Cuaresma.
"A PONERSE EN CAMINO.
1. Cuaresma son CUARENTA días de prepararación para nuestra fiesta más importante, LA PASCUA (Paso) de JESUCRISTO: PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN.
2. La CUARESMA, comienza el MIÉRCOLES DE CENIZA, y concluye el JUEVES SANTO antes de la misa de la tarde. Simbólicamente recuerda entre otras cosas, los 40 años del Éxodo del pueblo de Dios hacia la libertad y los 40 días de Jesucristo en el desierto antes de su vida pública. -
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3. El Color litúrgico es MORADO, símbolo de preparación para una celebración importante, incluyendo LUNES, MARTES y MIÉRCOLES SANTO. En Cuaresma no se canta GLORIA ni ALELUYA. Se reservan para festejar la Resurrección de Cristo.
4. CUARESMA es tiempo de CONVERSIÓN y CAMBIO DE ACTITUDES. Nos proponemos enmedar errores, renunciar a todo tipo de maldad o pecado y mejorar nuestra calidad de vida espiritual en TRES ASPECTOS: 🌿🌿🌿
a) RELACIÓN CON DIOS: Vida de Oración.
b) RELACIÓN CON EL HERMANO: Obras de misericordia
c) RELACIÓN CON UNO MISMO:
Ayuno y abstinencia de todo tipo de adicción y malas costumbres (esto es mejor que cualquier negación alimentaria), asumir pautas de conducta más sanas y edificantes. *
5. MIÉRCOLES DE CENIZA:
Todos los católicos con uso de razón pueden recibir en la frente LA CENIZA, símbolo de PROVISIONALIDAD (todo se pasa) y CONVERSIÓN (surgir de las cenizas del pecado a una nueva vida). La ceniza es elaborada con las Palmas del Domingo de Ramos anterior. Es día de AYUNO junto al VIERNES SANTO, con la aclaratoria del # 4c.
AYUNO Y ABSTINENCIA.
En la iglesia Católica hay dos días de AYUNO al año (privación de una comida importante) Viernes Santo y Miércoles de Ceniza. ABSTINENCIA: Todos los viernes. De carne u otro alimento que determine la Conferencia Episcopal, que puede SUBSTITUIRLOS por otras formas de penitencia como en el caso de la Conferencia Episcopal de Venezuela CIC c. 1249 - 1251: abstención de algún alimento o comida, de fumar, beber, obras de caridad y prácticas de piedad, intensificar la oración y la lectura y práctica de la Biblia. Se pueden EXCLUIR estas privaciones por razones de salud, embarazo, trabajo o edad -
En nuestro país la carne es un alimento al que no pueden acceder muchas personas. La privación voluntaria de una comida es un privilegio de unos pocos. La gran mayoría está comiendo una comida al día y en muchos casos ninguna. Por eso es necesario recordar estas citas de la Biblia Oseas 6,6 y Mateo 12,7: "Misericordia quiero y no sacrificios" Isaías 58, 1-14: "El ayuno que le agrada al Señor consiste en romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los presos, compartir el pan con el hambriento, hospedar en tu casa a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no volver la espalda a tu prójimo” Romanos 14,17: “El Reino de Dios no es cuestión de comida ni de bebida; es ante todo JUSTICIA, PAZ y ALEGRÍA en el Espiritu Santo." 1 Corintios 8,8: “No es un alimento lo que nos hará agradables a Dios. Si comemos no ganamos nada y si no comemos tampoco perdemos nada”. San Juan de la Cruz en sus “Dichos de Luz y de Amor escribe: “Más vale negarse de la lengua (mentiras, difamación, chismes) que ayunar a pan y agua”. Para los privilegiados lo mejor es compartir con los desposeidos. En nuestra iglesia puedes colaborar con nuestros abuelos en condiciones precarias con alimentos que compartimos los viernes. Para todos, el ayuno de la intolerancia, el egoísmo, la indiferencia y la pasividad". @padrechulalo.
miércoles, 26 de febrero de 2020
Miércoles de ceniza.
"La implantación del Miércoles de Ceniza hay que relacionarla con la institución de la penitencia canónica. Éste era un día muy importante para los que iban a iniciar la penitencia cuaresmal antes de ser admitidos a la reconciliación el día de Jueves Santo. En los siglos V y VI, la entrada en la penitencia tenía lugar al principio de la Cuaresma. Este dato nos lo confirmará más tarde —en el siglo VII— el llamado Sacramentario Gelasiano b (I, XVI), uno de los más antiguos libros litúrgicos de la tradición romana. En este sacramentado, la entrada en la penitencia canónica se sitúa el miércoles que precede al domingo primero de Cuaresma. Por eso será llamado «Miércoles de Ceniza». Ese día, después de haber oído en privado la confesión del penitente, el obispo, en un acto litúrgico solemne, impone las manos sobre la cabeza de los penitentes, les cubre de ceniza, les hace vestir de cilicio —una especie cíe vestimenta hecha con pelo de cabra— y les invita a emprender un camino de penitencia y de conversión. Al final de la celebración, los penitentes son expulsados de la Iglesia y entran a formar parte del grupo —el «orden— de los penitentes. El rito de reconciliación tiene lugar el día de jueves Santo.
Durante la Cuaresma, los penitentes se entregan a toda clase de mortificaciones y prácticas piadosas: visten de oscuro, con ropas miserables y burdas; se someten a un ayuno riguroso, privándose en absoluto de comer carnes; hacen abundantes limosnas y se ejercitan en toda clase de obras de misericordia. En las asambleas litúrgicas son colocados en un lugar especial, al fondo de la iglesia. Sólo asisten a la liturgia de la palabra. Antes del ofertorio, en el marco de la oración de los fieles, se hace una oración por ellos y se les despide''. Por otra parte, durante el tiempo de Cuaresma los sacerdotes imponen las manos a los penitentes y, en señal de duelo, en los días de fiesta asisten de rodillas a las oraciones de la iglesia. Todos estos gestos externos, marcados a veces de una extraordinaria rudeza y rigurosidad, deben ser la expresión visible de la penitencia interior. Deben hacer patente a los ojos de la comunidad cristiana el estado de ánimo del penitente, su actitud de arrepentimiento y de conversión y, sobre todo, su voluntad decidida de emprender un camino de renovación cristiana. No se excluye, sin embargo, entender estos actos de penitencia como gestos de expiación y de satisfacción por los pecados. En todo caso, todo este conjunto de prácticas penitenciales no son sino la expresión de la actitud interior del hombre que se siente pecador ante Dios y espera ansiosamente el perdón de la misericordia divina.
Desaparecida ya la penitencia canónica, la celebración del Miércoles de Ceniza nos invita hoy a una profunda revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y criterios de comportamiento; a iniciar un serio proceso de conversión y de purificación. Cuaresma es un tiempo de gracia que Dios nos concede como un regalo. Quizás sea ésta, la cuaresma que hoy comenzamos, una oportunidad singular e irrepetible que no debiéramos echar en saco roto. Debemos tomarnos en serio este período de Cuaresma y enfrentarnos con nuestra propia realidad personal. Tenemos por delante un largo camino para la escucha de la palabra de Dios, para la reflexión personal y para el encuentro silencioso con Dios en la soledad de ese desierto singular que nos hemos construido en la profundidad de nuestra conciencia íntima. Al final de esa peregrinación, la Pascua se nos aparecerá como una explosión de luz fulgurante y transformadora". José Manuel Bernal Llorente.
sábado, 22 de febrero de 2020
La cátedra de san Pedro.
"La Cátedra de San Pedro es una de las celebraciones más antiguas del cristianismo. Aunque no se trate de una sede o silla física, sino de la misión de fortalecer a los hermanos en la fe, que Pedro recibió de Jesús, se cree que esa silla o cátedra de Pedro se veneraba ya en los primeros siglos.
Hasta la reforma del calendario litúrgico de la Iglesia católica establecido por Pablo VI el 14 de febrero de 1969, había dos fechas para la celebración de la Cátedra de San Pedro: la de hoy era la Cátedra de San Pedro en Antioquía. Y el 18 de enero, la Cátedra de San Pedro en Roma. El nuevo calendario unifica las dos en este día. Se trata de la celebración del Primado de Pedro sobre la Iglesia Universal, que Cristo le prometió -Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia- en Cesarea de Filipo, cuando la «confesión» de Pedro (Mt 16, 13-19), y le confirió, ya resucitado, junto al lago de Tiberíades: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Jn 21, 15-19).
De Antioquía a Roma
Cuando se visita Antioquía, la primera gran capital del cristianismo, uno de los poquísimos vestigios del glorioso pasado cristiano que muestran es la iglesia de San Pedro, a las afueras de la actual ciudad. No hay culto alguno en esa iglesia, como no lo hay en la iglesia de las iglesias, Santa Sofía de Constantinopla-Estambul: son lugares de turismo, más explotados que cuidados. Y causa cierta tristeza esa casi total ausencia de presencia cristiana en Antioquía, donde Pedro inició su pontificado; donde se inventó el nombre cristiano para designar a los discípulos de Jesús; donde se encontraron simultáneamente cristianismo, judaísmo y paganismo; desde donde partieron todas las misiones apostólicas para la evangelización del Imperio Romano...
Más fortuna ha tenido Roma, durante tantos siglos centro visible de la cristiandad. Aunque no se trate de una sede o silla física, sino de la misión de fortalecer a los hermanos en la fe, que Pedro recibió de Jesús (Cf. Lc 22, 32), no está de más recordar que el pueblo romano veneraba ya en el siglo IV una silla o cátedra de madera de encina, en la que, según una tradición, se había sentado el apóstol Pedro: el único apóstol que la iconografía representa sentado. Y esta silla se ha conservado en Roma hasta nuestros días, con algunos adornos, pero sustancialmente la misma: una silla-cátedra de madera, de casi 90 centímetros de anchura y 78 de altura hasta el asiento, con un dosel que termina con un tímpano triangular.
Se cree que esa silla o cátedra de Pedro se veneraba ya en los primeros siglos en la iglesia de Santa Prisca, en el Aventino, donde una tradición asegura que fue la residencia de San Pedro. En el siglo IV, el papa español San Dámaso la trasladó al baptisterio del Vaticano, junto a lá tumba de Pedro. Durante toda la Edad Media, la sede o cátedra de Pedro estuvo muy al alcance de los peregrinos, algunos de los cuales procuraban cortar clandestinamente algunas astillas que se llevaban como reliquia. Hasta que Bernini, en el siglo XVI, le dedicó el famosísimo altar barroco en el ábside de la actual basílica vaticana, con la colosal cátedra de bronce, que es el relicario de la preciada reliquia. «En el espléndido monumento berniniano de la Cátedra colocada en el ábside de la basílica vaticana, el 17 de enero de 1666, por deseo del papa Alejandro VII, se ocultó una alhaja que durante los siglos había sido objeto de veneración por parte de los fieles y peregrinos que llegaban a Roma: la cátedra de madera de San Pedro, que, sin embargo, al haberse ocultado a los ojos de los devotos, perdió su popularidad y culto.
En 1968 se procedió a su análisis. Trasladada a la sala adjunta a la sacristía de los canónigos, el 30 de diciembre de 1968 se procedió al examen estructural de la madera. También se realizaron dos tipos de análisis para intentar fecharla: el primero fue de carácter dendrocronológico, el segundo con el carbono 14. En el primer caso se realizó sólo sobre una tabla que formaba parte del tímpano y, presuponiendo que fuera encina de hojas caducas, probablemente roble o encina blanca, aún fresca, se llegó a fijar su edad entre el 870 y el 880 d. C.; en el segundo análisis, algunos tipos de maderas (las del apoyo de las placas, una de las cuales se quitó el 30 de octubre de 1969 para realizar el análisis) resultaron ser algunos siglos más antiguos, y los que se consideraban que formaban parte de la estructura original de la silla, sin embargo, de una edad más tardía que la del supuesto trono carolingio. El intervalo de tiempo, de todos modos, es dema siado amplio para establecer una crolonogía concorde y correcta».
Siete siglos de fiesta litúrgica
La Cátedra de San Pedro es una de las celebraciones más antiguas del cristianismo: hay ya un primer testimonio en lo que puede considerarse como incipiente calendario cristiano, la Depositio martyrum del año 336, pocos años después de alcanzar el cristianismo lo que se ha denominado la paz constantiniana. El día 22 de febrero de este incipiente calendario, con sólo una treintena escasa de fiestas de santos, está dedicado al Natale Petri de Cathedra, que equivale a la fiesta de la Cátedra de San Pedro, o, lo que es lo mismo, a la misión de Pedro como maestro de la Iglesia de Jesucristo. Cada apóstol, y sus sucesores los obispos, es el maestro de la fe en su Iglesia particular, y Pedro, y sus sucesores en la sede de Roma, lo son de la Iglesia universal. El obispo de Roma, como los obispos de toda la Iglesia, tienen su cátedra (griego), su sede (latín), que dan nombre a la Iglesia capital de las diócesis: catedral, seo. Pero sólo a Pedro se le representa sentado en su cátedra, y los peregrinos que llegan de todo el mundo a la basílica vaticana besan el pie de la colosal escultura de San Pedro en su cátedra, a la derecha del altar de la Confesión.
En la rica liturgia de la consagración y toma de posesión de las diócesis, hay un momento de suma importancia: cuando el nuevo obispo es entronizado en su sede, lugar sagrado y principal desde el que impartirá su magisterio espiritual. Pero sólo a la sede de Pedro, a la sede del papa, se da nombre de cátedra. Y así ha venido sucediéndose de generación en generación.
Tú eres Pedro
El texto evangélico de la promesa del Primado, que Cristo hizo a Simón en Cesarea de Filipo, cambiándole el nombre por el de Kefas-Petros-Pedro, es definitiva para la doctrina del Primado: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará destado en el cielo. El relato de Mateo 16, 13-19, que la liturgia pone en la celebración de esta fiesta, es admitido desde los primeros tiempos del cristianismo como algo tan firme como la roca, la piedra, con la que Cristo identifica el nombre y la misión de Pedro, aplicado a la «Santa Sede», al obispo de Roma, sucesor de Pedro. Es el símbolo y el fundamento visible de la unidad de la Iglesia, según la célebre sentencia de San Cipriano, inspirada en San Pablo (Ef 4, 5): Se otorga a Pedro el primado para que quede patente que la Iglesia de Cristo es una, como una es la cátedra... Uno es Dios, uno Cristo, una la Iglesia y una la cátedra fundada sobre Pedro según la palabra del Señor (Carta 43, 5). La Cátedra de Pedro es la cátedra de la unidad de la doctrina de la Iglesia.
Aunque los primeros concilios ecuménicos se celebraran en Oriente (actual Turquía), no faltaban los legados del obispo de Roma y los mensajes del papa, que hacían presente a Pedro: Pedro nos ha hablado por la voz de León (Mansi 6, 971), declaraba el Concilio de Calcedonia (año 451) cuando se leyó solemnemente una carta que enviaba al Concilio el papa León Magno.
La vivencia de la fe cristiana en Occidente ha asumido desde los primeros tiempos de la Iglesia la aceptación del primado de Pedro y el primado de Roma como parte integrante de esa fe, que la fiesta de hoy ha querido celebrar y potenciar. A principios del siglo V, San Agustín (-v 28 de agosto) miraba hacia atrás y exclamaba un 22 de febrero: La institución de la solemnidad de este día recibió de nuestros antepasados el nombre de cátedra, porque se cuenta que el príncipe de los apóstoles recibió en un día como hoy la cátedra del episcopado. Es razonable que la Iglesia celebre esta sede, recibida por el apóstol para la salvación de las Iglesias (Sermón 190, 1. PL 39, 2100). Y en otro lugar: Bendito sea Dios, que ordenó ensalzar al apóstol Pedro sobre la Iglesia. Digno es honrar esta roca, mediante la que nos es posible escalar el cielo (Sermón 15 sobre los Santos)". Fr. José A. Martínez Puche
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/catedra-de-san-pedro/
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/catedra-de-san-pedro/
martes, 18 de febrero de 2020
.¿Para qué sirve la Teología?
"Aunque pueda sorprender, quiero comenzar mi reflexión afirmando que la teología no sirve para nada; al menos, en el sentido que damos ordinariamente a la idea de servir para algo. Pero no nos asustemos: como veremos más adelante, lo más «inútil» es lo más necesario para los seres humanos.
"Aunque pueda sorprender, quiero comenzar mi reflexión afirmando que la teología no sirve para nada; al menos, en el sentido que damos ordinariamente a la idea de servir para algo. Pero no nos asustemos: como veremos más adelante, lo más «inútil» es lo más necesario para los seres humanos.
Retrocedamos a la época del Neolítico, cuando nuestros antepasados dejaron de ser cazadores y recolectores nómadas y se transformaron en agricultores y ganaderos sedentarios. El invento de los recipientes de cerámica supuso la gran revolución que les permitió almacenar alimentos, transportarlos y cocinarlos. Eso cambió sus vidas para siempre.
No es fácil explicar el origen de la cerámica, del barro modelado y cocido, pero nos encontramos con la dificultad añadida de que las vasijas más antiguas que conocemos no eran solo vasijas para quienes las fabricaron, ya que llevan adornos innecesarios, incisiones y pinturas que les añaden un valor simbólico.
Esto nos indica que el ser humano es una mezcla maravillosa de materia y espíritu. De hecho, la técnica y el arte surgieron y se desarrollaron juntos. En los yacimientos arqueológicos son tan numerosos los objetos «útiles» (flechas, cuchillos, cuencos...) como los «inútiles» (collares de conchas y huesos, amuletos...). La técnica es útil y el arte no, pero ambas cosas son igualmente necesarias.
Posiblemente, lo más característico de la especie humana sea su capacidad de ocuparse de cosas inútiles y de transformar lo útil en superfluo. Profundicemos en este argumento: a un obrero que construye una mesa le llamamos «artesano», y esperamos que su mesa sea útil; pero si la mesa es elegante, le llamamos «artista», aunque ese mueble no sirva para nada en concreto.
De hecho, no pedimos a las mesas taraceadas con mármoles de colores que se conservan en los museos vaticanos que, aparte de producir gozo estético, sirvan para algo más. Las obras de arte no necesitan tener una finalidad; son valiosas por su capacidad de transmitir sensaciones, independientemente de su funcionalidad original.
Podemos decir que lo más gratuito es lo más específicamente humano: la música, la literatura, el cine, la filosofía, la religión. Hablando con propiedad, ¿para qué sirve la poesía?, ¿por qué colgamos cuadros en las paredes?, ¿acaso los manteles de la mesa dan más sabor a los alimentos?, ¿qué añaden las joyas a nuestros cuerpos?, ¿por qué gastar esfuerzos y recursos en plantar jardines?
Detengámonos en la última pregunta, aparentemente tan simple. Podemos comprender los esfuerzos del ser humano por arar los suelos, de manera que la tierra produzca frutas y verduras para su alimentación. Pero deberían sorprendernos sus ingentes esfuerzos por plantar flores, por dar forma a los setos, por colocar estatuas en unos espacios que solo sirven para pasear.
A diferencia del huerto, del que esperamos sacar un rendimiento, el jardín es algo totalmente gratuito. Es el mejor ejemplo de la naturaleza «humanizada», modelada por un ser que no solo se sirve de ella, sino que también la disfruta, distanciándose de su origen animal. De ahí que la Biblia presente la creación como un jardín que Dios plantó para el hombre, un espacio en el que poder relacionarse personalmente con él. Y que el ser humano, que se siente expulsado del jardín, siempre ansíe regresar a él.
Los jardines no son estrictamente necesarios para sobrevivir, pero sin ellos nuestra vida sería menos humana. Podríamos subsistir sin flores, como podríamos subsistir sin el arte y sin la religión, pero el arte y la religión son inevitables si queremos seguir siendo humanos. La dimensión espiritual nos diferencia de los animales, dotándonos de una sensibilidad hacia valores que dan calidad humana a la existencia.
En una sociedad dominada por el materialismo, donde se trabaja con afán para poseer cosas, es bueno recordar aquellas actividades «improductivas» que hacen la vida más agradable y ofrecen a nuestra existencia un significado verdaderamente humano, dando sentido a lo que somos y hacemos.
Sobre estas cosas reflexiona la teología: sobre el misterio del hombre, que se trasciende a sí mismo y que no está satisfecho con lo que ya es o posee. También sobre sus inquietudes, esperanzas y frustraciones; así como sobre el misterio de Dios, origen y destino de lo que somos. En este sentido, la teología no es «útil», pero es «necesaria»...". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
viernes, 14 de febrero de 2020
"Dioses por participación".
"Siempre recuerdo la impresión que me causó leer por primera vez las obras de san Juan de la Cruz. Yo era un novicio de 19 años y solo conocía sus poesías y algunas referencias que recordaba de los tiempos de la escuela.
Pero, cuando me enfrenté a los tratados en prosa y descubrí que hemos sido creados para la unión con Cristo, para vivir la vida de Dios, para participar por gracia en lo que él es por naturaleza… no salía de mi asombro.
También recuerdo que tuve que acudir al padre maestro pidiéndole explicaciones para estar seguro de que no entendía mal lo que leía.
Han pasado más de treinta años y los textos del Santo me siguen fascinando como el primer día. Especialmente cuando dice que Dios nos ha creado para divinizarnos, que este es su proyecto sobre cada uno de nosotros:
«No hay que tener por imposible [...] que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y dios por participación [...]. Para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza» (C 39,4).
Una lectura superficial de san Juan de la Cruz puede dar la impresión de que nos propone un panteísmo al estilo de lo que promueve la New Age (y no son pocos los partidarios de esta corriente de pensamiento que hacen lecturas distorsionadas de sus obras). Nada más lejos de la realidad.
Él nunca habla de la fusión con un dios sin rostro, anónimo e impersonal. Por el contrario, en todo momento se refiere al Dios cristiano y su «unión con Dios» es siempre «unión con Cristo», ya que solo a través de él se entra en la vida trinitaria.
Además, dice siempre que viviremos la vida de Dios «por participación», sin dejar de ser criaturas.
Transformarse en Dios no equivale a disolverse en él perdiendo la propia identidad, sino que consiste en alcanzar la plenitud existencial a la que Dios mismo nos llama:
«Está el alma hecha divina, y Dios por participación […]; porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina Escritura, así también, consumado este matrimonio espiritual entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y amor» (C 22,3).
«Lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como el fuego convierte todas las cosas en fuego» (D 106).
«Le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios […]. Y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación; aunque es verdad que conserva su ser naturalmente tan distinto de Dios como antes, aunque está transformada, como también la vidriera es distinta del rayo, estando de él clarificada» (2S 5,7).
«No solamente los hombres, pero también los ángeles, le pueden llamar ínsulas extrañas; solo para sí no es extraño, ni tampoco para sí es nuevo» (C 14-15,8)". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
San Valentín.
"Hoy se celebra la fiesta de san Valentín, el "día de los enamorados" o "día del amor y la amistad" como dicen en varios países americanos. Pero, ¿quién fue san Valentín?
El problema es que hay varios santos antiguos de nombre Valentín y se han mezclado las historias de los unos con las de los otros y hoy se tienen pocos datos ciertos sobre lo que corresponde a cada uno.
Los antiguos martirologios (es decir, las listas de los mártires que recogen el día de su martirio y el lugar de su enterramiento) Hablan de un sacerdote de Roma llamado Valentín, que sufrió el martirio en el s. III y fue enterrado en las catacumbas de la vía Flaminia.
De él se cuenta que casó a escondidas a algunos militares cristianos. Esto estaba prohibido, ya que los militares debían permanecer libres para poder ser enviados a cualquier lugar sin cargas familiares.
Parece ser que fue interrogado por el emperador Claudio II, que se negó a ofrecer culto a los falsos dioses y que afirmó que al emperador no hay que obedecerle cuando hace leyes injustas. El caso es que terminaron decapitándolo.
Sobre su tumba se levantó una iglesia en su honor en el s. IV, varias veces transformada y embellecida hasta que se abandonó a partir del s. XIII (omissis). En nuestros días hay una parroquia moderna construida muy cerca, que conserva a san Valentín como titular.
Hay cráneos, huesos y cuerpos enteros de mártires romanos de nombre Valentín, extraídos de las catacumbas y llevados a distintos lugares del mundo a lo largo de los siglos: Hamme y Gante (Bélgica), iglesia de Santa María in Cosmedin (Roma), Baga y Socuéllamos (España), Volsberg (Austria), Gemmeti (Francia), etc.
En Terni (Italia), también se celebra hoy la fiesta de un san Valentín, obispo, martirizado en el s. III. También se construyó una iglesia sobre su tumba en el s. IV, varias veces transformada hasta la construcción actual, del s. XVII, que es atendida por los carmelitas descalzos.
Una leyenda medieval cuenta que este santo obispo entregaba flores a los jóvenes cuando los unía en matrimonio, y les explicaba que la juventud y la belleza corporal se marchita, pero que el aroma de las virtudes dura para siempre.
Otra dice que a dos esposos que discutían les regaló una rosa y les explicó que la belleza del amor tiene que ser más fuerte que las espinas.
Otra habla de un pagano que quería casarse con una cristiana y habló con el obispo, que lo catequizó, bautizó y posteriormente casó con su amada.
Y hay muchas más. El caso es que hoy harán grandes fiestas en Terni y que el santo patrono de los enamorados puede ser este, el de Roma, o los dos". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
miércoles, 12 de febrero de 2020
Los carmelitas seglares.
"A lo largo de los siglos, las distintas familias religiosas han compartido su carisma y su vida con laicos, a los que acogían en sus casas (temporalmente o de por vida) y con los que establecían distintos tipos de relaciones.
Los monasterios tuvieron “oblatos” desde el s. V, que se ofrecían al servicio del monasterio y participaban de su espiritualidad, sin hacer los votos, conservando su libertad para irse cuando quisieran.
A lo largo del s. XII surgieron en Europa las Órdenes mendicantes, a las que se asociaron desde el principio hermanas y hermanos laicos que compartían su espíritu, pero viviendo en sus casas y ocupándose de sus trabajos y de sus familias.
Muy numerosos fueron los laicos (hombres y mujeres) que se unieron a san Francisco de Asís. Cuando la familia franciscana fue adquiriendo la estructura de una Orden religiosa, los llamados “Hermanos laicos de la tercera regla” (o más sencillamente “terciarios”) conservaron un lugar importante, junto a los frailes y a las monjas, como verdaderos miembros de la familia franciscana.
En el Carmelo, también surgieron desde antiguo hermanas y hermanos laicos, que se sentían vinculados a la Orden y vivían su espíritu en el mundo.
El actual Código de derecho canónico coloca a las Órdenes seglares entre las asociaciones de fieles, destacando tres elementos:
1- El compromiso por la perfección cristiana.
2- La secularidad de sus miembros (viven integrados en la sociedad, haciendo presente su carisma en el mundo).
y 3- La participación en la espiritualidad de una familia religiosa, como rama laical de la misma.
Las define así: «Se llaman Órdenes terceras, o con otro nombre parecido, aquellas asociaciones cuyos miembros, viviendo en el mundo y participando del espíritu de un Instituto religioso, se dedican al apostolado y buscan la perfección cristiana bajo la alta dirección del mismo Instituto» (canon 303).
Las constituciones de la OCDS (Orden del Carmelo descalzo seglar) dicen así:
«El seguimiento de Cristo es el camino para llegar a la perfección que el bautismo ha abierto a todo cristiano. Por él se participa de la triple misión de Jesús: real, sacerdotal y profética. La primera lo compromete en la transformación del mundo, según el proyecto de Dios. Por la segunda, se ofrece y ofrece toda la creación al Padre con Cristo y guiado por el Espíritu. Como profeta anuncia el plan de Dios sobre la humanidad y denuncia todo lo que se opone a él. La gran familia del Carmelo teresiano está presente en el mundo de muchas formas. Su núcleo es la Orden de los Carmelitas descalzos, formada por los frailes, las monjas de clausura y los seglares. Es una sola Orden con el mismo carisma. Esta se nutre de la larga tradición histórica del Carmelo, recogida en la Regla de san Alberto y en la doctrina de los doctores carmelitas de la Iglesia y de otras santas y santos de la Orden. Las presentes constituciones de la ocds son un código fundamental para sus miembros, presentes en distintas regiones del mundo. Por este motivo se caracterizan por la simplicidad de las estructuras y la sobriedad de normas de vida. De este modo, dentro de una unidad fundamental, establecida en este texto legislativo, conservan la apertura a un pluralismo de concretizaciones exigidas por los diversos contextos socio-culturales y eclesiales».
Santa Teresa de Jesús nos dirige unas interesantes palabras a todos los miembros de esta gran familia:
«Ahora estamos en paz calzados y descalzos. No nos estorba nadie para servir a Nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mías, pues tan bien ha oído sus oraciones, prisa a servir a su Majestad. Miren los presentes, que son testigos de vista, las mercedes que nos ha hecho y de los trabajos y desasosiegos que nos ha librado; y los que estén por venir, pues lo hallan llano todo, no dejen caer ninguna cosa de perfección, por amor de Nuestro Señor. No se diga por ellos lo que de algunas Órdenes que loan sus principios. Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor» (Fundaciones 29,32).
Siempre estamos comenzando: frailes, monjas contemplativas, religiosas de vida apostólica, consagrados y seglares. Lo mejor está siempre por delante, porque lo mejor es el encuentro definitivo con Cristo, que tendrá lugar en la vida eterna.
Mientras tanto, cantamos con el salmista: "Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor..."". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
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