jueves, 31 de mayo de 2018


Visitación de María



"Como conclusión del mes de mayo, hoy celebramos la fiesta de la Visitación de María a santa Isabel. El evangelista san Lucas dice que María se dirigió «aprisa» hacia la casa de su prima. Tenía tantas ganas de servir, de ayudar, que se puso en camino apenas supo por boca del ángel que su anciana pariente estaba embarazada. No pensó en sí misma ni en los peligros del viaje; la movía la caridad. María se presenta ante nuestros ojos como la mujer que sabe servir, que se dirige al encuentro de quien necesita ayuda. 

Por otro lado, el mismo evangelista recoge el saludo de Isabel a María: «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». Es la primera bienaventuranza del evangelio, que coincide con la última, cuando Jesús dirá a Tomás: «Dichosos los que crean sin haber visto». Es la bienaventuranza de la fe, que se cumple perfectamente en María.

En esta fiesta vemos que María es mujer de fe y de caridad, atenta siempre a la Palabra de Dios y a las necesidades de los hermanos, modelo de oración y de servicio. Santa Teresa de Jesús decía a sus hijas: «Pues tenéis tan buena madre, ¡Imitadla!» No me queda nada que añadir. Pues tenemos tan buena madre, ¡Imitémosla!". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

miércoles, 30 de mayo de 2018


El Papa proclama: "La Iglesia es femenina, es madre".



(Vatican News).- En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el Santo Padre, en la primera memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, recordó que la primera virtud de una mamá es la ternura
"La Iglesia es femenina", "es madre" y cuando falta este rasgo que la identifica se convierte "en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol". En cambio, cuando "es una Iglesia masculina", se convierte, tristemente, "en una Iglesia de solterones", "incapaces de amor, incapaces de fecundidad".
Es la reflexión que ofreció el Pontífice esta mañana en concomitancia con la memoria litúrgica del día que se celebra, por primera vez, tras la publicación - del pasado 3 de marzo - del Decreto "Ecclesia Mater" de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
En efecto, por voluntad del mismo Pontífice, esta fiesta se celebra el lunes después de Pentecostés, para "favorecer el crecimiento del sentido materno de la Iglesia en los pastores, en los religiosos y en los fieles, junto a la genuina piedad mariana".
El carácter "maternal" de María
En su homilía, el Papa Bergoglio precisó que María, en los Evangelios, suele ser indicada como "Madre de Jesús", y no como "la Señora" o "la viuda de José". Y esto porque su carácter maternal recorre todas las Sagradas Escrituras, desde la Anunciación hasta el fin. Una especificidad que han comprendido desde el principio los Padres de la Iglesia. Sí, porque se trata de una dote que alcanza y rodea a la Iglesia.
"La Iglesia es femenina, porque es ‘iglesia, ‘esposa': es femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre'. Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia".

No a una Iglesia de solterones
Sólo una Iglesia femenina podrá tener "actitudes de fecundidad" según las intenciones de Dios, que "ha querido nacer de una mujer para enseñarnos este camino de mujer".
"Lo importante es que la Iglesia sea mujer, que tenga esta actitud de esposa y de madre. Cuando olvidamos esto, es una Iglesia masculina, sin esta dimensión, y tristemente se convierte en una Iglesia de solterones, que viven en este aislamiento, incapaces de amor, incapaces de fecundidad. Sin la mujer la Iglesia no va adelante, porque ella es mujer. Y esta actitud de mujer le viene de María, porque Jesús así lo ha querido".
La ternura de una mamá
La virtud que más distingue a una mujer - reafirmó Francisco - es la ternura, como María que "dio a la luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre". Y añadió que ocuparse, con docilidad y humildad, son las cualidades fuertes de las mamás.

"Una Iglesia que es madre va por el camino de la ternura. Conoce el lenguaje de tanta sabiduría de las caricias, del silencio, de la mirada que sabe de compasión, que sabe de silencio. Y, asimismo, un alma, una persona que vive esta pertenencia a la Iglesia, sabiendo que también es madre debe ir por el mismo camino: una persona dócil, tierna, sonriente y llena de amor".



martes, 29 de mayo de 2018


Se acerca la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, "Corpus Christi".


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Historia. El origen de esta fiesta está en el movimiento popular de afirmación de la fe en el Santísimo Sacramento que se extendió en Occidente durante el s. XI, como respuesta a la herejía de Berengario de Tours, que negaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Fue instituida en 1246 en la ciudad belga de Lieja, por influencia de una visión de la Beata Juliana de Rétine. Urbano IV la extendió a toda la Iglesia latina en 1264, tras el milagro eucarístico de Bolsena, conservado hasta el presente en Orvieto. Los himnos y el oficio del día fueron compuestos por Santo Tomás de Aquino. La procesión adquirió gran importancia a partir del s. XIV, llegando a ser la manifestación religiosa más popular del catolicismo. Hasta el punto de que en muchos sitios esta fiesta sigue siendo llamada, sencillamente, «el día del Señor» o «la fiesta del Señor».


Liturgia y teología. La reforma litúrgica la denominó «solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo». Las oraciones presentan la Eucaristía como memorial de la pasión del Señor, sacramento que une a los fieles con Cristo y entre sí y pregustación del banquete eterno. Benedicto XVI recuerda que, más allá del contexto histórico en el que nació, el Corpus «constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda comunidad cristiana […]. Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente gracias al Señor, que en el Sacramento eucarístico sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (Homilía, 07-06-2007). En sus intervenciones, varias veces ha puesto en relación esta fiesta con el misterio pascual, especialmente, con el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía: «En la fiesta del Corpus Christi la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección […]. Cruzando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, verdadero maná, alimento inagotable a lo largo de los siglos. La carne se convierte en pan de vida» (Homilía, 26-05-2005).

El día del Corpus, los cristianos nos reunimos en torno al altar del Señor para celebrar el memorial de su amor. Esto lo hacemos cada domingo, e incluso cada día. Pero en el Corpus, después de Misa, durante la procesión caminamos con el Señor por las calles de nuestras poblaciones. Le pedimos que se haga presente en los lugares donde vivimos, trabajamos y realizamos nuestras actividades cotidianas. Le confesamos Señor de nuestras vidas. No sólo de algunos momentos en los que nos reunimos en la Iglesia, sino de todas nuestras actividades. Por eso, también nos arrodillamos ante el Señor en adoración, especialmente al recibir la bendición eucarística.

domingo, 27 de mayo de 2018


Homilía P. Pépe, 27-05-18. Mt 28,16-20. Solemnidad de la Santísima Trinidad.




https://youtu.be/ZBCxiwuVuOs


Domingo de la Santísima Trinidad



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"La Trinidad no es un dogma separado de la Biblia o de la Iglesia, pero en el centro de la Biblia Cristiana y de la vida de la Iglesia se encuentra el misterio de Dios, que conocemos por Jesús y compartimos por el Espíritu santo, en su unión y diferencias.
Esos tres, que son uno, en amor y vida, constituyen lo que, con palabra imperfecta, pero quizá imprescindible, llamamos Trinidad, para confesar por ella que el Dios de los hombres es dinamismo de vida e impulso de amor en la misma historia de los hombres.
Entendida así, la Trinidad constituye, con la Encarnación, el centro del misterio cristiano: por ella sentimos y sabemos que Dios es fuente inagotable y comunión creadora de amor que anima y sostiene la historia de los hombres.

No es un concepto, ni es objeto de una posible especulación (tres son uno, uno es tres), sino el descubrimiento único y siempre nuevo de la riqueza de Dios, que para los cristianos se revela por Jesús, a quien ellos han visto y confesado como Hijo de Dios (Hombre verdadero) y Dador del Espíritu, es decir, promotor de nueva Humanidad. En ese sentido he querido decir que no hay tarea más urgente que conocer y "vivir" la Trinidad". Xabier Picaza.


sábado, 26 de mayo de 2018


¿Por qué los cristianos creen en la Trinidad?



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"¿Por qué los cristianos creen en la Trinidad? ¿No es ya bastante difícil creer que existe Dios, para añadirnos también el enigma de que él es «uno y trino»? Hay hoy día algunos a los que no les disgustaría dejar aparte la Trinidad, también para poder así dialogar mejor con judíos y musulmanes, que profesan la fe en un Dios rígidamente único. 



¡Los cristianos creen que Dios es trino porque creen que Dios es amor! Es la revelación de Dios como amor, hecha por Jesús, la que ha obligado a admitir la Trinidad. No es una invención humana. 

Dios es amor, dice la Biblia. Así que está claro que si es amor debe amar a alguien. No existe un amor al vacío, no dirigido a alguien. Entonces nos preguntamos: ¿a quién ama Dios para ser definido amor? Una primera respuesta podría ser: ama a los hombres. Pero los hombres existen desde hace algunos millones de años, no más. Antes de entonces, ¿a quién amaba Dios? No puede de hecho haber comenzado a ser amor en cierto punto del tiempo, porque Dios no puede cambiar. Segunda respuesta: antes de entonces amaba el cosmos, el universo. Pero el universo existe desde hace algunos miles de millones de años. Antes de entonces, ¿a quién amaba Dios para poderse definir amor? No podemos decir: se amaba a sí mismo, porque amarse a sí mismo no es amor, sino egoísmo o, como dicen los psicólogos, narcisismo. 

Y he aquí la respuesta de la revelación cristiana. Dios es amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí mismo un Hijo, el Verbo, a quien ama con un amor infinito, esto es, en el Espíritu Santo. En todo amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que les une. 

El Dios de la revelación cristiana es uno y trino porque es comunión de amor. La teología se ha servido del término «naturaleza» o «sustancia» para indicar en Dios la unidad, y del término «persona» para indicar la distinción. Por esto decimos que nuestro Dios es un Dios único en tres personas. La doctrina cristiana de la Trinidad no es una regresión, un compromiso entre monoteísmo y politeísmo. Es un paso adelante que solo Dios mismo podía hacer que diera la mente humana. 

Pasemos ahora a algunas consideraciones prácticas. La Trinidad es el modelo de toda comunidad humana, desde la más sencilla y elemental, que es la familia, a la Iglesia universal. Muestra cómo el amor crea la unidad en la diversidad: unidad de intenciones, de pensamiento, de voluntad; diversidad de sujetos, de características y, en el ámbito humano, de sexo.

Texto escrito por Raniero Cantalamessa". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

















Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

viernes, 25 de mayo de 2018



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"...Ser cristiano no es un salvoconducto que nos proteja de los dificultades nuestras de cada día. Creyentes y no creyentes nos enfrentamos a dificultades, accidentes, tribulaciones, enfermedades, separaciones, muertes, duelos. Lo que realmente cambia en quienes contamos con una fortaleza espiritual es la forma como enfrentamos todo eso. Resiliencia es la capacidad de enfrentar, aprender, superar y seguir adelante, levantarnos después de cada caída sin que el problema nos derribe. Tolerancia ante la frustración es síntoma de madurez humana pero también de madurez espiritual. "Lo puedo todo en Cristo que me fortalece". Filipenses 4,13". Padre Chulalo.




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Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora". 
(Santa Isabel de la Trinidad).

La Santísima Trinidad en el Catecismo de la Iglesia católica








n. 189. La primera 'profesión de fe' se hace en el bautismo. El credo es ante todo el símbolo bautismal. Puesto que el bautismo es dado 'en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo' (Mt 28,19), las verdades de fe profesadas en el bautismo son articuladas según su referencia a las tres personas de la Santísima TRINIDAD.

n. 198. Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es 'el primero y el último' (Is 44,6), el principio y el fin de todo. El credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la primera persona divina de la Santísima TRINIDAD.

n. 232. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes responden "creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu. La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima TRINIDAD (San Cesáreo de Arlés).

n. 233. Los cristianos son bautizados en 'el nombre' del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en 'los nombres' de estos, pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima TRINIDAD.

n. 234. El misterio de la Santísima TRINIDAD es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos.

n. 237. La TRINIDAD es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra creadora y en su revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su ser como TRINIDAD santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

n. 244. El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre. El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús, revela en plenitud el misterio de la Santísima TRINIDAD.

n. 249. La verdad revelada de la Santísima TRINIDAD ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: 'La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros' (2Cor 13,13).

n. 253. La TRINIDAD es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: la TRINIDAD consubstancial. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: 'El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza'. 'Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina'.

n. 260. El fin último de toda la economía divina es el acceso de las criaturas a la unidad perfecta de la Bienaventurada TRINIDAD. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima TRINIDAD: 'Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él' (Jn 14,23).

miércoles, 23 de mayo de 2018


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"Jesús ha introducido la gracia del Espíritu donde dominaba antes la Ley. Ciertamente, la Ley puede suscitar un tipo de orden sobre el mundo, pero termina esclavizando al ser humano y le hace depender de algo exterior, de una norma sacral o social que le somete (cf. Mc 2, 23-3, 6). En contra de eso, Jesús no ha conocido más Ley que el amor (cf. Lc 10, 25-36; 13, 10-17). Desde ese fondo ha entendido Pablo a Cristo, presentándose como intérprete privilegiado del evangelio: ha descubierto que la gracia de Jesús no cambia sólo algunos rasgos de la Ley del judaísmo (con sus normas nacionales, sacrales) sino que, en un momento dado, se enfrenta con ellas, mostrando que son pasajeras y pueden volverse contrarias al mismo evangelio. La Ley era un velo que nos impide mirar hacia el Amor, una atadura contraria a la gracia. El Espíritu, en cambio, es transparencia y libertad que lleva a la filiación (nos hace hijos de Dios), no en batalla sino en servicio mutuo. No es un retorno a la jungla sin normas, sino una elevación para el Amor sobre la Ley en gratuidad y encuentro personal". Xavier Picasa.

martes, 22 de mayo de 2018


Homiía P. Pépe, 20-05-18. Jn 15,26-27.16,12-15. Solemnidad de Pentecostés.






JESÚS EN TI CONFIAMOS





En el Tiempo Ordinario Jesús está en medio de nosotros





"Jesús resucitado, antes de volver al seno del Padre, aseguró a los suyos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

En esta realidad temporal, histórica, confusa, ambigua, en la que nos encontramos, en la que tenemos experiencias positivas y negativas, momentos de gozo y de dolor, Jesús nos asegura su presencia junto a nosotros. 

Él garantiza su presencia, no cuando las cosas estén mejor, cuando estemos plenamente convertidos, en un mundo ideal, ya hecho y terminado, sino en este mundo concreto, en crecimiento, lleno de confusiones y de ambigüedades. Jesús promete su presencia «todos los días». Por lo tanto, en ningún momento, ni en los más terribles, nos deja solos. Incluso cuando no percibimos su presencia, él también está junto a nosotros.

Jesús está con nosotros cuando escuchamos su palabra y continuamos su obra entre los hombres. Jesús se hace presente especialmente cuando anunciamos el evangelio y celebramos los sacramentos, dando sentido y valor a lo que hacemos.

Esto es lo que celebramos en el Tiempo Ordinario: que Jesús está presente entre nosotros siempre, en todo momento, en la vida de cada día. No solo en los grandes acontecimientos. También en los momentos más vulgares y ordinarios. Que su cercanía nos llene de gozo espiritual". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com.es/2018/05/en-el-tiempo-ordinario-jesus-esta-en.html#more


BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA.




Oh, Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó a santa María Virgen, su Madre, como Madre también nuestra, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos.


A través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino, el Vaticano ha establecido que la memoria de la “Virgen María, Madre de la Iglesia” se celebre cada año el lunes siguiente a Pentecostés.

“El Sumo Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año”, dice el documento.
En el decreto, la misma Congregación señala que “esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos”.
“Tal memoria deberá aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas: los respectivos textos litúrgicos se adjuntan a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de ser confirmadas por este Dicasterio. Donde la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, ya se celebra en un día diverso con un grado litúrgico más elevado, según el derecho particular aprobado, puede seguir celebrándose en el futuro del mismo modo”.






domingo, 20 de mayo de 2018


PENTECOSTÉS

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"Jesús resucitado envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia, llevando a plenitud su obra de salvación, para los cristianos esta fiesta es el perenne recuerdo del gran regalo de Jesús: su Espíritu, que guía la Iglesia hacia la plenitud, que actúa en los sacramentos, que nos convierte en hijos de Dios y que un día nos resucitará de la muerte para hacernos partícipes de la vida eterna". P. Eduardo Sanz de Miguel.

¡Oh fuego de amor vivo!
que sabiamente quemas
las impurezas todas de mi casa.
Pues ya soy tu cautivo,
cauteriza y no temas
hacer del leño verde ardiente brasa.

Lucero vivo, sol,
que brillas fuertemente
y enciendes toda lumbre, toda hoguera.
Conviérteme en farol
que guíe humildemente
al que vive en la noche y la ceguera.

Horno de amor primero,
que das vida y calor
al que vive en el frío y soledad.
Quiero ser un brasero
que dé un poco de amor
y congregue al calor de la amistad.

Atmósfera de cielo
que envuelves con amores
y en mi alma como Espíritu te anidas,
alivia mis anhelos,
mitiga mis ardores
y hazme respirar eterna vida.

¡Oh lumbre poderosa,
oh fuente de energía,
que todo lo iluminas y embelleces!
¡Oh lámpara preciosa,
brillante mediodía,
quédate con nosotros, que oscurece!

sábado, 19 de mayo de 2018


El papa Francisco explica quién es el Espíritu Santo.


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"¿Quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con fe: «Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida». La primera verdad a la que nos adherimos en el Credo es que el Espíritu Santo es Señor. Esto significa que Él es verdaderamente Dios como lo es el Padre y el Hijo, objeto, por nuestra parte, del mismo acto de adoración y glorificación que dirigimos al Padre y al Hijo. El Espíritu Santo, en efecto, es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la fe en Jesús como Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios.

Quisiera detenerme en el hecho de que el Espíritu Santo es el manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros. El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que madure y crezca hasta su plenitud. El hombre es como un peregrino que, atravesando los desiertos de la vida, tiene sed de un agua viva fluyente y fresca, capaz de saciar en profundidad su deseo profundo de luz, amor, belleza y paz. Todos sentimos este deseo. Y Jesús nos dona esta agua viva: esa agua es el Espíritu Santo, que procede del Padre y que Jesús derrama en nuestros corazones. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante», nos dice Jesús (Jn 10, 10).

Jesús promete a la Samaritana dar un «agua viva», superabundante y para siempre, a todos aquellos que le reconozcan como el Hijo enviado del Padre para salvarnos. Jesús vino para donarnos esta «agua viva» que es el Espíritu Santo, para que nuestra vida sea guiada por Dios, animada por Dios, nutrida por Dios. 

Cuando decimos que el cristiano es un hombre espiritual entendemos precisamente esto: el cristiano es una persona que piensa y obra según Dios, según el Espíritu Santo. Pero me pregunto: y nosotros, ¿pensamos según Dios? ¿Actuamos según Dios? ¿O nos dejamos guiar por otras muchas cosas que no son precisamente Dios? Cada uno de nosotros debe responder a esto en lo profundo de su corazón.

A este punto podemos preguntarnos: ¿por qué esta agua puede saciarnos plenamente? Nosotros sabemos que el agua es esencial para la vida; sin agua se muere; ella sacia la sed, lava, hace fecunda la tierra. En la Carta a los Romanos encontramos esta expresión: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (5, 5). El «agua viva», el Espíritu Santo, Don del Resucitado que habita en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma porque nos hace partícipes de la vida misma de Dios que es Amor. 

Por ello, el Apóstol Pablo afirma que la vida del cristiano está animada por el Espíritu y por sus frutos, que son «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22-23). El Espíritu Santo nos introduce en la vida divina como «hijos en el Hijo Unigénito». En otro pasaje de la Carta a los Romanos, san Pablo lo sintetiza con estas palabras: «Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues... habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos “Abba, Padre”. Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con Él, seremos también glorificados con Él» (8, 14-17). 

Este es el don precioso que el Espíritu Santo trae a nuestro corazón: la vida misma de Dios, vida de auténticos hijos, una relación de confidencia, de libertad y de confianza en el amor y en la misericordia de Dios, que tiene como efecto también una mirada nueva hacia los demás, cercanos y lejanos, contemplados como hermanos y hermanas en Jesús a quienes hemos de respetar y amar. 

El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la vivió Cristo, a comprender la vida como la comprendió Cristo. He aquí por qué el agua viva que es el Espíritu sacia la sed de nuestra vida, porque nos dice que somos amados por Dios como hijos, que podemos amar a Dios como sus hijos y que con su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús. 

Y nosotros, ¿escuchamos al Espíritu Santo? ¿Qué nos dice el Espíritu Santo? Dice: Dios te ama. Nos dice esto. Dios te ama, Dios te quiere. Nosotros, ¿amamos de verdad a Dios y a los demás, como Jesús? Dejémonos guiar por el Espíritu Santo, dejemos que Él nos hable al corazón y nos diga esto: Dios es amor, Dios nos espera, Dios es el Padre, nos ama como verdadero papá, nos ama de verdad y esto lo dice sólo el Espíritu Santo al corazón, escuchemos al Espíritu Santo y sigamos adelante por este camino del amor, de la misericordia y del perdón". 

Breve resumen de la catequesis del papa aquí: https://youtu.be/4LHV18A5YZs





"María, tu Madre que es también la mía,
me ha dado su nombre.
A medianoche pone su hijo recién nacido
en mí, en el corazón.
Oh!, ningún corazón humano puede comprender
lo que Tú preparas a los que te aman.
Ahora eres mío y no te dejaré nunca.
Donde quiera que el camino de mi vida me conduzca,
Tú estarás a mi lado.
Nada puede apartarme ya de tu amor".


Santa Edith Stein o Santa Teresa Benedicta de la Cruz.