"Jesús ha introducido la gracia del Espíritu donde dominaba antes la Ley. Ciertamente, la Ley puede suscitar un tipo de orden sobre el mundo, pero termina esclavizando al ser humano y le hace depender de algo exterior, de una norma sacral o social que le somete (cf. Mc 2, 23-3, 6). En contra de eso, Jesús no ha conocido más Ley que el amor (cf. Lc 10, 25-36; 13, 10-17). Desde ese fondo ha entendido Pablo a Cristo, presentándose como intérprete privilegiado del evangelio: ha descubierto que la gracia de Jesús no cambia sólo algunos rasgos de la Ley del judaísmo (con sus normas nacionales, sacrales) sino que, en un momento dado, se enfrenta con ellas, mostrando que son pasajeras y pueden volverse contrarias al mismo evangelio. La Ley era un velo que nos impide mirar hacia el Amor, una atadura contraria a la gracia. El Espíritu, en cambio, es transparencia y libertad que lleva a la filiación (nos hace hijos de Dios), no en batalla sino en servicio mutuo. No es un retorno a la jungla sin normas, sino una elevación para el Amor sobre la Ley en gratuidad y encuentro personal". Xavier Picasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario