Declaración carismática del Carmelo Teresiano.
"Los carmelitas descalzos llevamos varios años reflexionando sobre cómo podemos describir de manera veraz y comprensible nuestra identidad, nuestro estilo de vida y nuestra misión en la Iglesia y el mundo de hoy.
Comenzamos con un estudio personal y comunitario de las Constituciones, que se prolongó desde el año 1999 al 2015 y después hemos continuado reflexionando sobre cómo vivir nuestra vocación en la sociedad contemporánea, siendo fieles a nuestros orígenes carismáticos y adaptándonos a la situación cambiante de nuestra sociedad.
En estos momentos, tenemos un borrador de declaración carismática, que ha sido elaborado con mucho esfuerzo por una comisión internacional, que ha recogido las aportaciones de todas las circunscripciones de la Orden, y que tiene que ser estudiado por todos los religiosos, los capítulos provinciales del año 2020 y el capítulo general del año 2021. La introducción del texto dice así:
¿Quiénes somos los carmelitas descalzos? ¿Cómo podemos describir de manera veraz y comprensible nuestra identidad, nuestro estilo de vida y nuestra misión en la Iglesia y el mundo de hoy? “¿Quién soy yo?”, es la pregunta que cada hombre y mujer se ha planteado y sigue planteándose en nuestro tiempo.
En el contexto del actual mundo globalizado en el cual todo aparece frágil y efímero, en el cual faltan las seguridades y los puntos de referencia estables, y donde todo parece sujeto al cambio constante, también nosotros queremos tomar en mano nuestra realidad para comprender mejor lo que somos y lo que estamos llamados a ser.
El Carmelo Teresiano, iniciado por santa Teresa de Jesús sobre la estela de la antigua familia religiosa del Carmelo, cuenta ya con una larga y fecunda historia. Con el tiempo se ha extendido por todo el mundo y ha asumido formas y estilos diversos, encarnándose en una multiplicidad de culturas.
La diversidad presente en la realidad actual de la Orden respecto al origen, cultura, formación, sensibilidad y actividad nos lleva a dar gracias por la fecundidad de nuestro carisma, pero al mismo tiempo nos pide cuidar tanto la fidelidad a los elementos perennes del carisma como la unidad de nuestra familia, partiendo del espíritu común que nos constituye en un solo cuerpo.
Hoy sentimos intensamente el gran desafío de asumir la riqueza del carisma que nos ha sido dado y de seguir actualizándolo para que reciba nueva vitalidad y se mantenga siempre actual. El carisma que Teresa de Jesús recibió, vivió y transmitió, es una realidad dinámica, que se desarrolla y se expresa en formas siempre nuevas. Debemos ir comenzando siempre para poder ser cimiento de los que han de venir, sin permanecer prisioneros de un pasado glorioso pero actualmente superado, y sin dejar pasar la gracia del momento presente, en el cual estamos llamados a trabajar concretamente para construir el Carmelo que nuestro tiempo necesita.
El Concilio Vaticano II pidió explícitamente que se iniciara una renovación adecuada (accommodata renovatio) de la vida religiosa, y poco después Pablo VI precisó que tal proceso debe permanecer continuamente activo: “Por lo demás la adecuada renovación no se podrá alcanzar de una vez para siempre, sino que ha de ser fomentada incesantemente, mediante el fervor de los miembros y la solicitud de los Capítulos y de los Superiores” (Ecclesiae Sanctae I,19).
La redacción postconciliar de las nuevas Constituciones y Normas Aplicativas fue una etapa fundamental para la renovación pedida por el Concilio. Sin embargo, la rápida y profunda evolución que se está produciendo en la sociedad y en las culturas, como también en el interior de la Orden, exige un discernimiento permanente para responder de modo carismático y siempre actualizado a la realidad contemporánea.
Siguiendo las indicaciones de la Iglesia, nos sentimos impulsados a reavivar el deseo y la práctica de una renovación constante, condición esencial para una fidelidad encarnada a nuestro carisma. La actualización (aggiornamento) pedida por el Concilio no está concluida, porque no puede concluir jamás". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
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