SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR.
"Esta solemnidad confiesa que Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo, no proviene de la carne, sino de Dios (cf. Jn 1,13). Es decir, no es el fruto de la unión de un hombre con una mujer, no es el resultado del esfuerzo de los hombres, sino un regalo de Dios.
La Anunciación, además de ofrecer una reflexión sobre Cristo y María, también invita a pensar en los fundamentos de la eclesiología. De hecho, la Iglesia «reconoce que ha tenido su origen en la encarnación de tu Unigénito» (oración sobre las ofrendas). Tenemos que pensar que la Iglesia es la prolongación de la salvación de Cristo a lo largo de los siglos, la actualización de la encarnación en la historia.
El misterio de la Anunciación ha impregnado durante siglos la vida de los católicos gracias al rezo del Ángelus, que marcaba la jornada con el sonido de la campana por la mañana, a mediodía y al atardecer, y suponía el inicio y el final de las actividades laborales, así como la pausa para la comida".
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