viernes, 24 de abril de 2020

Sobre el descenso de Cristo a los infiernos.

Qué significa Jesús descendió a los infiernos? - Católicos Firmes ...

"Vamos a tratar de una de las afirmaciones del Credo menos entendidas y peor interpretadas, esencial para comprender las celebraciones de la Pascua: el descenso de Cristo a los infiernos. No basta con mantener los enunciados antiguos; hay que entenderlos, interpretarlos, traducirlos. Intentemos explicarlo.
Los judíos consideraban que los muertos descendían a un lugar donde pervivían, rehenes de Satanás, en espera del juicio. A este lugar lo llamaban Sheol (en hebreo), Hades (en griego), Infernus (en latín).
Por eso, cuando los primeros cristianos dicen que Jesús «descendió a los infiernos», quieren decir que murió de verdad, como cualquier ser humano.
Afirmar la muerte de Jesús era una defensa de la autenticidad de la encarnación (para los herejes, ambas eran aparentes) y de la redención. El Hijo de Dios se hizo hombre con todas las consecuencias, participando también del sufrimiento y de la muerte, como todos los seres humanos.
La Iglesia cree que Jesús verdaderamente se hunde en el mundo de los muertos, del desamparo, «desciende a los infiernos», tal y como reza el llamado «Credo de los apóstoles». Vive la experiencia de la muerte en su totalidad.
Además, los Padres de la Iglesia dicen que Cristo descendió al lugar de los muertos para anunciar la salvación también a todos los que habían muerto antes de su venida a la tierra, para abrirles las puertas de la salvación.
Así lo explica una homilía del s. II que se lee hasta el presente en el oficio de lecturas del Sábado Santo: «El Dios hecho hombre ha despertado a los que dormían desde hace siglos, ha puesto en movimiento a la región de los muertos. En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; va a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él. El Señor hace su entrada donde están ellos y ordena a todos los que estaban en cadenas: “Salid”, a los que estaban en tinieblas: “Sed iluminados”, y a los que estaban adormilados: “Levantaos”»". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

domingo, 12 de abril de 2020

¡Resucitó, Aleluya!

Raúl Berzosa on Twitter: "Nueva Obra: "Cristo resucitado". Óleo ...

"Ofrezcan los cristianos

                                     ofrendas de alabanza 
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa". 
Amén. Aleluya.

sábado, 11 de abril de 2020

Sábado Santo.


La Virgen María - María acompaña a Cristo

"Hoy la Iglesia, unida a María, contempla en silencio el misterio del amor y de la esperanza. 


Después de la muerte y sepultura de Jesús, los discípulos huyeron, se dispersaron ante el fracaso evidente: su esperanza yace en un sepulcro y la nuestra se mantiene en una mujer, María, la madre de los creyentes. 


Ella es la única referencia de la Iglesia en el momento en que su Camino está roto, su Verdad despreciada y su Vida sepultada. 

Después de Jesús, ella es la que más conoce al Padre, la que más de cerca ha visto su rostro. Por eso a ella nos dirigimos, en ella buscamos la compañía para esperar. Ella no ve, ella no sabe, ella no entiende, pero ella, como antes Abrahán, cree y espera. 

Aquí podemos entender por qué, como Iglesia, recordamos todos los sábados del año a María: porque ella es el referente orante, el punto de apoyo de los creyentes que ya no ven ni esperanza ni camino. 

Jesús la ha hecho, desde la cruz, madre de la comunidad (Jn 19,25-27), madre de los discípulos y ella empieza inmediatamente a darles a luz, a convertirles en creyentes, precisamente cuando todo invita a la incredulidad. 

Su fidelidad, su sí sostenido hasta más allá de la tumba son el primer tesoro que ha de guardar la Iglesia: «desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27), la acogió -dice el texto- entre sus cosas, como cosa suya". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.


viernes, 10 de abril de 2020

Viernes Santo


5 frases y pensamientos para Viernes Santo | La Oración

"En esta tarde, Cristo del Calvario,

vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de mi cuerpo a tu cuerpo con vergüenza.


¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y solo pido no pedirte nada.
Estar aquí junto a tu imagen muerta
e ir aprendiendo que el dolor es solo
la llave santa de tu santa puerta".

Gabriela Mistral







jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo

Este Jueves Santo se celebra "La Última Cena del Señor"

"Pidamos al Padre Eterno merecer recibir el Pan Celestial,
ya que los ojos del cuerpo no lo pueden mirar,
se descubre a los ojos del alma".
Santa Teresa de Jesús
Camino 32,5.




Lavatorio a los pies del Papa Francisco a 12 presos, en la Misa de ...
 "Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido". Jn 13,3-5.

martes, 7 de abril de 2020

Meditación para Semana Santa.


Cuándo es Semana Santa? Las fechas de Semana Santa 2020

"No estaban preparados. Nadie estaba preparado para la manifestación de Jesús, el Nazareno. Pilló a todos desprevenidos. A sus discípulos, que no entendieron los acontecimientos que se avecinaban; a las autoridades judías, que le acusaron de blasfemo y de falso profeta; a Pilato y a los romanos, que lo condenaron sin tener claro por qué; a los soldados, que lo torturaron sin motivo; a los que lloraron su muerte como una desgracia y a quienes la celebraron como un descanso... 


Nadie entendió nada. Se mofaron de él, le escupieron, le azotaron, le acusaron de traición, de blasfemia, de autodenominarse Dios, de revolucionario… Pero nadie entendió lo que estaba pasando.


Tuvo que soportar una horrible pasión para mostrarnos el camino de la vida. Tuvo que soportar la cruz, para que ella se convirtiera en nuestra fuerza. Tuvo que morir para que un soldado romano dijera: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Tuvo que resucitar para mostrarnos cuál es nuestro destino. 

Lástima que entonces nadie estuviera preparado para su manifestación, que nadie adivinara quién era ni para qué había venido.

A nosotros nos dejó para siempre su ejemplo y el don de sí mismo: "Si yo , que soy vuestro Señor y maestro, os he lavado los pies, hacedlo también vosotros... Esta es mi sangre, que se derrama para el perdón de vuestros pecados, haced esto en memoria mía".

Señor Jesús, abre nuestros ojos para que descubramos tu presencia junto a nosotros, abre nuestras mentes para que comprendamos tu mensaje, transforma nuestros corazones para que se parezcan al tuyo. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 6 de abril de 2020

La unción en Betania.

Lunes Santo: "La unción de Betania: Un gesto de amor que desvela ...

"Cuando «faltaban dos días para la fiesta de Pascua» (Mc 14,1; Mt 26,2), Jesús fue invitado a un banquete en casa de Simón el leproso. Durante la cena, una mujer derramó sobre su cabeza un frasco de perfume de nardo puro, muy valioso, de más de trescientos denarios (el sueldo anual de un obrero).

La valoración es, sin duda, exagerada, pero el texto indica que esta mujer no hace cálculos humanos en su entrega a Cristo: «derrama» sus bienes (o mejor, su vida) por Jesús. Preciosa imagen de un amor sincero y total.

Un don total, que no se puede medir

Precisamente en el mismo contexto de la Semana Santa, Jesús alabó la limosna de una viuda que echó en el arca más que nadie, «porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,44). 

Como ella, la mujer de Betania ha entregado todo, se ha entregado a sí misma, sin medidas ni razones.

Algunos se preguntaron: «¿Para qué este despilfarro» (Mc 14,4) y es Jesús mismo quien responde: «Para mi sepultura» (Mc 14,8). 

Es significativo que en el texto original se usa la misma partícula en la pregunta y en la respuesta para ponerlas en relación, aunque entre medias se añadan otras cosas. Jesús relaciona la unción y su muerte, ya que los cadáveres eran ungidos con perfumes antes de enterrarlos.

Los evangelistas subrayan las distintas actitudes frente a Jesús: Los jefes de Israel se habían «preparado» para acabar con Jesús; Judas se «preparaba» a entregarlo y esta mujer «preparó» su cuerpo para la sepultura. Por eso, Jesús afirma que lo que hizo esta mujer es una «buena noticia» que entra a formar parte del anuncio cristiano (Mt 26,13). 

La tensión dramática crece cuando los enemigos de Jesús encuentran un aliado en uno de sus discípulos, que se convierte en modelo de los que abandonan al maestro, de los que lo «entregan» (cf. Mt 26,15).

Una unción mesiánica

Pero este gesto esconde un significado más profundo: Como los reyes eran ungidos con perfumes preciosos, el gesto de la unción, realizado en este contexto, manifiesta que el que va a morir es verdaderamente el rey-mesías, el ungido del Señor, aquel del que se anunció: «El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros» (Sal 45 [44],8).

También los gladiadores ungían su cuerpo antes de la lucha en la arena. Y Cristo se dispone a enfrentarse definitivamente con el enemigo de los hombres, Satanás. La unción en Betania es una preparación para el combate. 

El perfume de nardo derramado sobre la cabeza de Jesús indica su consagración real, profética y sacerdotal, su unción mesiánica; pero, al mismo tiempo, anuncia que se prepara para la lucha y la muerte, para la sepultura y el amortajamiento.

En la versión de san Juan, sucedió en la casa de Lázaro, «seis días antes de la fiesta judía de la Pascua» y fue María de Betania la que ungió los pies de Jesús (Jn 12,1). 

Por su parte, Lucas también habla de otra unción realizada por una prostituta (Lc 7,36-50). 

Esto ha llevado a una confusión, ya que algunos identifican a María de Magdala (ciudad situada en Galilea, al norte) con María de Betania (ciudad de Judea, al sur) y con la prostituta del relato de Lucas, pero son tres personas distintas. 

En los casos de María de Betania y de la prostituta se habla de una unción de los pies, un gesto de veneración bastante común en la época, por lo que pudo repetirse varias veces en contextos distintos. 

Pero en el caso de la mujer anónima de Mateo y Marcos se trata de una unción en la cabeza antes de su pasión, lo que adquiere un significado distinto, de consagración mesiánica. 

Ella no es totalmente consciente, pero está realizando un gesto profético (que cumple lo que anuncia). Por eso, «en cualquier parte del mundo donde se proclame el evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho para memoria suya» (Mc 14,9)". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos.

Evangelio del día - Lecturas del domingo, 5 de abril de 2020
"... ¿No se llama María su madre?” (Mt 13,55).

¿No es Jesús el hijo de aquella que, embarazada y a lomo de burro, cuando el emperador dictó una ley que ordenaba hacer un censo en todo el imperio, subió con José a Belén, para hacerse inscribir? (Lc 2,1-5), ¿No es el hijo de aquella que lo dio a luz en un pesebre? (Lc 2,7), ¿No es el hijo de aquella que, con José y el niño, huyó, desplazada, a lomo de burro, porque Herodes buscaba al niño para matarlo? (Mt 2,13).
Por eso Jesús, llegada su hora, dijo a sus discípulos: "Vayan al pueblo que está enfrente. Al entrar, encontrarán amarrado un burrito. Desátenlo y tráiganlo".
Jesús es el hijo de María, mujer humilde, y por eso se desplaza como los humildes. De ella aprendió a ser pobre: no era ciudadano romano, no tenía ningún título distinto a los de “hijo de María” e “hijo del carpintero”.
Por eso Jesús entra triunfante a Jerusalén, pero montado en la cabalgadura que le correspondía como pobre, aclamado por los pobres que le seguían, porque en la sociedad de los satisfechos no hay lugar para que el pobre triunfe. “Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).
María fue pobre y socialmente sin importancia. Jesús, el hijo de María, fue, como ella, también pobre y socialmente sin importancia.
Hoy celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén. Como los pobres y los humildes de entonces, reconocemos en la persona de Jesús, el hijo de María, el proyecto de una humanidad nueva, que se gesta a partir de la humildad y la sencillez. Acompañando a Jesús y María, proclamamos la fe en el poder de Dios y, al mismo tiempo, testimoniamos la esperanza invencible de los pequeños". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.



sábado, 4 de abril de 2020

Liturgia y espiritualidad del Domingo de Ramos.


Domingo de Ramos: 5 de abril de 2020 – Iglesia en Aragon

"La liturgia actual del Domingo de Ramos tiene dos partes bien diferenciadas, aunque relacionadas entre sí.

La primera consiste en la procesión, precedida por la bendición de los ramos y la proclamación del evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén. 

La segunda es la eucaristía, en la que se leen uno de los cánticos del siervo de Yahvé (Is 50,4-7), el himno paulino que habla de la obediencia de Jesús, que «se rebajó hasta someterse a la muerte» (Flp 2,6-11), y la pasión del Señor, en la versión del evangelista propio de cada ciclo. 

El color litúrgico es el rojo, como el Viernes Santo...".

"... La entrada triunfal en Jerusalén fue la manifestación de Jesús como el mesías-rey prometido por los profetas. Antes había rechazado este título, demasiado unido a las expectativas políticas de Israel. Cuando las circunstancias hacían prever el desenlace, lo aceptó, mientras el pueblo aclamaba: «Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David» (Mc 11,10). 

Para que se comprenda qué tipo de reinado es el suyo, no entra en la ciudad sobre un carro de combate o un caballo. Tampoco le vitorean soldados con armas. Por el contrario, entra montado en un asnillo, aclamado por los niños, que menean ramos de olivo. El asno es el animal que usaba la gente sencilla en sus trabajos y en sus desplazamientos. San Juan dice que sus discípulos no entendieron el gesto y que solo más tarde comprendieron que estaba cumpliendo una profecía (cf. Jn 12,16).

Efectivamente, Zacarías anunció que un futuro rey de Jerusalén lo terminará siendo de toda la tierra con estas palabras: «Se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un borriquillo. Destruirá los carros de guerra de Efraín y los caballos de Jerusalén. Quebrará el arco de guerra y proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar, desde el Éufrates hasta los confines de la tierra» (Zac 9,9-10). 

La Iglesia, con la mirada puesta en la mañana de Pascua, aclama a Cristo como su rey, triunfador del pecado y de la muerte, aunque es consciente de que su entrada en Jerusalén es, al mismo tiempo, el inicio de su sufrimiento. De esta manera, la liturgia pone en relación la Cuaresma y la Pascua al unir las alegres aclamaciones en honor de Cristo rey y la proclamación de su pasión: 

«Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy, cercana ya la Noche santa de Pascua, nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén. Por ello, recordando con fe y devoción la entrada triunfal de Jesucristo en la ciudad santa, le acompañaremos con nuestros cantos para que, participando ahora de su cruz, merezcamos un día tener parte en su resurrección» .

Al cantar «Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor», debemos recordar las oraciones de Adviento, en las que se suplica la «venida» del Señor, y las de Navidad que la celebran como ya acaecida. 

La liturgia de este día, que une las promesas, el cumplimiento histórico y la esperanza de plenitud, la pasión y el triunfo, la Cuaresma y la Pascua, enseña que no hay ningún día del año que sea independiente de los otros. Todas las fiestas están unidas entre sí y todas celebran a Cristo que vino, que viene y que vendrá; que asume nuestra pobreza para darnos su riqueza; que se entrega a la muerte para darnos vida. Aunque en todas las eucaristías se anuncia la muerte del Señor y se proclama su resurrección hasta que él vuelva (Cf. 1Cor 11,26), en la celebración del Domingo de Ramos se manifiesta especialmente la profunda unidad del misterio de Cristo...". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

jueves, 2 de abril de 2020

Todo es gracia.


"Estos días de pandemia y de confinamiento obligado, cada uno saca de su corazón lo que lleva en él. Hay personas buenas, que siguen sirviendo al Señor y a los hermanos con todas sus fuerzas y hay quienes siembran inquietud y malestar con sus quejas continuas y comentarios negativos.

Es triste, pero comprensible que esto suceda en la sociedad civil, con las manipulaciones de algunos políticos, que defienden sus ideologías antes que el bien de los ciudadanos. 

Incluso uno se espera las acusaciones de algunos evangélicos, con la acostumbrada canción de que la Iglesia católica es muy rica y debería dar sus bienes a los pobres. 

Es inútil recordarles que los bienes artísticos e históricos de la Santa Sede son inalienables y que en el tratado de Letrán (por el que se creó el estado Vaticano) se especifica que no pueden venderse ni salir de Italia. 

Les pasa lo que a Judas, que se escandalizó por el perfume derramado a los pies de Jesús, "pero no le preocupaban los pobres" (Jn 12,6). Solo necesitaba una excusa.

Mi comunidad es sencilla, pero seguimos haciendo el reparto de alimentos a las familias necesitadas (hoy vendrán a recogerlos las 80 familias a las que atendemos semanalmente). Los mercedarios, que son la parroquia de al lado de la nuestra, siguen repartiendo alimentos para 400 familias necesitadas. Estos solo son dos ejemplos de los muchos que podrían citarse.

Lo que es desconcertante es que también suceda en el seno de la Iglesia. Normalmente no veo la televisión (ni antes ni ahora), por lo que me ahorro muchos malos ratos, pero me duelen los comentarios tóxicos en internet de algunas personas que se dicen católicas.

En mi cuenta de facebook y en la del santuario de santa Teresita, hay personas que proponen que se hagan misas públicas y se lamentan porque no pueden participar en los sacramentos. Nos acusan de falta de fe y cosas similares.

Un obispo mexicano ha llegado a afirmar que esta enfermedad es un castigo de Dios por el aborto y los pecados sexuales. Otro obispo (creo que eslovaco, pero ahora no recuerdo y no tengo ganas de ir a averiguar de dónde exactamente) se ha atrevido a sugerir que es un castigo de Dios por los abusos litúrgicos y que el papa debería hacer un acto de desagravio por el sínodo del Amazonas.

No sé qué imagen de Dios tienen estas personas, pero ciertamente no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que tiene entrañas de misericordia y se solidariza con los que sufren. Recordemos las palabras de santa Teresita: «Mi camino es todo de confianza y de amor, no comprendo a las almas que tienen miedo de un tan tierno amigo» (Cta 226)...".

"... En su enfermedad (santa Teresita), manifestó: «Sin duda es una gracia muy grande recibir los sacramentos; pero cuando Dios no lo permite, también está bien, todo es gracia».

Lo mismo vemos en el texto de santa Isabel de la Trinidad que recogemos al inicio de esta entrada: «Dios no tiene necesidad del sacramento para venir a mí».

San Juan de la Cruz estuvo nueve meses en la cárcel, sin poder celebrar los sacramentos, y allí tuvo las experiencias más altas de unión con Cristo y compuso sus hermosas poesías.

La Iglesia católica de Corea no tuvo sacerdotes que celebraran los sacramentos durante cien años, pero los cristianos se mantuvieron firmes en la fe.

Hoy mismo hay muchos católicos que viven en países musulmanes, o están en la cárcel, o en el hospital, o en poblaciones aisladas y no pueden participar en los sacramentos.

Recordemos que los sacramentos son los medios ordinarios para recibir la gracia de Dios, pero él se hace presente de muchas otras formas en las circunstancias extraordinarias.

Aquí se trata de fe, no de otras cosas. ¿Tengo fe en que el Señor está con nosotros todos los días?, ¿sé descubrir su presencia amorosa junto a mí también en los momentos de dificultad?, ¿estoy dispuesto a colaborar con él en la construcción de un mundo mejor, sembrando rosas y no cardos a mi paso?

Aprovechemos este tiempo de encerramiento obligado para orar y para leer cosas que nos ayuden a crecer, dejando de lado todo lo demás...". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd


miércoles, 1 de abril de 2020

Cronología de la Semana Santa de Jesús.


Pascua para los mormones

"Aunque pueda sorprendernos, ya que estamos acostumbrados a la presentación que la liturgia hace de los últimos días de la vida terrena de Jesús, no es fácil establecer las fechas exactas de los últimos acontecimientos de su existencia, ni la sucesión exacta de los mismos; ni tampoco está claro si la última Cena fue una verdadera cena pascual o solo una cena de despedida. Lo único seguro es que todo sucedió en el contexto de una Pascua judía. 

Recordemos que los judíos siguen en sus fiestas un calendario lunar, por lo que sus días y meses no siempre coinciden con los nuestros, que seguimos un calendario solar. Además, no era sencillo establecer el día exacto de la luna llena o de la luna nueva, por lo que muchas veces los estudiosos no se ponían de acuerdo sobre si una fiesta se debía celebrar un día concreto o el siguiente. Para terminar de complicar las cosas, había distintas maneras de computar los días y las fiestas.

Los cuatro evangelistas coinciden en afirmar que Jesús murió el viernes, permaneció sepultado el sábado y resucitó «el primer día de la semana» (es decir, el domingo). Sobre las otras fechas son más imprecisos, pero se pueden calcular a partir de ahí. 

La principal dificultad está en que los evangelistas sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) afirman que Jesús murió el día de la Pascua (que, por lo tanto, ese año habría caído en viernes), mientras que Juan afirma que fue crucificado la víspera de Pascua (que ese año habría caído en sábado). Esta dificultad no debe extrañarnos demasiado. Basta con que intentemos recordar en qué día de la semana cayó la Navidad el año pasado para darnos cuenta que no es sencillo acertar (imaginémonos la de hace 30 o 40 años).

La fecha de la última Cena. Como ya hemos dicho, los cuatro evangelistas dan a entender que la cena de despedida tuvo lugar el jueves antes de la fiesta de Pascua. La diferencia está en establecer en qué día de la semana cayó la Pascua ese año.

Por un lado, los sinópticos dicen que ese año cayó en viernes, por lo que la cena del jueves fue una verdadera cena pascual. En ese caso, Jesús fue juzgado y murió el mismo día de la Pascua. (Esto crea muchos problemas históricos, ya que es difícil que los judíos se reunieran a juzgar a alguien en esa fecha tan solemne y aún más difícil que después se desplazaran al lugar de la ejecución).

Según san Juan, sin embargo, ese año la Pascua cayó en sábado, por lo que Jesús murió el día de la vigilia (el viernes), precisamente a la misma hora en que se sacrificaban los corderos. Por eso los judíos «no entraron al pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua» (Jn 18,28). En ese caso, la cena del jueves fue un anticipo de la Pascua, pero no fue una cena pascual, hablando con propiedad.

Esta aparente contradicción temporal parecía insuperable hasta que se descubrieron los documentos de Qumram. Allí apareció el calendario que seguía la comunidad de los esenios, con el año dividido en cuatro trimestres, cada uno de ellos compuesto por dos meses de 30 días y uno de 31. En este calendario las fiestas anuales caían siempre en los mismos días de la semana. En concreto, el inicio del año y la Pascua se celebraban siempre en miércoles. 

Estudios posteriores han demostrado que otros grupos judíos (especialmente fuera de Jerusalén) también usaban este calendario, que había sido el habitual hasta que las clases dirigentes asumieron un cómputo distinto. Jesús pudo celebrar una cena pascual con este calendario. Eso explicaría por qué algunos textos cristianos muy antiguos dicen que la última Cena y la traición de Judas tuvieron lugar el miércoles y con este dato se justificaba desde finales del siglo I el ayuno cristiano los miércoles (recordando la traición de Judas) y los viernes (en memoria de la muerte de Jesús). 

También explicaría que en los textos evangélicos no se haga ninguna referencia a la presencia del cordero ni a otros elementos específicos de la cena pascual en la última Cena, ya que Jesús mismo es el verdadero Cordero, como indica san Juan al afirmar que falleció en el mismo momento en que los corderos eran sacrificados en el templo. 

Por último, daría el tiempo necesario para situar los distintos movimientos que narran los evangelios entre la detención del Señor y su muerte, que no caben si se concentran solo en la noche del jueves y la mañana del viernes: traslado de Jesús a las casas de Anás y Caifás, dos juicios judíos, burlas de las autoridades judías, entrega a Pilato, traslado a la casa de Herodes, regreso al pretorio y juicio romano, flagelación, burlas de los soldados, desplazamiento al Gólgota y crucifixión. 

De todas formas, esta cronología tampoco aclara todos los puntos. De hecho, la cena tenía lugar la tarde anterior al día de Pascua, por lo que en ese caso se habría celebrado el martes (que para los judíos ya era miércoles, porque el día comenzaba con la puesta del sol de la víspera). 

Para terminar de complicar la cuestión, algunos historiadores alargan durante unos meses los acontecimientos que los evangelistas reúnen en una semana. Según esta propuesta, la entrada triunfal en Jerusalén no habría tenido lugar durante las fiestas de Pascua, sino durante las fiestas de las Tiendas o de los Tabernáculos, que se celebraban en septiembre. 

En dicha fiesta se hacían procesiones con ramos de palmas, que se llevaban desde la zona de Jericó a Jerusalén, tal como mandaba la Escritura y se sigue haciendo hasta el presente: «El primer día [de la fiesta de los Tabernáculos] tomaréis ramos de palmera, ramas de árboles frondosos y sauces del río…» (Lev 23,40); «Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de palmera…» (Neh 8,15). Además, en dicha fiesta los sacerdotes del templo daban vueltas alrededor del altar gritando repetidamente «¡Hosanna!».

Si la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén tuvo lugar durante la fiesta de las Tiendas, se explicarían mejor algunos datos, como que Juan no sitúe la purificación del templo en el contexto de la Semana Santa, sino mucho antes (cf. Jn 2,13-22) y que también presente como sucedida varias semanas antes de la Pascua la reunión del sanedrín en la que las autoridades judías decidieron dar muerte Jesús (cf. Jn 11,47-50), así como las numerosas disputas con las autoridades antes del desenlace definitivo y las idas y venidas de Jesús a Jerusalén. Pero esa hipótesis tampoco aclara todos los puntos oscuros.

Como vemos, establecer la fecha exacta de la celebración de la última Cena sigue siendo problemático. Pero, independientemente de los momentos exactos en los que tuvieron lugar la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, la unción (o las unciones) en Betania, la última Cena, los juicios contra Jesús y su crucifixión, está claro que los evangelistas ponen todos esos acontecimientos en relación con la Pascua judía...". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.






“Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí”.
Sta. Isabel de la Trinidad, ocd.


“… No puedo ir a la iglesia ni recibir la sagrada Comunión, pero, ya ve, Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí. Me parece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en Él”. ¡Oh! Esta es mi vida. Es tan bueno, ¿verdad?, pensar que, a excepción de la visión beatífica, nosotros le poseemos ya como los bienaventurados le poseen en el cielo. Que podemos no abandonarlo, no dejarnos distraer de Él. ¡Oh!, pídale mucho que le deje apoderarse de mí, que me arrebate…
¡Es tan bueno abandonarse, sobre todo cuando se conoce Aquel a quien uno se entrega!".

Sta. Isabel de la Trinidad, carmelita descalza - Carta 62, Al canónigo Angles. Viernes 14 de junio de 1901.



https://america.cmtpalau.org/2020/03/la-eucaristia-en-los-tiempos-del-coronavirus/?fbclid=IwAR1nzmDPD3-dX6vDvm-vmFBUUlVIb5nZs57WHcLoQnxD4lGl2QJdyO2b68k