antes por Medina del Campo y Duruelo. Ella misma relata que en Duruelo se encontró al padre Antonio Heredia barriendo la puerta del conventico. Al preguntarle: -«Mi padre, ¿qué se ha hecho de la honra?», respondió el buen fraile: -«Maldigo el día en que la tuve». 

Aunque aprobó la vida pobre, contemplativa y apostólica de sus hijos, los reprendió por los excesos ascéticos y trató de poner freno a sus penitencias: «Les rogué mucho que no fuesen en las cosas de penitencia con tanto rigor, que le llevaban muy grande; y como me había costado tanto de deseo y oración, que me diese el Señor quien lo comenzase, y veía tan buen principio, temía que el demonio buscase cómo acabar con ellos antes de que se efectuase lo que yo esperaba» (F 14,12). 

Entre otras cosas, les pidió que tuvieran cuidado en las comidas y en la higiene y que se pusieran alpargatas, porque hasta entonces andaban totalmente descalzos.

Gracias a sus palabras, se moderaron un poco, pero ella reconoce con cierta amargura que no lo suficiente: «Ellos, como tenían estas cosas que a mí me faltaban, hicieron poco caso de mis palabras para dejar sus obras» (F 14,12). 

En aquella sociedad no era fácil aceptar la propuesta humanista de Teresa. Todos estaban convencidos de que la mayor perfección se haya en la mayor penitencia, por lo que las almas generosas se entregaban con entusiasmo a lo que san Juan de la Cruz, mucho más tarde, con los valores de Teresa ya plenamente asumidos, denominará «penitencias de bestias» (1N 6,2).

De momento, los frailes de Duruelo comenzaron con mucho entusiasmo una aventura que fue madurando en los años posteriores y que hoy continúa en los frailes carmelitas descalzos, extendidos por el mundo entero". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Oración del alma enamorada.

san juan de la cruz oracion del alma enamorada

¡Señor Dios, Amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te pido, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieres aceptar, y hágase.
Y si a mis obras no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi centimillo, pues lo quieres, y dame este gran bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no lo levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no lo levantas tú, Señor, con la mano que lo hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré, que no te tardarás si yo espero. ¿Por qué alargas la espera si ya mismo puedes amar a Dios en tu corazón?
Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes: los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí.
Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás lo que desea tu corazón".
Dichos de luz y amor, 26. San Juan de la Cruz.

martes, 26 de noviembre de 2019

El libro de Daniel.


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"Los días feriales de esta semana (la última del año litúrgico) leemos en la primera lectura de la misa el llibro de Daniel, que fue escrito en tiempo de la dominación griega sobre Israel, cuando la persecución contra los creyentes se hizo más violenta.

Este libro misterioso describe por medio de imágenes simbólicas el combate que las fuerzas del mal y los imperios paganos realizan contra Dios y contra su pueblo. Fieras terribles representan a los imperios que se han sucedido en el dominio de la Tierra Santa. Aunque de momento los enemigos parezcan más fuertes, los creyentes saben que Dios y su causa terminarán triunfando.

«Daniel» en hebreo significa ‘Dios es mi juez’. Un nombre muy apropiado para este libro, que anuncia repetidas veces el juicio de Dios sobre los gentiles y sobre la historia. 

Daniel no es presentado como el autor, sino como el «héroe» principal de este escrito. Él habría sido un personaje de la nobleza judía llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el año 605 a. C. 

Junto con tres compañeros judíos (Ananías, Azarías y Misael) y otros jóvenes de distintas proveniencias, fue educado en la corte para ser consejero del rey, que quería tener una corte internacional. 

Daniel es el único que supo descifrar un sueño misterioso del monarca, por lo que se ganó su confianza y se convirtió en un alto cargo de la administración. Posteriormente también fue el único que supo interpretar otros sueños o dar consejos acertados. 

Esto suscitó las envidias de los sabios y adivinos de la corte, que intentaron acabar con él en varias ocasiones, llegando a arrojarlo a un foso con leones hambrientos, pero salió victorioso de todas las persecuciones.

El autor no pretendía transmitir sucesos del pasado, de los que tenía un conocimiento aproximado pero inexacto, sino consolar a los israelitas en tiempos de persecución, poniéndoles el ejemplo de la acción salvadora de Dios en otras épocas y animándoles a seguir confiando en él. 

El libro de Daniel usa una expresión que tendrá mucha importancia en el Nuevo Testamento: «hijo del hombre». La podemos encontrar también en Ezequiel (donde aún equivale simplemente a «hombre, ser humano»). En el caso de Daniel se refiere a un ser extraordinario que en cierto momento recibe de Dios un dominio universal, participando incluso de poderes divinos. Esta es la expresión que usan los evangelios cuando presentan a Jesús hablando de sí mismo, como cuando el sumo sacerdote le conjura a decir si él era el mesías: «Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre...» (Mt 26,64)". P. Eduardo Danz de Miguel, ocd.

jueves, 14 de noviembre de 2019

14 de noviembre, día todos los santos carmelitas.




"En el día de todos los santos carmelitas, recordemos estas palabras de santa Teresa de Jesús: «Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos Profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos» (Fundaciones 29,33).

En otro lugar dice: «Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos» (V Moradas 1,2).

La peculiaridad de los santos carmelitas es que muchos han sido también grandes escritores que han enriquecido con su doctrina a la Iglesia. Por eso, Thomas Merton escribió: «No hay miembro de la Iglesia que no deba algo al Carmelo».

Los santos de la Orden son un ejemplo y un estímulo para los que hoy pertenecemos a ella por distintos vínculos (frailes, monjas, consagrados, seglares). Pidamos al Señor que el Carmelo siga siendo una escuela de santidad.

Hoy podemos orar con el siguiente himno, tomado de la liturgia carmelitana:

Carmen de nuestra Señora, 
al despuntar la alborada, 
canta música callada 
en tu soledad sonora. 

Hoy los carmelitas santos 
nos dan a la amanecida 
sus ideales de vida 
a cambio de nuestros cantos. 

Teresa con su sencillo 
Camino de perfección 
nos guía por la oración 
y virtudes al castillo. 

Desde el eterno horizonte 
san Juan de la Cruz enseña 
dónde llega quien se empeña, 
por la subida del monte. 

Nimbada de la fragancia 
de sus rosas, Teresita 
a seguirla nos invita 
por el camino de infancia. 

Los santos que en soledad 
fueron de Dios por entero 
nos descubren el sendero 
que va a la interioridad. 

Los que emularon el celo 
de Elías y de Teresa 
nos convocan a la empresa 
misionera del Carmelo. 

Tributemos homenaje 
de amor a la Trinidad 
que hizo a María heredad 
y honor de nuestro linaje. Amén". 

P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com/2015/11/que-de-santos-tenemos-en-el-cielo-que.html

martes, 12 de noviembre de 2019

Las lecturas de la misa en los días feriales.


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"Cada año, en la misa de diario, leemos enteros los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), precedidos por una lectura tomada de los otros libros de la Biblia y de un salmo.

La primera lectura se toma por temporadas del Antiguo y del Nuevo Testamento, de tal manera que cada dos años leemos las páginas principales de todos los libros bíblicos, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

No leemos todos los libros enteros, pero sí lo principal de cada libro en una lectura semicontinua. Los del Nuevo Testamento sí que se leen casi enteros (en algún caso se saltan algunos versículos o párrafos sin importancia, pero se lee todo lo demás). De los libros del Antiguo Testamento se hace una selección de las páginas más importantes.

Es una pena que en esa distribución queden fuera el Cantar de los Cantares y la Carta de Jeremías. De estos libros se leen unos párrafos en algunas ocasiones muy concretas.

No dedicamos un año entero al Antiguo Testamento y otro al Nuevo, sino que durante algunas semanas se lee un libro (o varios de la misma época y temática parecida) alternando el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Esta semana, la primera lectura está tomada del libro de la Sabiduría, la semana próxima de los libros de los Macabeos y la siguiente del libro de Daniel.

Son los últimos libros del Antiguo Testamento, que se escribieron en los dos siglos anteriores al cristianismo. De hecho, Sabiduría y Macabeos se escribieron en griego (no en hebreo, como los libros más antiguos) y Daniel, parte en hebreo, parte en arameo y parte en griego.

Los tres libros hablan de la resurrección de los muertos, del juicio final y de la vida eterna. Este no es el único tema que tratan, pero es lo más significativo, ya que la fe en la resurrección fue surgiendo lentamente en Israel y no se encuentra en los escritos más antiguos.

En este tema, como en otros, Dios ha manifestado su paciencia y su pedagogía con los hombres, por lo que se ha revelado progresivamente, adaptándose a la capacidad de los humanos. Como dice san Juan de la Cruz: Si lo hubiera hecho a su manera, lo habría hecho todo de una vez, pero como se ha adaptado a la nuestra, lo ha hecho poco a poco.

Al leer sobre este argumento, nos preparamos para la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, con la que se cierra el año litúrgico, que este año es el domingo 24 de noviembre. El domingo 1 de diciembre comienza un nuevo Adviento". P, Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 8 de noviembre de 2019

8 de noviembre. Santa Isabel de la Trinidad, o.c.d.


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Hoy recordamos a santa Isabel de la Trinidad. Nació cerca de Bourges (Francia), en 1880. Humilde y pura, dotada para la música y la poesía, de inteligencia despierta para percibir las belleza de la naturaleza y de la gracia, aprendió en la escuela de san Pablo, de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz a vivir “el cielo en la tierra”, íntimamente unida a la Santísima Trinidad, de la que fue siempre “alabanza de gloria”.

Desde muy joven quiso hacerse Carmelita Descalza en el monasterio de Dijon, pero tuvo que esperar hasta la mayoría de edad para poder realizarlo. Con su ejemplo y con su doctrina ejerce un influjo creciente, debido a sus escritos, densos en doctrina y eco de su comunión con las Tres Divinas Personas. Murió el 9 de noviembre de 1906, a los 26 años de edad. Fue canonizada el año 2016. 

Su escrito más conocido el la Elevación a la Santísima Trinidad:

“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.

Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti.  Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.

Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.

Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.

Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”.
Santa Isabel de la Trinidad.



viernes, 1 de noviembre de 2019

1º de noviembre, todos los santos. "Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar...".



"En la fiesta de todos los Santos se proclama un mensaje de esperanza tomado del Apocalipsis: «Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblos y lenguas». Hoy celebramos, en una única fiesta, a todos los redimidos: los Santos canonizados y famosos y los Santos anónimos. La salvación de Jesucristo es para todos y son muchos los que le han servido con amor a lo largo de los siglos: hombres y mujeres, ancianos y niños...".

"... Que todos los que ya han alcanzado la meta de su caminar y gozan de la vida de Dios en el cielo intercedan por nuestros difuntos y por nosotros, para que todos podamos encontrarnos un día en la nueva Jerusalén, donde Dios mismos «enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor» (Ap 21,4). P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.