miércoles, 27 de noviembre de 2019

Oración del alma enamorada.

san juan de la cruz oracion del alma enamorada

¡Señor Dios, Amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te pido, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieres aceptar, y hágase.
Y si a mis obras no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi centimillo, pues lo quieres, y dame este gran bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no lo levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no lo levantas tú, Señor, con la mano que lo hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me gozaré, que no te tardarás si yo espero. ¿Por qué alargas la espera si ya mismo puedes amar a Dios en tu corazón?
Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes: los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí.
Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en migajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás lo que desea tu corazón".
Dichos de luz y amor, 26. San Juan de la Cruz.

martes, 26 de noviembre de 2019

El libro de Daniel.


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"Los días feriales de esta semana (la última del año litúrgico) leemos en la primera lectura de la misa el llibro de Daniel, que fue escrito en tiempo de la dominación griega sobre Israel, cuando la persecución contra los creyentes se hizo más violenta.

Este libro misterioso describe por medio de imágenes simbólicas el combate que las fuerzas del mal y los imperios paganos realizan contra Dios y contra su pueblo. Fieras terribles representan a los imperios que se han sucedido en el dominio de la Tierra Santa. Aunque de momento los enemigos parezcan más fuertes, los creyentes saben que Dios y su causa terminarán triunfando.

«Daniel» en hebreo significa ‘Dios es mi juez’. Un nombre muy apropiado para este libro, que anuncia repetidas veces el juicio de Dios sobre los gentiles y sobre la historia. 

Daniel no es presentado como el autor, sino como el «héroe» principal de este escrito. Él habría sido un personaje de la nobleza judía llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor en el año 605 a. C. 

Junto con tres compañeros judíos (Ananías, Azarías y Misael) y otros jóvenes de distintas proveniencias, fue educado en la corte para ser consejero del rey, que quería tener una corte internacional. 

Daniel es el único que supo descifrar un sueño misterioso del monarca, por lo que se ganó su confianza y se convirtió en un alto cargo de la administración. Posteriormente también fue el único que supo interpretar otros sueños o dar consejos acertados. 

Esto suscitó las envidias de los sabios y adivinos de la corte, que intentaron acabar con él en varias ocasiones, llegando a arrojarlo a un foso con leones hambrientos, pero salió victorioso de todas las persecuciones.

El autor no pretendía transmitir sucesos del pasado, de los que tenía un conocimiento aproximado pero inexacto, sino consolar a los israelitas en tiempos de persecución, poniéndoles el ejemplo de la acción salvadora de Dios en otras épocas y animándoles a seguir confiando en él. 

El libro de Daniel usa una expresión que tendrá mucha importancia en el Nuevo Testamento: «hijo del hombre». La podemos encontrar también en Ezequiel (donde aún equivale simplemente a «hombre, ser humano»). En el caso de Daniel se refiere a un ser extraordinario que en cierto momento recibe de Dios un dominio universal, participando incluso de poderes divinos. Esta es la expresión que usan los evangelios cuando presentan a Jesús hablando de sí mismo, como cuando el sumo sacerdote le conjura a decir si él era el mesías: «Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre...» (Mt 26,64)". P. Eduardo Danz de Miguel, ocd.

jueves, 14 de noviembre de 2019

14 de noviembre, día todos los santos carmelitas.




"En el día de todos los santos carmelitas, recordemos estas palabras de santa Teresa de Jesús: «Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos Profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito! Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como ellos» (Fundaciones 29,33).

En otro lugar dice: «Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos» (V Moradas 1,2).

La peculiaridad de los santos carmelitas es que muchos han sido también grandes escritores que han enriquecido con su doctrina a la Iglesia. Por eso, Thomas Merton escribió: «No hay miembro de la Iglesia que no deba algo al Carmelo».

Los santos de la Orden son un ejemplo y un estímulo para los que hoy pertenecemos a ella por distintos vínculos (frailes, monjas, consagrados, seglares). Pidamos al Señor que el Carmelo siga siendo una escuela de santidad.

Hoy podemos orar con el siguiente himno, tomado de la liturgia carmelitana:

Carmen de nuestra Señora, 
al despuntar la alborada, 
canta música callada 
en tu soledad sonora. 

Hoy los carmelitas santos 
nos dan a la amanecida 
sus ideales de vida 
a cambio de nuestros cantos. 

Teresa con su sencillo 
Camino de perfección 
nos guía por la oración 
y virtudes al castillo. 

Desde el eterno horizonte 
san Juan de la Cruz enseña 
dónde llega quien se empeña, 
por la subida del monte. 

Nimbada de la fragancia 
de sus rosas, Teresita 
a seguirla nos invita 
por el camino de infancia. 

Los santos que en soledad 
fueron de Dios por entero 
nos descubren el sendero 
que va a la interioridad. 

Los que emularon el celo 
de Elías y de Teresa 
nos convocan a la empresa 
misionera del Carmelo. 

Tributemos homenaje 
de amor a la Trinidad 
que hizo a María heredad 
y honor de nuestro linaje. Amén". 

P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com/2015/11/que-de-santos-tenemos-en-el-cielo-que.html

martes, 12 de noviembre de 2019

Las lecturas de la misa en los días feriales.


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"Cada año, en la misa de diario, leemos enteros los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), precedidos por una lectura tomada de los otros libros de la Biblia y de un salmo.

La primera lectura se toma por temporadas del Antiguo y del Nuevo Testamento, de tal manera que cada dos años leemos las páginas principales de todos los libros bíblicos, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

No leemos todos los libros enteros, pero sí lo principal de cada libro en una lectura semicontinua. Los del Nuevo Testamento sí que se leen casi enteros (en algún caso se saltan algunos versículos o párrafos sin importancia, pero se lee todo lo demás). De los libros del Antiguo Testamento se hace una selección de las páginas más importantes.

Es una pena que en esa distribución queden fuera el Cantar de los Cantares y la Carta de Jeremías. De estos libros se leen unos párrafos en algunas ocasiones muy concretas.

No dedicamos un año entero al Antiguo Testamento y otro al Nuevo, sino que durante algunas semanas se lee un libro (o varios de la misma época y temática parecida) alternando el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Esta semana, la primera lectura está tomada del libro de la Sabiduría, la semana próxima de los libros de los Macabeos y la siguiente del libro de Daniel.

Son los últimos libros del Antiguo Testamento, que se escribieron en los dos siglos anteriores al cristianismo. De hecho, Sabiduría y Macabeos se escribieron en griego (no en hebreo, como los libros más antiguos) y Daniel, parte en hebreo, parte en arameo y parte en griego.

Los tres libros hablan de la resurrección de los muertos, del juicio final y de la vida eterna. Este no es el único tema que tratan, pero es lo más significativo, ya que la fe en la resurrección fue surgiendo lentamente en Israel y no se encuentra en los escritos más antiguos.

En este tema, como en otros, Dios ha manifestado su paciencia y su pedagogía con los hombres, por lo que se ha revelado progresivamente, adaptándose a la capacidad de los humanos. Como dice san Juan de la Cruz: Si lo hubiera hecho a su manera, lo habría hecho todo de una vez, pero como se ha adaptado a la nuestra, lo ha hecho poco a poco.

Al leer sobre este argumento, nos preparamos para la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, con la que se cierra el año litúrgico, que este año es el domingo 24 de noviembre. El domingo 1 de diciembre comienza un nuevo Adviento". P, Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 8 de noviembre de 2019

8 de noviembre. Santa Isabel de la Trinidad, o.c.d.


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Hoy recordamos a santa Isabel de la Trinidad. Nació cerca de Bourges (Francia), en 1880. Humilde y pura, dotada para la música y la poesía, de inteligencia despierta para percibir las belleza de la naturaleza y de la gracia, aprendió en la escuela de san Pablo, de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz a vivir “el cielo en la tierra”, íntimamente unida a la Santísima Trinidad, de la que fue siempre “alabanza de gloria”.

Desde muy joven quiso hacerse Carmelita Descalza en el monasterio de Dijon, pero tuvo que esperar hasta la mayoría de edad para poder realizarlo. Con su ejemplo y con su doctrina ejerce un influjo creciente, debido a sus escritos, densos en doctrina y eco de su comunión con las Tres Divinas Personas. Murió el 9 de noviembre de 1906, a los 26 años de edad. Fue canonizada el año 2016. 

Su escrito más conocido el la Elevación a la Santísima Trinidad:

“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.

Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.

Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti.  Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.

Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.

Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.

Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”.
Santa Isabel de la Trinidad.



viernes, 1 de noviembre de 2019

1º de noviembre, todos los santos. "Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar...".



"En la fiesta de todos los Santos se proclama un mensaje de esperanza tomado del Apocalipsis: «Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblos y lenguas». Hoy celebramos, en una única fiesta, a todos los redimidos: los Santos canonizados y famosos y los Santos anónimos. La salvación de Jesucristo es para todos y son muchos los que le han servido con amor a lo largo de los siglos: hombres y mujeres, ancianos y niños...".

"... Que todos los que ya han alcanzado la meta de su caminar y gozan de la vida de Dios en el cielo intercedan por nuestros difuntos y por nosotros, para que todos podamos encontrarnos un día en la nueva Jerusalén, donde Dios mismos «enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor» (Ap 21,4). P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 28 de octubre de 2019

Enseñanzas de santa Mariam Bawardy sobre la humildad.

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"Las lecturas de la misa de este domingo (ayer) nos invitan a ser humildes. Recordemos que santa Teresa de Jesús decía que "humildad es andar en verdad". Si no comenzamos por conocernos tal como somos, sin idealizarnos, no podremos aceptarnos ni vivir en paz, tampoco podremos caminar por las sendas de la santidad.
Hay una carmelita descalza que tiene grandes enseñanzas sobre este tema: la arabita santa María de Jesús Crucificado (Mariam Bawardy, 1846-1878).
Ella no “tenía” humildad, sino que “era” humilde. Se sabía pequeña y se gozaba de serlo.
De sí misma decía que era una “pequeña nada”. Su única grandeza consistía en que Dios pone su mirada en los pequeños y los trata con misericordia. Ella se sabía mirada por Dios y herida de su amor, precisamente porque era débil e ignorante.
Decía:
“Bienaventurados los pequeños. Ellos caben en cualquier sitio, pero los grandes tienen dificultades para entrar en todas partes”.
“Jesús nació en una cueva y sigue viviendo en las cuevas y lugares pobres”
“Pregunto al Altísimo: ¿Dónde habitas? Y él me responde: Cada día busco una casa y nazco nuevamente en una cueva, en un lugar pobre. Soy feliz en un alma pequeña, en un pesebre. Cada vez que pregunto a Jesús dónde habita, él siempre me responde: En una cueva. ¿Sabes cómo he vencido al enemigo? Naciendo en lo más bajo”.
Por eso, su deseo era permanecer pequeña, siendo “un pollito”, “un gusanito”, “una hormiguita”, “una corderita”, “una semillita”.
Es lo mismo que recomendaba a sus hermanas de comunidad: “Sed pequeñas, permaneced siendo pequeñas, para que vuestra madre os proteja bajo sus alas, como la gallina recoge a sus polluelos, pero los echa de su lado cuando se hacen grandes. Sed pequeñas, pequeñas y Jesús os protegerá. Mirad la gallina clueca con sus pollitos: mientras son pequeños, ella les da de comer con su pico, los esconde bajo sus alas y los protege. Sed pequeñas y el Señor os cuidará y os alimentará. Pero cuando los pollitos se hacen grandes, la clueca ya no los alimenta y los aleja de su lado picoteándolos para que se vayan. Si son pequeños y llega un enemigo, ella los recoge, los cubre, se pone en pie y se enfrenta con furia al enemigo. Pero si son grandes, no se preocupa de ellos; que ellos cuiden de sí mismos”.
Aunque tenía muchas experiencias extraordinarias, era consciente de que no dependían de ella, por lo que no las daba importancia. Pero ella sabía que vivir con intensidad cada momento y encontrar a Dios en la vida ordinaria sí que depende de cada uno, por lo que es en eso en lo que insistía.
Y añadía: “La santidad no consiste solo en rezar, ni en tener visiones o revelaciones, ni en la ciencia del bien hablar, ni en llevar cilicios y hacer penitencias. La santidad consiste en crecer en la humildad. La humildad es la paz, es la reina. El alma humilde siempre es feliz. En la lucha y en la pena se humilla y piensa que aún merece más contradicciones. Lo que turba el corazón es el orgullo. Un corazón humilde es un jarrón, un cáliz que contiene a Dios. El Señor nos enseña que un alma humilde, verdaderamente humilde, hará milagros aún más grandes que los de los antiguos profetas… En el paraíso los árboles más hermosos son aquellos que han pecado más, pero se han servido de sus miserias como los árboles se sirven de estiércol para crecer. En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo”.
Sobre este tema de la humildad y el orgullo nos ha dejado enseñanzas preciosas, como cuando afirmaba: “El orgullo es la fuente de todo pecado, mientras que la humildad es la base de toda virtud. Por el orgullo se perdió el ángel más bello; cayó por su orgullo. Si se hubiese humillado, si hubiese hecho ofrenda a Dios de todo cuanto era, sería ahora incluso más bello. El demonio se perdió por su orgullo. Dios habría perdonado a Adán y Eva si se hubieran humillado después de haber pecado. Hasta el mismo Judas habría alcanzado el perdón si se hubiese humillado. Lo que nos pierde es el orgullo. Por el orgullo la voluntad del hombre se rebela contra Dios. Sin embargo, la humildad abre camino para alcanzar otras virtudes... ¡Oh cuánto deseo ser humilde y que las criaturas todas me desprecien! Dios está dispuesto a perdonar al pecador que se humilla. Mira con más amor al alma que vuelve a él por humildad que al alma fiel que se complace en las propias virtudes. Esta corre el riesgo de perderse por el orgullo, mientras que el pecador alcanza misericordia humillándose”.
De sus enseñanzas, lo que más me impresiona es lo que ya hemos leído: “En el infierno se encuentran todas las virtudes menos la humildad, en el paraíso se encuentran todos los defectos menos el orgullo”.
Por lo tanto, si somos humildes podemos ir al cielo, aunque tengamos muchos defectos y seamos pobres pecadores, pero si somos orgullosos nos cerramos las puertas, aunque hagamos numerosas obras heroicas y admirables". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 18 de octubre de 2019

18 de octubre. San Lucas evangelista.

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miércoles, 16 de octubre de 2019

Octubre, mes marcado por dos grandes Teresas.

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"El mes de octubre está marcado por las celebraciones en honor de dos grandes mujeres que comparten en nombre de Teresa.
El 1 de octubre se celebra la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897), también conocida como Teresa de Lisieux, por la ciudad francesa en la que vivió desde los cuatro años hasta su muerte, cuando tenía veinticuatro. Es «la santa más grande de los tiempos modernos», doctora de la Iglesia y patrona de las misiones, junto con san Francisco Javier.
La «Historia de un alma» (su autobiografía) es el libro más traducido y editado en toda la historia de la humanidad, después de la Biblia. Además, ha sido la santa más citada por los papas que han gobernado la Iglesia después de su muerte y es una de las mujeres que más han influido en la evolución de la teología.
Experta en «la ciencia del amor», insiste en que Dios es «más tierno que una madre» y nos enseña a aceptar pacíficamente los propios límites y capacidades, poniendo nuestras vidas con confianza y abandono en las manos de Dios.
Sus padres, los santos Luis Martin y Celia Guerin son un ejemplo de matrimonio cristiano. Luis y Celia se casaron en 1858 y tuvieron nueve hijos, a los que transmitieron una sólida formación cristiana. Cuatro de ellos murieron en corta edad y las cinco restantes fueron religiosas. La más conocida de sus hijas es santa Teresita.
Vivieron ejemplarmente su vocación matrimonial, como esposos llenos de ternura y delicadeza, padres entregados a la educación humana y religiosa de sus hijas, trabajadores honestos, generosos en ayudar a los pobres y a la Iglesia en sus necesidades. Cultivaron en familia la vida de fe y piedad, practicando juntos la oración y la lectura de libros espirituales.
El 15 de octubre se celebra la fiesta de santa Teresa de Jesús (1515-1582), también conocida como Teresa de Ávila, por la ciudad española en la que nació y en la que fundó el primer monasterio de carmelitas descalzas, que hoy están dispersas por todo el mundo.
Fue la primera mujer de la historia declarada doctora de la Iglesia y la fundadora del Carmelo descalzo, que hoy está extendido por todo el mundo y consta de unas 13.000 monjas contemplativas, unos 3.500 frailes, unas 60 Congregaciones religiosas de vida activa (principalmente misioneras) e Institutos seculares, unos 40.000 miembros del Carmelo seglar y numerosos grupos laicales asociados. Su experiencia de Dios y sus enseñanzas recogidas en varios libros la han convertido en la mayor maestra de oración y espiritualidad en la historia del cristianismo.
En 2015 se tuvieron muchos actos en todo el mundo para celebrar el quinto centenario de su nacimiento. El papa Francisco también escribió varias cartas y mensajes con este motivo. En uno de ellos, afirma: «Ella nos muestra al vivo lo secreto de Dios, donde entró por vía de la experiencia, vivida en la santidad de una vida consagrada a la contemplación y, al mismo tiempo, comprometida en la acción, por vía de experiencia simultáneamente sufrida y gozada en la efusión de carismas espirituales extraordinarios».
Teresa de Ávila fue la primera santa con ese nombre, pero detrás han venido varias más: santa Teresa Margarita Redi del Sagrado Corazón de Jesús (Italia, 1747–1770, fiesta 1 de septiembre), santa Teresa Benedicta de la Cruz (más conocida con su nombre de seglar: Edith Stein, Alemania, 1891-1942, fiesta 9 de agosto), santa Teresa de Jesús de los Andes (Chile, 1900-1920, fiesta 13 de julio), además de varias beatas y venerables.
Entre las que no son carmelitas está la fundadora de las "hermanitas de los ancianos desamparados", santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars (España, 1843-1897, fiesta 26 de agosto), que consagró su vida al servicio de los más frágiles y a fundar hogares en los que acogerlos.
También santa Teresa de Calcuta, fundadora de las "misioneras de la caridad" (19190-1997, fiesta el 6 de septiembre). De pequeña estatura, firme en su fe como una roca, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. «Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres».
Fue un alma inflamada de amor a Cristo y ardiendo con un único deseo: «saciar su sed de amor y de almas». Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en «los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupa».
Que todas las santas de nombre Teresa, especialmente la de Ávila y la de Lisieux, cuyas fiestas celebramos en octubre, nos ayuden a crecer en el amor a Cristo y a los hermanos. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 15 de octubre de 2019

Teresa, la santa de la otra dimensión.



"El título es confuso e intentaré explicarlo para que los lectores sepan a qué me refiero. Existen dos posibles modos de interpretar la figura de santa Teresa. Uno, desde la aceptación de que Dios existe y que actúa en la vida de los creyentes y con mucha evidencia en el caso Teresa: Él la hizo una mujer santa y, como consecuencia, escritora y fundadora. Esta ha sido la interpretación que ha prevalecido durante siglos y la que, creo, sigue prevaleciendo. El fundamento se encuentra en los mismos textos teresianos leídos con libertad, sin prejuicios ideológicos. Por mi cuenta aludo a los siguientes hechos.
El primero fue su “conversión definitiva”, una experiencia fundante obrada, según ella, por el Espíritu Santo. El momento lo ha descrito como un cambio radical desde una vida mediocre, sin relevancia espiritual en el convento de La Encarnación, a una experiencia de liberación interior para amar con pasión, pero sin apegos afectivos: “Desde aquel día yo quedé tan animosa para dejarlo todo por Dios […]. Ya aquí me dio el Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra […], en un punto me dio la libertad” (Vida, 24, 5-8). Se sitúa el hecho hacia el año 1556 y a partir de entonces se adensa en su conciencia la certeza de que Dios no solo es un Ser existente, sino capaz de actuar en su vida, una experiencia mística in crescendo hasta su muerte. Pero hay más datos.
Pocos años después, hacia 1560, Teresa se convierte en escritora capaz de narrar unas experiencias de Dios que hasta entonces eran inefables y la incapacitaban para darse a entender a los primeros censores. Y así nacieron sus obras mayores. Primero, Vida (1562-1565); después y por razones distintas, el Camino de perfección (1566-1567) y, en plena madurez espiritual, las Moradas (1577). Pues bien, Teresa es consciente de que escribe sus obras no solo bajo la inspiración literaria, sino movida por un impulso divino. Valgan como ejemplo los siguientes textos tan frecuentes en sus escritos. “Porque veo claro no soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento, ni sé después cómo lo acerté a decir. Esto me acaece muchas veces” (Vida, 14. 8). “Que muchas cosas de las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial” (Vida, 39, 8).
Esa misma percepción la tiene en su quehacer como fundadora de conventos, consciente de que no es obra suya sino de un Dios Providencia que la ha elegido como mediación necesaria. No es un sencillo acto de humildad, sino un despojo total del yo, de baja autoestima como dirían los analistas de la personalidad, en una obra que, socialmente considerada, es esencialmente suya. Cualquier lector sin prejuicios encuentra sucesos en las fundaciones teresianas que no se explican por la pura racionalidad, ni por la simple casualidad.
Y esa experiencia de Teresa de un Dios providente como principal y casi único actor ha quedado reflejada en el libro de la Vida y las Fundaciones. Por ejemplo, al comprobar algunos hechos extraños en la fundación del convento de San José en Ávila los califica de milagros y se ve obligada a exclamar: “¡Oh, grandeza de Dios! Muchas veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios” (Vida,  35, 12). Y al final se da cuenta que ha sido demasiado remisa al contar la historia “para los muchos trabajos y maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de esto muchos testigos que lo podrán jurar”. Y pide a los censores del escrito que entreguen el libro a las hermanas del convento después de su muerte para que “vean lo mucho que puso su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja como yo” (Vida, 36, 29). Pero no solamente sucedieron milagros en el convento de San José de Ávila, sino en cada una de las fundaciones.
Encaja en este contexto una pequeña anécdota. Cuando en los años 1861-1862, el polígrafo español don Vicente de la Fuente, no fraile ni cura, sino un sabio laico, publicó los Escritos (no Obras) de Santa Teresa en la Biblioteca de Autores Españoles (BAE), la presentó como una “escritora santa”, privilegiando o enfatizando lo de escritora, sin olvidar el hecho de ser santa. Pues bien, a un crítico de la edición —el Señor Pedroso— le pareció mal porque —según él— lo que prevalece en Teresa es el “ser santa” (obra de Dios) y, en cuanto tal, es “escritora”. Don Vicente le respondió que la había incluido en una colección de “escritores” y por eso puso en primer lugar lo de “escritora”, sin renegar de su “santidad” (cf. BAE, vol. 55, Escritos de Santa Teresa, II, Ed. de Madrid, Atlas, 1952, pp. XIII-XIV).
Volviendo al título de este escrito, también es posible una segunda lectura de su personalidad, la que llamo “la otra dimensión”, que consiste en interpretar la vida de la Santa, su obra literaria y fundacional, como un fenómeno raro, pero explicable por las leyes de la ciencia y —¿por qué no?— desde el ateísmo o la increencia en Dios. Si esa actitud me parece razonable no lo es el considerar a los creyentes en Dios incapaces de entender la persona y el pensamiento de santa Teresa porque hacen una lectura “devota”, no científica. Puedo decir que, desde hace tiempo, muchos que creemos en Dios la estamos interpretando desde la historia y otras ciencias humanas.
Pero vengamos al caso de los ateos o agnósticos. Acepto como posible que descubran en Teresa una personalidad excepcional, dotada de muchas “gracias de naturaleza” a las que alude ella, como la belleza, el encanto seductor de su habla, la amabilidad, la afectividad, su poderosa voluntad de acción y sus muchas realizaciones, su despierta inteligencia, su personalidad tan rica de recursos, la empatía, la sinceridad, aborrecer las “cosas deshonestas”, su capacidad de análisis del yo profundo, etc. Y después, tantos temas, tan variados e interesantes de historia, de psicología, de economía, etc.
No obstante lo dicho, tengo mis dudas de que sean capaces de percibir la grandeza de su personalidad total de la mujer Teresa que es grande como escritora y fundadora en cuanto creyente en Dios, una dimensión fundamental de su personalidad que da sentido a toda su vida. Sin esa clave de lectura, veo difícil una comprensión de su persona y de su obra.
Lo que me resulta inaceptable en intérpretes increyentes es lo que escribió un racionalista convicto y confeso como León Maínez, autor de Teresa de Jesús ante la crítica, Madrid, 1880. La llama “mujer alucinada o alucinadora”; que ha dejado “un legado de impertinentes desvaríos a las edades venideras”; y que “cada año que trascurra será, por consiguiente, menor el número de afectos que contará santa Teresa”; ni estuvo “inspirada de Dios, ni fue santa, ni recibió avisos célicos, ni hizo bien alguno a España con sus rezos y sus conventos”. Vaticinó que pronto terminaría la fama e influencia de la enfermiza monja y fue todo lo contrario, como demostró el III Centenario de su muerte en 1882 y la cada vez mayor difusión de sus escritos, declarada por el papa Pablo VI “doctora” de la Iglesia en 1970.
Concluyendo y profundizando en el tema, cabe el fantasear con hipótesis y futuribles. Por ejemplo, qué hubiera sido Teresa de no haber sido lo que fue: monja, fundadora de una Reforma de monjas y frailes, escritora de sus propias experiencias, etc. Podemos pensar qué hubiera sido si se hubiera casado a una edad temprana; o si se hubiera embarcado en la aventura americana, como otras mujeres, junto a sus hermanos, etc. Dejemos las fantasías y bajemos a la tierra. Lo que sí me parece seguro es que, sin la “conversión definitiva” a Dios y el acompañamiento de las experiencias místicas, su nombre se hubiera perdido entre la inmensa multitud de monjas de La Encarnación de Ávila, un nombre sin relieve especial.
Quizás hubiera sido buena cronista de su convento, porque narra muy bien lo que conoce como testigo, a juzgar por lo escrito de su vida y del entorno. Y, de haber sido partícipe de la corte de Felipe II, nos hubiera dejado una preciosa crónica de su reinado llena de vida, de encanto, de humor e ironía. Un sueño a añadir a su biografía real". Daniel de Pablo Maroto, ocd.