lunes, 28 de octubre de 2019

Enseñanzas de santa Mariam Bawardy sobre la humildad.

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"Las lecturas de la misa de este domingo (ayer) nos invitan a ser humildes. Recordemos que santa Teresa de Jesús decía que "humildad es andar en verdad". Si no comenzamos por conocernos tal como somos, sin idealizarnos, no podremos aceptarnos ni vivir en paz, tampoco podremos caminar por las sendas de la santidad.
Hay una carmelita descalza que tiene grandes enseñanzas sobre este tema: la arabita santa María de Jesús Crucificado (Mariam Bawardy, 1846-1878).
Ella no “tenía” humildad, sino que “era” humilde. Se sabía pequeña y se gozaba de serlo.
De sí misma decía que era una “pequeña nada”. Su única grandeza consistía en que Dios pone su mirada en los pequeños y los trata con misericordia. Ella se sabía mirada por Dios y herida de su amor, precisamente porque era débil e ignorante.
Decía:
“Bienaventurados los pequeños. Ellos caben en cualquier sitio, pero los grandes tienen dificultades para entrar en todas partes”.
“Jesús nació en una cueva y sigue viviendo en las cuevas y lugares pobres”
“Pregunto al Altísimo: ¿Dónde habitas? Y él me responde: Cada día busco una casa y nazco nuevamente en una cueva, en un lugar pobre. Soy feliz en un alma pequeña, en un pesebre. Cada vez que pregunto a Jesús dónde habita, él siempre me responde: En una cueva. ¿Sabes cómo he vencido al enemigo? Naciendo en lo más bajo”.
Por eso, su deseo era permanecer pequeña, siendo “un pollito”, “un gusanito”, “una hormiguita”, “una corderita”, “una semillita”.
Es lo mismo que recomendaba a sus hermanas de comunidad: “Sed pequeñas, permaneced siendo pequeñas, para que vuestra madre os proteja bajo sus alas, como la gallina recoge a sus polluelos, pero los echa de su lado cuando se hacen grandes. Sed pequeñas, pequeñas y Jesús os protegerá. Mirad la gallina clueca con sus pollitos: mientras son pequeños, ella les da de comer con su pico, los esconde bajo sus alas y los protege. Sed pequeñas y el Señor os cuidará y os alimentará. Pero cuando los pollitos se hacen grandes, la clueca ya no los alimenta y los aleja de su lado picoteándolos para que se vayan. Si son pequeños y llega un enemigo, ella los recoge, los cubre, se pone en pie y se enfrenta con furia al enemigo. Pero si son grandes, no se preocupa de ellos; que ellos cuiden de sí mismos”.
Aunque tenía muchas experiencias extraordinarias, era consciente de que no dependían de ella, por lo que no las daba importancia. Pero ella sabía que vivir con intensidad cada momento y encontrar a Dios en la vida ordinaria sí que depende de cada uno, por lo que es en eso en lo que insistía.
Y añadía: “La santidad no consiste solo en rezar, ni en tener visiones o revelaciones, ni en la ciencia del bien hablar, ni en llevar cilicios y hacer penitencias. La santidad consiste en crecer en la humildad. La humildad es la paz, es la reina. El alma humilde siempre es feliz. En la lucha y en la pena se humilla y piensa que aún merece más contradicciones. Lo que turba el corazón es el orgullo. Un corazón humilde es un jarrón, un cáliz que contiene a Dios. El Señor nos enseña que un alma humilde, verdaderamente humilde, hará milagros aún más grandes que los de los antiguos profetas… En el paraíso los árboles más hermosos son aquellos que han pecado más, pero se han servido de sus miserias como los árboles se sirven de estiércol para crecer. En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo”.
Sobre este tema de la humildad y el orgullo nos ha dejado enseñanzas preciosas, como cuando afirmaba: “El orgullo es la fuente de todo pecado, mientras que la humildad es la base de toda virtud. Por el orgullo se perdió el ángel más bello; cayó por su orgullo. Si se hubiese humillado, si hubiese hecho ofrenda a Dios de todo cuanto era, sería ahora incluso más bello. El demonio se perdió por su orgullo. Dios habría perdonado a Adán y Eva si se hubieran humillado después de haber pecado. Hasta el mismo Judas habría alcanzado el perdón si se hubiese humillado. Lo que nos pierde es el orgullo. Por el orgullo la voluntad del hombre se rebela contra Dios. Sin embargo, la humildad abre camino para alcanzar otras virtudes... ¡Oh cuánto deseo ser humilde y que las criaturas todas me desprecien! Dios está dispuesto a perdonar al pecador que se humilla. Mira con más amor al alma que vuelve a él por humildad que al alma fiel que se complace en las propias virtudes. Esta corre el riesgo de perderse por el orgullo, mientras que el pecador alcanza misericordia humillándose”.
De sus enseñanzas, lo que más me impresiona es lo que ya hemos leído: “En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo”.
Por lo tanto, si somos humildes podemos ir al cielo, aunque tengamos muchos defectos y seamos pobres pecadores, pero si somos orgullosos nos cerramos las puertas, aunque hagamos numerosas obras heroicas y admirables". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 18 de octubre de 2019

18 de octubre. San Lucas evangelista.

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miércoles, 16 de octubre de 2019

Octubre, mes marcado por dos grandes Teresas.

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"El mes de octubre está marcado por las celebraciones en honor de dos grandes mujeres que comparten en nombre de Teresa.
El 1 de octubre se celebra la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897), también conocida como Teresa de Lisieux, por la ciudad francesa en la que vivió desde los cuatro años hasta su muerte, cuando tenía veinticuatro. Es «la santa más grande de los tiempos modernos», doctora de la Iglesia y patrona de las misiones, junto con san Francisco Javier.
La «Historia de un alma» (su autobiografía) es el libro más traducido y editado en toda la historia de la humanidad, después de la Biblia. Además, ha sido la santa más citada por los papas que han gobernado la Iglesia después de su muerte y es una de las mujeres que más han influido en la evolución de la teología.
Experta en «la ciencia del amor», insiste en que Dios es «más tierno que una madre» y nos enseña a aceptar pacíficamente los propios límites y capacidades, poniendo nuestras vidas con confianza y abandono en las manos de Dios.
Sus padres, los santos Luis Martin y Celia Guerin son un ejemplo de matrimonio cristiano. Luis y Celia se casaron en 1858 y tuvieron nueve hijos, a los que transmitieron una sólida formación cristiana. Cuatro de ellos murieron en corta edad y las cinco restantes fueron religiosas. La más conocida de sus hijas es santa Teresita.
Vivieron ejemplarmente su vocación matrimonial, como esposos llenos de ternura y delicadeza, padres entregados a la educación humana y religiosa de sus hijas, trabajadores honestos, generosos en ayudar a los pobres y a la Iglesia en sus necesidades. Cultivaron en familia la vida de fe y piedad, practicando juntos la oración y la lectura de libros espirituales.
El 15 de octubre se celebra la fiesta de santa Teresa de Jesús (1515-1582), también conocida como Teresa de Ávila, por la ciudad española en la que nació y en la que fundó el primer monasterio de carmelitas descalzas, que hoy están dispersas por todo el mundo.
Fue la primera mujer de la historia declarada doctora de la Iglesia y la fundadora del Carmelo descalzo, que hoy está extendido por todo el mundo y consta de unas 13.000 monjas contemplativas, unos 3.500 frailes, unas 60 Congregaciones religiosas de vida activa (principalmente misioneras) e Institutos seculares, unos 40.000 miembros del Carmelo seglar y numerosos grupos laicales asociados. Su experiencia de Dios y sus enseñanzas recogidas en varios libros la han convertido en la mayor maestra de oración y espiritualidad en la historia del cristianismo.
En 2015 se tuvieron muchos actos en todo el mundo para celebrar el quinto centenario de su nacimiento. El papa Francisco también escribió varias cartas y mensajes con este motivo. En uno de ellos, afirma: «Ella nos muestra al vivo lo secreto de Dios, donde entró por vía de la experiencia, vivida en la santidad de una vida consagrada a la contemplación y, al mismo tiempo, comprometida en la acción, por vía de experiencia simultáneamente sufrida y gozada en la efusión de carismas espirituales extraordinarios».
Teresa de Ávila fue la primera santa con ese nombre, pero detrás han venido varias más: santa Teresa Margarita Redi del Sagrado Corazón de Jesús (Italia, 1747–1770, fiesta 1 de septiembre), santa Teresa Benedicta de la Cruz (más conocida con su nombre de seglar: Edith Stein, Alemania, 1891-1942, fiesta 9 de agosto), santa Teresa de Jesús de los Andes (Chile, 1900-1920, fiesta 13 de julio), además de varias beatas y venerables.
Entre las que no son carmelitas está la fundadora de las "hermanitas de los ancianos desamparados", santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars (España, 1843-1897, fiesta 26 de agosto), que consagró su vida al servicio de los más frágiles y a fundar hogares en los que acogerlos.
También santa Teresa de Calcuta, fundadora de las "misioneras de la caridad" (19190-1997, fiesta el 6 de septiembre). De pequeña estatura, firme en su fe como una roca, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. «Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres».
Fue un alma inflamada de amor a Cristo y ardiendo con un único deseo: «saciar su sed de amor y de almas». Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en «los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupa».
Que todas las santas de nombre Teresa, especialmente la de Ávila y la de Lisieux, cuyas fiestas celebramos en octubre, nos ayuden a crecer en el amor a Cristo y a los hermanos. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 15 de octubre de 2019

Teresa, la santa de la otra dimensión.



"El título es confuso e intentaré explicarlo para que los lectores sepan a qué me refiero. Existen dos posibles modos de interpretar la figura de santa Teresa. Uno, desde la aceptación de que Dios existe y que actúa en la vida de los creyentes y con mucha evidencia en el caso Teresa: Él la hizo una mujer santa y, como consecuencia, escritora y fundadora. Esta ha sido la interpretación que ha prevalecido durante siglos y la que, creo, sigue prevaleciendo. El fundamento se encuentra en los mismos textos teresianos leídos con libertad, sin prejuicios ideológicos. Por mi cuenta aludo a los siguientes hechos.
El primero fue su “conversión definitiva”, una experiencia fundante obrada, según ella, por el Espíritu Santo. El momento lo ha descrito como un cambio radical desde una vida mediocre, sin relevancia espiritual en el convento de La Encarnación, a una experiencia de liberación interior para amar con pasión, pero sin apegos afectivos: “Desde aquel día yo quedé tan animosa para dejarlo todo por Dios […]. Ya aquí me dio el Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra […], en un punto me dio la libertad” (Vida, 24, 5-8). Se sitúa el hecho hacia el año 1556 y a partir de entonces se adensa en su conciencia la certeza de que Dios no solo es un Ser existente, sino capaz de actuar en su vida, una experiencia mística in crescendo hasta su muerte. Pero hay más datos.
Pocos años después, hacia 1560, Teresa se convierte en escritora capaz de narrar unas experiencias de Dios que hasta entonces eran inefables y la incapacitaban para darse a entender a los primeros censores. Y así nacieron sus obras mayores. Primero, Vida (1562-1565); después y por razones distintas, el Camino de perfección (1566-1567) y, en plena madurez espiritual, las Moradas (1577). Pues bien, Teresa es consciente de que escribe sus obras no solo bajo la inspiración literaria, sino movida por un impulso divino. Valgan como ejemplo los siguientes textos tan frecuentes en sus escritos. “Porque veo claro no soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento, ni sé después cómo lo acerté a decir. Esto me acaece muchas veces” (Vida, 14. 8). “Que muchas cosas de las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial” (Vida, 39, 8).
Esa misma percepción la tiene en su quehacer como fundadora de conventos, consciente de que no es obra suya sino de un Dios Providencia que la ha elegido como mediación necesaria. No es un sencillo acto de humildad, sino un despojo total del yo, de baja autoestima como dirían los analistas de la personalidad, en una obra que, socialmente considerada, es esencialmente suya. Cualquier lector sin prejuicios encuentra sucesos en las fundaciones teresianas que no se explican por la pura racionalidad, ni por la simple casualidad.
Y esa experiencia de Teresa de un Dios providente como principal y casi único actor ha quedado reflejada en el libro de la Vida y las Fundaciones. Por ejemplo, al comprobar algunos hechos extraños en la fundación del convento de San José en Ávila los califica de milagros y se ve obligada a exclamar: “¡Oh, grandeza de Dios! Muchas veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios” (Vida,  35, 12). Y al final se da cuenta que ha sido demasiado remisa al contar la historia “para los muchos trabajos y maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de esto muchos testigos que lo podrán jurar”. Y pide a los censores del escrito que entreguen el libro a las hermanas del convento después de su muerte para que “vean lo mucho que puso su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja como yo” (Vida, 36, 29). Pero no solamente sucedieron milagros en el convento de San José de Ávila, sino en cada una de las fundaciones.
Encaja en este contexto una pequeña anécdota. Cuando en los años 1861-1862, el polígrafo español don Vicente de la Fuente, no fraile ni cura, sino un sabio laico, publicó los Escritos (no Obras) de Santa Teresa en la Biblioteca de Autores Españoles (BAE), la presentó como una “escritora santa”, privilegiando o enfatizando lo de escritora, sin olvidar el hecho de ser santa. Pues bien, a un crítico de la edición —el Señor Pedroso— le pareció mal porque —según él— lo que prevalece en Teresa es el “ser santa” (obra de Dios) y, en cuanto tal, es “escritora”. Don Vicente le respondió que la había incluido en una colección de “escritores” y por eso puso en primer lugar lo de “escritora”, sin renegar de su “santidad” (cf. BAE, vol. 55, Escritos de Santa Teresa, II, Ed. de Madrid, Atlas, 1952, pp. XIII-XIV).
Volviendo al título de este escrito, también es posible una segunda lectura de su personalidad, la que llamo “la otra dimensión”, que consiste en interpretar la vida de la Santa, su obra literaria y fundacional, como un fenómeno raro, pero explicable por las leyes de la ciencia y —¿por qué no?— desde el ateísmo o la increencia en Dios. Si esa actitud me parece razonable no lo es el considerar a los creyentes en Dios incapaces de entender la persona y el pensamiento de santa Teresa porque hacen una lectura “devota”, no científica. Puedo decir que, desde hace tiempo, muchos que creemos en Dios la estamos interpretando desde la historia y otras ciencias humanas.
Pero vengamos al caso de los ateos o agnósticos. Acepto como posible que descubran en Teresa una personalidad excepcional, dotada de muchas “gracias de naturaleza” a las que alude ella, como la belleza, el encanto seductor de su habla, la amabilidad, la afectividad, su poderosa voluntad de acción y sus muchas realizaciones, su despierta inteligencia, su personalidad tan rica de recursos, la empatía, la sinceridad, aborrecer las “cosas deshonestas”, su capacidad de análisis del yo profundo, etc. Y después, tantos temas, tan variados e interesantes de historia, de psicología, de economía, etc.
No obstante lo dicho, tengo mis dudas de que sean capaces de percibir la grandeza de su personalidad total de la mujer Teresa que es grande como escritora y fundadora en cuanto creyente en Dios, una dimensión fundamental de su personalidad que da sentido a toda su vida. Sin esa clave de lectura, veo difícil una comprensión de su persona y de su obra.
Lo que me resulta inaceptable en intérpretes increyentes es lo que escribió un racionalista convicto y confeso como León Maínez, autor de Teresa de Jesús ante la crítica, Madrid, 1880. La llama “mujer alucinada o alucinadora”; que ha dejado “un legado de impertinentes desvaríos a las edades venideras”; y que “cada año que trascurra será, por consiguiente, menor el número de afectos que contará santa Teresa”; ni estuvo “inspirada de Dios, ni fue santa, ni recibió avisos célicos, ni hizo bien alguno a España con sus rezos y sus conventos”. Vaticinó que pronto terminaría la fama e influencia de la enfermiza monja y fue todo lo contrario, como demostró el III Centenario de su muerte en 1882 y la cada vez mayor difusión de sus escritos, declarada por el papa Pablo VI “doctora” de la Iglesia en 1970.
Concluyendo y profundizando en el tema, cabe el fantasear con hipótesis y futuribles. Por ejemplo, qué hubiera sido Teresa de no haber sido lo que fue: monja, fundadora de una Reforma de monjas y frailes, escritora de sus propias experiencias, etc. Podemos pensar qué hubiera sido si se hubiera casado a una edad temprana; o si se hubiera embarcado en la aventura americana, como otras mujeres, junto a sus hermanos, etc. Dejemos las fantasías y bajemos a la tierra. Lo que sí me parece seguro es que, sin la “conversión definitiva” a Dios y el acompañamiento de las experiencias místicas, su nombre se hubiera perdido entre la inmensa multitud de monjas de La Encarnación de Ávila, un nombre sin relieve especial.
Quizás hubiera sido buena cronista de su convento, porque narra muy bien lo que conoce como testigo, a juzgar por lo escrito de su vida y del entorno. Y, de haber sido partícipe de la corte de Felipe II, nos hubiera dejado una preciosa crónica de su reinado llena de vida, de encanto, de humor e ironía. Un sueño a añadir a su biografía real". Daniel de Pablo Maroto, ocd. 






15 de octubre. Santa Teresa de Jesús de Avila.

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"... Hace quinientos años nació en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada. La bautizaron el mismo día en que se inauguró el monasterio de monjas carmelitas de la Encarnación, donde ingresó 20 años después y en el que permaneció durante 27 años, hasta que lo dejó para fundar el monasterio de san José de la misma ciudad. Allí estableció una nueva manera de vivir la consagración religiosa.
Hoy unas 12.000 monjas carmelitas descalzas contemplativas, unos 3.500 frailes carmelitas descalzos, unas 50 congregaciones de religiosas misioneras y varios miles de seglares la llaman su “santa madre” porque se consideran sus descendientes espirituales y quieren dejarse iluminar por sus enseñanzas a la hora de vivir su consagración cristiana.
Teresa se adelantó a su tiempo y al nuestro porque fue al corazón del evangelio, a los valores que permanecen para siempre. No perdió sus energías en cosas secundarias, sino que se concentró en lo esencial, por eso dice: “Estáse ardiendo el mundo y quieren tornar a crucificar a Cristo, porque ponen su Iglesia por los suelos, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas pequeñas? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”.
Se puso honestamente frente a Dios, buscando su rostro, sedienta de agua viva. Y descubrió que él se manifiesta a todos los que lo buscan con corazón sincero, que si el alma busca a Dios, mucho más Dios busca al alma, que él es el principal amador en esta historia, que no se cansa de llamarnos y de salirnos al encuentro de mil modos.
Teresa experimentó que “las misericordias de Dios no se han terminado” ni son cosas del pasado, que “él no se cansa de amar ni de perdonar” y que “él castiga nuestros grandes pecados con bendiciones aún más grandes”. Dios se le manifestó como aquel que busca al hombre para comunicarle su vida, que no se desinteresa de nosotros ni se cansa de ofrecernos sus mercedes. Por eso dice: “ya que él no se cansa de dar, no nos cansemos nosotros de recibir”.
Quiso comunicárselo a todos, pero no le resultó sencillo, porque vivió en una época en la que los varones controlaban la historia y las mujeres gozaban de poca consideración social. De todas formas, con paciencia y perseverancia consiguió hacer que su voz se escuchara en muchos ambientes.
Aunque no disponía de los medios de comunicación contemporáneos, se interesó por lo que sucedía a su alrededor, especialmente por la situación de los pobres (“a los que daría hasta el hábito que traigo puesto”, dice), por las guerras de religión (que entonces devastaban Europa) y por la conquista de América (en la que se mezclaban las luces y las sombras). Esto la movió a moverse: “Como si yo pudiera algo, fuime ante el Señor y le pedí que pusiera remedio a tanto mal, ofreciéndome para ayudarle”.
Ella era consciente de que la historia la manejaban unos pocos y de que le estaban cerradas las puertas solo por ser mujer, pero no se desanimó, convencida de que “no es este tiempo de desechar ánimos virtuosos, aunque sean de mujeres”, por lo que se puso manos a la obra: “Me determiné a hacer lo poquito que yo podía”.
Así se convirtió en escritora, en fundadora de monasterios y en acompañante de caminantes, reuniendo en torno a sí personas de varias condiciones (monjas, frailes, sacerdotes y seglares) para que se ayudaran mutuamente a crecer en el servicio de Cristo, para que se “hicieran espaldas unos a otros”.
Las mujeres de la época tenían vedado el acceso a la formación académica, pero ella fue una mujer despierta y curiosa, por lo que aprendió muy pronto a leer y devoró todos los libros que cayeron en sus manos. Más tarde se convirtió también en escritora, a pesar de las oposiciones frontales que encontró y que supo sortear asumiendo una aparente “retórica de la sumisión” para superar la censura, aunque en muchas de sus páginas reivindica el derecho de las mujeres a formarse y a decidir por sí mismas, sin estar sometidas en todo a la tutela de los varones.
Teresa escribió varios libros que hoy son clásicos de la lengua española y de la espiritualidad cristiana, especialmente el Libro de la vida, el Camino de perfección y el Castillo interior (también conocido como las Moradas), además de numerosas poesías, cartas y otros escritos menores, que desde el principio fueron leídos en copias manuscritas por sus contemporáneos y que se editaron rápidamente después de su muerte. Además, sus obras se tradujeron muy pronto a los otros idiomas europeos y al latín, por lo que su influencia se extendió fuera de las fronteras españolas.
Fray Luis de León escribió: “Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas ahora que vive en el cielo la conozco y veo en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros, que a mi juicio son testigos fieles y sin equívoco de su gran virtud; porque la figura de su rostro, si la viera, me mostraría su cuerpo; y sus palabras, si las oyera, me declararían algo de la virtud de su alma; y lo primero era común y lo segundo sujeto a engaño, de lo que carecen estas dos cosas en que la veo ahora”.
Después de hacer el elogio de las carmelitas descalzas, hablando de la manera de escribir de santa Teresa, fray Luis añade que “fue un ejemplo rarísimo; porque en la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y calidad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”.
Así que ya lo sabemos: hoy, como entonces, quien quiera conocer el verdadero espíritu de esta mujer tiene dos caminos: la lectura de sus obras y el trato con sus hijas". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

miércoles, 9 de octubre de 2019

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"La primera lectura de la misa de hoy está tomada del libro de la profecía de Jonás (4,1-11), del que vamos a hablar en esta entrada.
El profeta Nahum realizó su ministerio hacia el 620 a. C. Anunció al pueblo de Judá la justicia de Dios contra todos sus opresores, especialmente contra Nínive, la capital de Asiria. A diferencia de los otros profetas, no denunció el pecado de sus paisanos ni mucho menos tuvo una visión universal de la salvación. Su escrito se limita a tratar un solo tema: la inminente destrucción de Nínive.
El libro de la profecía de Jonás se sitúa idealmente en el mismo tiempo del profeta Nahum, aunque con una mentalidad contraria.
Aunque se encuentra entre los libros proféticos, es un libro sapiencial, que intenta transmitir una enseñanza teológica por medio de una narración ficticia, aunque quizás tenga a la base el recuerdo de algunos acontecimientos reales (la predicación de algún profeta fuera de Israel o el anuncio profético de que también los no judíos pueden salvarse).
El relato bíblico cuenta la historia de Jonás, a quien Dios ordenó que anunciara la destrucción de Nínive (capital de Asiria, la gran enemiga de Israel). El profeta pensó que si anunciaba a los ninivitas que su ciudad iba a ser destruida por Dios, cabía la posibilidad de que se arrepintiesen de su mala vida, y entonces Dios tendría que perdonarlos. Así que, en lugar de ir a Nínive, que está al noreste, se fue en dirección contraria, hacia Tarsis, que está al noroeste.
Pero Dios suscitó una tempestad, y los marineros terminaron arrojándole al mar después de que Jonás confesara su culpa. Una ballena se tragó a Jonás y lo devolvió a su lugar de partida. Al profeta no le quedó otro remedio que ir a predicar a Nínive.
Tal como imaginaba Jonás, los ninivitas se convirtieron e hicieron penitencia (incluso el rey y los animales domésticos), por lo que Dios tuvo compasión y no destruyó la ciudad. El profeta se enfadó, pero Dios le hizo comprender que él tiene misericordia de todos, también de los enemigos de Israel, de los animales y de las plantas.
Frente al nacionalismo radical de Nahum, Jonás anuncia la universalidad de la salvación. La mayoría de los hebreos esperaba la victoria militar de Israel sobre los otros pueblos, así como su sometimiento y destrucción. Pero el autor de este libro afirma que Dios quiere la salvación de todos.
Además, manifiesta que no es Dios quien castiga a los pecadores enviándoles desgracias, sino que son los pecadores los que se hacen daño a sí mismos con su actuar. Cuando Dios amenaza con un castigo, lo que en realidad hace es avisar de las consecuencias de nuestro actuar, pero lo que él desea es la conversión del pecador para poder salvarle.
Jesucristo puso a los ninivitas como ejemplo de conversión, a diferencia de sus contemporáneos, que escucharon su predicación pero no le hicieron caso. Los evangelios también presentan los tres días que Jonás paso en el vientre de la ballena como imagen de los tres días que Jesús pasó en el sepulcro antes de la resurrección". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 8 de octubre de 2019


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"Los judíos comienzan esta tarde la fiesta de «Yom Kipur», que supone la culminación de los «Yamim Noraim», los diez ‘Días del Temor’ o ‘Días del Arrepentimiento’, que comenzaron con la celebración de «Rosh Hashaná». Dicha fiesta tiene un doble significado: es al mismo tiempo el comienzo de un nuevo año y el día en que Dios juzga las acciones realizadas por los hombres en el año anterior. Aunque los seres humanos son juzgados el día de «Rosh Hashaná», el veredicto del juicio es fijado diez días después, el día de «Yom Kipur».
Los «Yamim Noraim», los diez días de arrepentimiento que transcurren entre «Rosh Hashaná» y «Yom Kipur» son la gran oportunidad que Dios concede a los hombres para que se reconcilien entre sí, salden sus deudas y se dispongan a pedir perdón.
Dios perdona a los hombres el día de «Yom Kipur» si durante los días precedentes han pedido disculpas a los que han ofendido durante el año anterior y han pagado sus deudas pendientes.
Tres son los pasos de la verdadera «Teshubá» (palabra que significa ‘arrepentimiento’, ‘retorno’): 1) Reconocer la transgresión realizada. 2) Confesar verbalmente el propio pecado: «Señor, yo erré, transgredí e hice el mal delante de ti. Me arrepiento y no volveré a hacerlo». 3) Aceptar el compromiso de no incurrir en el mismo pecado en circunstancias similares".

"... Hay cinco cosas que todo judío piadoso no debe hacer esta tarde ni mañana durante todo el día:
1. Comer y beber
2. Lavarse
3. Aplicarse aceites o lociones en la piel
4. Tener relaciones maritales
5. Usar zapatos de cuero

Esto se debe a que, a lo largo del año, la mayor parte de la gente pasa su tiempo dedicado a la comida, el trabajo, las posesiones materiales superficiales (simbolizadas por los zapatos) y los placeres superficiales (simbolizados por los aceites). En Yom Kipur los judíos quieren recordar qué es lo que realmente cuenta en la vida, dejando de lado por unas horas todo lo demás.

El rabino Eliahu Dessler escribió: "En Yom Kipur el poder de la inclinación negativa es apagado. Por lo tanto, nuestro anhelo de elevarnos espiritualmente se reafirma, después de haber estado latente como resultado del efecto amortiguador del pecado en el alma. Este rejuvenecimiento de las intenciones da derecho a la persona a ser considerada de manera especial y ser perdonada"...". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 7 de octubre de 2019

7 de octubre. Fiesta de la Virgen del Rosario.


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"Hoy se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Les recuerdo que el 7 de octubre de 1571, las tropas cristianas vencieron en la famosa "batalla de Lepanto" sobre los turcos, que hasta ese momento avanzaban en la conquista de puertos cristianos.

Como ese día (que era el primer domingo de octubre) las cofradías del rosario celebraban su fiesta en los templos de los dominicos y el papa san Pío V (que era dominico) había organizado un rosario especial en la basílica de santa María la Mayor de Roma para pedir por el éxito de la empresa, el papa dispuso que cada año se celebrara en esa fecha una fiesta en honor de la Virgen del Rosario, también llamada desde entonces "Nuestra Señora de las Victorias". 

El mismo papa dispuso en esa ocasión que se añadiera a las letanías la invocación "Auxilio de los cristianos" (que después evolucionó a la "Virgen Auxiliadora" de los salesianos).

Con el paso del tiempo, se generalizó la costumbre de celebrar esta fiesta el 7 de octubre, aunque en algunos sitios se mantuvo la del primer domingo de octubre, independientemente del día en que cayera". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.  

viernes, 4 de octubre de 2019

4 de octubre. San Francisco de Asís.

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Nació en Asís (Italia) hacia 1182, hijo de un rico mercader de telas. De joven ayudó a su padre en el comercio y fue el rey de la juventud. Participó en la guerra de su ciudad contra Perusa; la cárcel que sufrió y la enfermedad que contrajo le iniciaron en un nuevo camino, por el que Dios lo fue conduciendo hasta su plena conversión. Renunció a su herencia, abrazó la vida evangélica, se desposó con Dama Pobreza, atendió a pobres y a leprosos. Se le unieron compañeros con los que se presentó al Papa: Inocencio III aprobó su forma de vida, que consistía en seguir las huellas de Cristo que adora al Padre, ama todo y a todos, predica incansablemente la penitencia y conversión. Junto con santa Clara fundó la Segunda Orden, la de las Clarisas, y a los seglares les dio directrices para vivir el Evangelio en su estado y condición, la Tercera Orden. En 1223, Honorio III aprobó su Regla definitiva. En septiembre de 1224, sobre el monte Alverna, las Llagas de Cristo quedaron impresas en el cuerpo de Francisco, quien murió en la Porciúncula al atardecer del 3 de octubre de 1226. Gregorio IX lo canonizó en Asís el 16 de julio de 1228.

"No pido milagros y visiones, suplico la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos. Hazme hábil y creativo, para notar a tiempo en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente. Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, auto-control y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día. Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante. Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. 
Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mi un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos".

miércoles, 2 de octubre de 2019

2 de octubre. Fiesta de los ángeles custodios.

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"El 2 de octubre se celebra la fiesta de los santos ángeles custodios. El Catecismo de la Iglesia católica dedica los números 328-336 a hablar de los ángeles:


La existencia de los ángeles, verdad de fe.

328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

¿Quiénes son los ángeles?

329 San Agustín dice respecto a ellos: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel". Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).

330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).

Cristo "con todos sus ángeles"

331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para Él: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).

332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abrahán (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26).

333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31 ; Lc 12, 8-9).

Los ángeles en la vida de la Iglesia

334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12, 6-11; 27, 23-25).

335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia en el canon romano, en la liturgia de difuntos, en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina... y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).

336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 1 de octubre de 2019

1º de octubre, santa Teresita del Niño Jesús.

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"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría. En una palabra es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús".


"El mes de octubre comienza con la celebración de la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897), doctora de la Iglesia y patrona de las misiones. La Historia de un alma (su autobiografía) es el libro más traducido y editado en toda la historia de la humanidad, después de la Biblia.


Nació en Alençon (Francia), de Luis Martin y Celia Guérin, un matrimonio ejemplar que hoy está beatificado. Con el cuidado de su familia se orientó al bien desde muy temprana edad. Por eso pudo afirmar: "Desde los tres años no he negado nada a Dios".

Cuando tenía cuatro años, murió su madre. Fue un duro trauma. Su sensibilidad quedó duramente afectada: durante los diez años siguientes se volvió tímida, llorosa, incapaz de relacionarse con los extraños, siempre enfermiza y depresiva.

Su hermana Paulina entró en el Carmelo cuando tenía nueve años. Por entonces se le manifestó una extraña enfermedad: dolores continuos de cabeza, obsesiones, alucinaciones, ataques violentos, dolores y síntomas que no se saben calificar, hasta que una misteriosa sonrisa de la Virgen la curó milagrosamente.

Su hermana María también entró en el Carmelo y se produce una nueva regresión en la niña que, con 13 años, no es capaz de hacerse la cama, ni peinarse, ni ayuda en las tareas de la casa... “Era verdaderamente insoportable”, dirá de sí misma, cargando un poco las tintas.

Todo cambia la noche del 24 de diciembre de 1886. Teresa recibe la gracia de su “conversión” definitiva: “En esta noche santa en la que Dios se hizo débil y pequeño por mi amor, a mí me hizo fuerte y poderosa. Y comencé una carrera de gigante. Desde entonces jamás fui vencida en ningún combate. Entró en mí la caridad, la capacidad de olvidarme de mí misma para agradar a los demás...”

Desde los dos años empezó a sentir la llamada del Señor. A los catorce pidió permiso a su padre, que se lo concedió emocionado. Pero se oponen su tío, el superior del Carmelo, el vicario episcopal... Viaja a Bayeux a suplicar al obispo y a Roma a pedírselo al papa en persona. Finalmente fue recibida en el Carmelo de Lisieux con quince años.


La vida de Teresita en el convento se resume en pocas líneas: Perseverancia en la oración, observancia de la regla, generosidad en los más mínimos detalles, pobreza minuciosa, continua sonrisa en los labios, igualdad de trato con todas. Pero estos datos, ¿no podrían contarse de otras muchas religiosas? ¿Por qué Teresita de Lisieux es la santa más célebre de los tiempos modernos? El secreto está en unos cuadernos de escolar que dejó escritos, en los que cuenta su vida y la historia de su vocación.


Ella siente una multitud de vocaciones que le queman el alma: sacerdote, apóstol, misionera, mártir... Era imposible vivirlo todo a la vez, hasta que encontró el descanso: "Analizando el Cuerpo místico de la santa Iglesia, no me veía incluida en ninguno de los miembros citados por san Pablo, o más bien pretendía reconocerme en todos. La caridad me dio la clave de mi vocación. Entendía yo que, si la Iglesia posee un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario: pensaba que ella tenía un corazón y que este corazón ardía en llamas de amor. Veía claro que solo el amor pone en movimiento sus miembros, porque, si el amor se apagaba, los apóstoles no anunciarían el Evangelio, los mártires rehusarían verter su sangre... Comprendí que el amor abarca todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que el amor trasciende todos los tiempos y lugares porque es eterno. Entonces, delirante de gozo, exclamé: Mi vocación es el amor. Sí; he encontrado mi lugar en el seno de la Iglesia, y este lugar, ¡oh Dios mío!, es el que Tú me has señalado: en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor... Así serán realizados mis sueños".



Teresa nos ha enseñado el camino de la infancia espiritual: Reconocernos pequeños ante Dios, nuestro Padre. Y ser sencillos y confiar sin límites en su misericordia infinita. En el Evangelio y en san Juan de la Cruz -su padre y su maestro preferido- ella bebió la doctrina del amor y de la humildad perfecta, que es la quintaesencia del Evangelio, sin cosas accidentales ni extraordinarias.



Durante sus últimos dieciocho meses sufrió una prueba mística atroz. Ella, que tanto amaba a los pecadores y quería ser solidaria con ellos, empezó a experimentar la consecuencia del pecado: la lejanía de Dios. Desapareció de ella todo sentimiento de fe y surgió avasallador el contrario... Fueron dieciocho meses de un verdadero martirio. La santa de la confianza sin medida se sentía como si Dios y el cielo no existieran. Las páginas en que ella describe su tormento son realmente impresionantes: "Señor, tu hija ha comprendido tu divina luz, ella te pide perdón por sus hermanos, ella acepta comer todo el largo tiempo que Tú quieras el pan del dolor y no quiere levantarse de esta mesa llena de amargura donde comen los pobres pecadores antes del día que Tú hayas señalado... ¡Oh Jesús!, si es necesario que la mesa manchada por ellos sea purificada por un alma que te ame, yo quiero comer sola el pan de la prueba hasta que te plazca introducirme en tu reino luminoso. La sola gracia que te pido es la de no ofenderte jamás".



Así, deshecha, crucificada en cuerpo y alma, pero rebosando amor y paz, la encontró la muerte. Ella era consciente de que entonces comenzaba su verdadera misión: "Yo no he dado a Dios más que amor. Él me devolverá amor. Después de mi muerte haré caer una lluvia de rosas... Amar, ser amada, y volver a la tierra para hacer amar al Amor... Presiento que mi misión va a comenzar: la misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de enseñar mi caminito a las almas... Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra..."". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.