"... Entro en la escena: José y María huyendo con su hijo en brazos. Intento descubrir sus sentimientos de desconcierto, desasosiego, miedo. Son los que cumplen con una voluntad de Dios difícil de entender. La violencia de Herodes, trae a mi oración algunas realidades del mundo. Familias que huyen de sus tierras, por la guerra, el hambre o las persecuciones políticas. Pueblos enteros en campos de refugiados, personas migrantes malviviendo en un país extranjero. Pido por ellos. Contemplo de nuevo… en ese niño frágil está la esperanza de un mundo nuevo, distinto. Acojo en mi corazón este misterio de Dios que quiere transformar este mundo desde lo más frágil y pequeño. Nada más nacer y ya huyendo; su techo es el cielo, la tierra es el lecho que guarda los sueños de un hombre sencillo, de una mujer buena, de un recién nacido. A lo lejos, violencia en las calles, nacida del miedo. Dolor en las vidas de tanto inocente. Víctimas sin culpa, llantos sin consuelo. El juego constante de los poderosos, cobrándose en los más pequeños. Volverás de Egipto, rasgarás el muro que divide al hombre, que provoca duelos. Le darás la vuelta a tanto desierto, donde nada crece. Brotarán de nuevo esperanzas altas, amores perpetuos, caricias humanas, anhelos profundos desde la entraña donde mana lo eterno. Ahora duerme niño, que de tu suspiro cuelga el universo. Pongo atención en los sentimientos que ha despertado este tiempo de oración. Los coloco ante el niño Dios y le hablo de ellos. Escucho como me habla a mí y al mundo…". EGM
No hay comentarios:
Publicar un comentario