Domingo 4 de Pascua o del Buen Pastor.
"La segunda lectura de la Misa del cuarto domingo de Pascua dice: “El Cordero será su Pastor” (Ap 7,17). Es una afirmación sorprendente, que nos ayuda a comprender algo del misterio de Jesucristo.
Él es el Buen Pastor, que comprende los sufrimientos de las ovejas y entrega su vida por ellas, porque primero se ha hecho Él mismo oveja, porque conoce su situación desde dentro, porque ha cargado sobre sus espaldas el sufrimiento de sus compañeras. Por eso, la Carta a los Hebreos dice: “Precisamente porque nuestro Sumo Sacerdote fue sometido al sufrimiento y a la prueba, puede socorrer ahora a los que están bajo la prueba” (Heb 2,18).
En el Antiguo Testamento, encontramos la continua presencia de corderos en los momentos más significativos:
Antes del Éxodo, los israelitas sacrificaron un cordero y marcaron con su sangre las puertas de sus casas; el ángel exterminador pasó sobre Egipto, castigando a los culpables (los egipcios) y librando de la esclavitud a los inocentes (los israelitas).
En el Sinaí, cuando Dios entregó a Moisés las tablas de la Ley (los diez mandamientos), este sacrificó un cordero y derramó una parte de la sangre sobre el altar y otra sobre el pueblo. De esta manera, el pueblo y Dios quedaban unidos por la sangre del cordero. Cada año, la Pascua se renovaba con el sacrificio de un cordero por familia, cuya sangre era derramada sobre el altar del templo de Jerusalén.
Cada año también, al llegar la fiesta del Yom-Kipur o de la Expiación, un representante de cada familia colocaba su mano derecha sobre un cordero, confesando las culpas de su familia. Después de que todos habían hecho el mismo gesto, el cordero era abandonado en el desierto, con la confianza de que los pecados de los israelitas se irían con él.
En el Nuevo Testamento, san Juan bautista señaló a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), haciendo referencia a lo que hemos visto del Antiguo. También el Apocalipsis habla de Jesús como “el Cordero que fue degollado, pero ahora está de pie sobre el trono” (Ap 5,6). Este Cordero inmaculado, que ha dado la vida por nosotros, es ahora “el gran Pastor de las ovejas” (Heb 13,20), “nuestro Pastor y Guardián” (1Pe 2,25), “el Supremo Pastor” (1Pe 5,4), que nos habla al corazón y nos dice: “No temas, mi pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha querido daros el Reino” (Lc 12,32).
Tradicionalmente, en este IV domingo de Pascua, o del Buen Pastor, se celebra una jornada de oración por los pastores de la Iglesia y por las vocaciones de especial consagración. Que el Señor nos conceda pastores según su corazón. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
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