jueves, 27 de septiembre de 2018

Santa Teresita: vida, muerte y glorificación


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"El próximo 1 de octubre celebraremos, si Dios quiere, la fiesta de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Como preparación, recordemos los datos fundamentales de su historia.

La vida de Teresa de Lisieux puede resumirse brevemente: Una niña alegre y despierta, dotada de una inteligencia precoz y de una aguda sensibilidad, que nace en el seno de una familia acomodada, con profundas convicciones cristianas, que la colma de atenciones y regalos. 

Después de una primera infancia feliz, se vuelve introvertida e hipersensible, al perder a su madre con solo 4 años. Su hermana Paulina ocupa el lugar de la madre, sabiendo compaginar el afecto y la disciplina. Cuando Teresa tiene 9 años, su hermana se hace Carmelita Descalza. Comienza para ella una etapa de enfermedades psicofísicas, que la convierten en una niña tierna, débil, escrupulosa y –muchas veces   impertinente. 

Cuando tiene 10 años, mientras su padre y dos de sus hermanas están de viaje, su tío evoca el recuerdo de su madre fallecida. Unas horas más tarde, la niña comienza a temblar, sufriendo alucinaciones y hablando con incoherencia. Pasa dos meses en cama, padeciendo «una enfermedad gravísima, que nunca se había manifestado antes en un niño», en palabras del doctor que la atiende. Cuando parece que va a morir, mientras sus hermanas oran arrodilladas junto a su cama, siente que la Virgen le sonríe con dulzura y sana repentinamente. Pero se suceden episodios de escrúpulos, de tristeza y de debilidad física y emocional. 

Sana definitivamente a los 14 años, en lo que ella denomina «la gracia de Navidad», que la convierte en una mujer adulta y madura: «El 25 de diciembre de 1886 recibí la gracia de salir de la niñez... Sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para dar gusto a los demás, ¡y desde entonces fui feliz!... Mi espíritu, liberado ya de los escrúpulos y de su excesiva sensibilidad, comenzó a desarrollarse». La clave está en el «olvidarse de sí misma». Fue capaz de salir de sí, de pensar en los demás, de amar gratuitamente, sin esperar nada a cambio... Aquí inició su «carrera de gigante». 

A los 15 años ingresa en el Carmelo con gran entusiasmo y con una voluntad férrea de llegar a ser santa. Desde el principio hubo de enfrentarse a todo tipo de sufrimientos y dificultades: El superior se opone a su ingreso, el confesor no la comprende, el que había sido su director se encuentra en Canadá, algunas monjas le manifiestan su rechazo porque ya son tres hermanas carnales en la misma casa religiosa, el clima espiritual de su comunidad es de abierto jansenismo, algunas religiosas no disimulan sus celos... y, para colmo de males, su padre enferma, perdiendo la movilidad y la lucidez mental. Muchos acusan directamente a Teresa, por haberle abandonado a pesar de ser su hija preferida. 

En el Carmelo realiza un camino de maduración sorprendente, en el que Jesús es casi su única ayuda. En 1893, sor María de los Ángeles la describe así en una carta: «Sor Teresa del Niño Jesús tiene 20 años... Grande y fuerte, con aire de niña, que oculta en ella una sabiduría, una perfección y una perspicacia de 50 años. De espíritu siempre sereno, y totalmente dueña de sí en todo y para con todos. Una verdadera santita, a la que se podría dar la comunión sin confesarla, y a la vez con una cabecita llena de picardía para sacarle chispa a todo. Mística, cómica, todo se le da..., es capaz de hacernos llorar de devoción o desternillarnos de risa en los recreos». 

La lectura orante de textos bíblicos despierta en ella varias intuiciones profundamente evangélicas, que desembocan en el descubrimiento de su camino de infancia espiritual, en 1895. Este mismo año se ofrece al Amor misericordioso, lo que representa una auténtica revolución con respecto a la espiritualidad de su época, en la que las almas más selectas se ofrecían como víctimas a la justicia de Dios. «Desde aquel día feliz, me parece que el amor me penetra y me cerca, me parece que ese amor misericordioso me renueva a cada instante, purifica mi alma». Los últimos 18 meses de su vida se caracterizan por terribles sufrimientos físicos y espirituales, hasta que muere de tuberculosis el 30 de septiembre de 1897. 

Muchos conocen la anécdota sucedida en el Monasterio Lisieux en el verano de ese mismo año: Teresa estaba gravísima, contaba sólo 24 años y había llevado una vida sencilla y escondida. Una hermana dijo en público que la priora de la Comunidad tendría muy difícil escribir la carta necrológica que se acostumbraba mandar a los conventos, amigos y familiares al fallecer una religiosa. Se lo comentaron a Sor Teresa y se lo tomó a broma. Estaba segura de que no tenían que decir nada de sí misma ni de sus obras, sino de la misericordia que Dios le había manifestado. 

A su muerte, la priora encargó a una hermana carnal de Teresita que redactara la carta acostumbrada. Tardó varios meses en prepararla, utilizando los «Escritos autobiográficos» de la difunta, recogidos en tres cuadernillos de escolar. La carta circular se convirtió en un libro y la comunidad lo ofreció a las editoriales católicas del momento para su publicación. Todas se negaron; y solo pudo ver la luz porque un tío suyo pagó los gastos. El 30 de Septiembre de 1898 se publicó la primera edición de la «Historia de un alma», con una tirada de 2.000 ejemplares, que se vendieron a 4 francos. En pocos meses hubo que preparar una nueva edición de 4.000 copias, que también se agotó rápidamente. 

Solo un año después, en 1899, su tía comentaba con las hermanas y la prima de la difunta que la familia tendría que abandonar Lisieux por causa de Teresita, ya que la avalancha de peregrinos que cada día se acercaba a su casa pidiendo información sobre su sobrina no les permitía un momento de tranquilidad: no les dejaban ni comer ni dormir. Todos querían saber algo más de aquella joven monja muerta en olor de santidad. Incluso hubo que poner unos guardias que custodiaran su tumba en el cementerio, porque cientos de peregrinos arrancaban las flores y se llevaban la tierra en su deseo de poseer una reliquia. 

Rápidamente comenzaron las traducciones de sus escritos: en 1901 al inglés, en 1902 al polaco, en 1904 al italiano y al holandés, en 1905 al alemán, portugués, español, japonés, ruso... y «un huracán de gloria la envolvió» (Pío XI). Hoy se pueden leer en más de 60 idiomas. Con las traducciones se multiplican por todo el mundo los testimonios de conversiones, curaciones milagrosas, apariciones de la pequeña Teresa... 

Cuando en 1903 sugirieron a las Carmelitas de Lisieux la posibilidad de canonizarla, rechazaron la oferta, alegando: «Si así fuera, habría que canonizar a todas las Carmelitas», pero Pío X impulsó el proceso en 1907 (a los 10 años de su muerte). En una audiencia pública, como respuesta a un obispo misionero que le regaló un cuadro de Teresa, exclamó: «He aquí la santa más grande de los tiempos modernos». A quien le hizo notar que en su vida no había nada de extraordinario, el mismo Papa le respondió: «Esta extrema sencillez es precisamente lo que hay de más extraordinario y notable en esta alma. Abrid vuestra teología». 

Para el proceso de beatificación se necesita presentar un milagro que Dios haya realizado por intercesión de la persona que se quiere beatificar. En el caso de Teresita se presentó un dossier con algo más de 5000. Se la eximió de la necesaria espera de 50 años que exigía la normativa eclesiástica del momento y Pío XI, que la llama «la estrella de mi Pontificado», la beatifica en 1923, la canoniza en 1925 y la declara patrona de las misiones en 1927. Para entonces se habían recibido en Lisieux varios millones de cartas (sólo en el año de su canonización una media de 1000 diarias) que pedían reliquias, enviaban donativos, atestiguaban favores recibidos y desde allí se habían repartido más de 2,000.000 de copias de sus escritos y más de 40,000.000 de estampas con su retrato. 

La ceremonia de canonización rompió todos los moldes. En el decreto de canonización se dice que, «consultando el archivo de la Sagrada Congregación de Ritos, no se halla otra causa que se haya desarrollado con tan rápido y próspero éxito». A la ceremonia asistieron 35 de los 72 Cardenales con que contaba la Iglesia, además de 50.000 fieles (los únicos que pudieron obtener entrada en el templo, de los varios cientos de miles que lo solicitaron). Por primera vez en la historia se colocaron micrófonos en la Basílica Vaticana, para que todos pudieran seguir las palabras del Papa. Durante la tarde, más de 500.000 peregrinos se acercaron a la Basílica para honrar a la nueva Santa. La cúpula de San Pedro se adornó toda la noche con innumerables luminarias (lo que no sucedía desde la caída de los Estados Pontificios, en 1870, ni se ha vuelto a repetir después), numerosas celebraciones se desarrollaron por todo el mundo. 

Por influjo de Teresita se implantaron cientos de monasterios contemplativos en los territorios de misión. Sin ser fundadora, Teresa de Lisieux cuenta hoy con más de 50 Congregaciones religiosas masculinas y femeninas, Institutos seculares o Sociedades de Vida Apostólica, que la consideran como patrona e inspiradora. Su imagen está presente en la mayoría de las iglesias y capillas cristianas. Unos 2.000 templos de todo el mundo están consagrados a su nombre. Entre ellas, cinco Catedrales y cinco Basílicas. Más de 70 seminarios y numerosas escuelas, obras sociales y agrupaciones de fieles la tienen por titular. Es copatrona de Rusia y titular del «Russicum» (colegio de preparación en Roma para los sacerdotes de Iglesias Orientales). En el Cairo tiene un santuario impresionante, meta de continuas peregrinaciones de católicos, coptos y musulmanes. Es curioso lo que Dios ha hecho con esta pequeña sierva suya". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Santa Teresa de Jesús en mil palabras


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Nació en Ávila. "La bautizaron el mismo día en que se inauguró el monasterio de monjas carmelitas de la Encarnación, donde ingresó 20 años después y en el que permaneció durante 27 años, hasta que lo dejó para fundar el monasterio de san José de la misma ciudad. Allí estableció una nueva manera de vivir la consagración religiosa. 

Hoy unas 12.000 monjas carmelitas descalzas contemplativas, unos 3.500 frailes carmelitas descalzos, unas 50 congregaciones de religiosas misioneras y varios miles de seglares la llaman su “santa madre” porque se consideran sus descendientes espirituales y quieren dejarse iluminar por sus enseñanzas a la hora de vivir su consagración cristiana.

Teresa se adelantó a su tiempo y al nuestro porque fue al corazón del evangelio, a los valores que permanecen para siempre. No perdió sus energías en cosas secundarias, sino que se concentró en lo esencial, por eso dice: “Estáse ardiendo el mundo y quieren tornar a crucificar a Cristo, porque ponen su Iglesia por los suelos, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas pequeñas? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”.

Se puso honestamente frente a Dios, buscando su rostro, sedienta de agua viva. Y descubrió que él se manifiesta a todos los que lo buscan con corazón sincero, que si el alma busca a Dios, mucho más Dios busca al alma, que él es el principal amador en esta historia, que no se cansa de llamarnos y de salirnos al encuentro de mil modos.

Teresa experimentó que “las misericordias de Dios no se han terminado” ni son cosas del pasado, que “él no se cansa de amar ni de perdonar” y que “él castiga nuestros grandes pecados con bendiciones aún más grandes”. Dios se le manifestó como aquel que busca al hombre para comunicarle su vida, que no se desinteresa de nosotros ni se cansa de ofrecernos sus mercedes. Por eso dice: “ya que él no se cansa de dar, no nos cansemos nosotros de recibir”. 

Quiso comunicárselo a todos, pero no le resultó sencillo, porque vivió en una época en la que los varones controlaban la historia y las mujeres gozaban de poca consideración social. De todas formas, con paciencia y perseverancia consiguió hacer que su voz se escuchara en muchos ambientes.

Aunque no disponía de los medios de comunicación contemporáneos, se interesó por lo que sucedía a su alrededor, especialmente por la situación de los pobres (“a los que daría hasta el hábito que traigo puesto”, dice), por las guerras de religión (que entonces devastaban Europa) y por la conquista de América (en la que se mezclaban las luces y las sombras). Esto la movió a moverse: “Como si yo pudiera algo, fuime ante el Señor y le pedí que pusiera remedio a tanto mal, ofreciéndome para ayudarle”.

Ella era consciente de que la historia la manejaban unos pocos y de que le estaban cerradas las puertas solo por ser mujer, pero no se desanimó, convencida de que “no es este tiempo de desechar ánimos virtuosos, aunque sean de mujeres”, por lo que se puso manos a la obra: “Me determiné a hacer lo poquito que yo podía”.

Así se convirtió en escritora, en fundadora de monasterios y en acompañante de caminantes, reuniendo en torno a sí personas de varias condiciones (monjas, frailes, sacerdotes y seglares) para que se ayudaran mutuamente a crecer en el servicio de Cristo, para que se “hicieran espaldas unos a otros”.

Las mujeres de la época tenían vedado el acceso a la formación académica, pero ella fue una mujer despierta y curiosa, por lo que aprendió muy pronto a leer y devoró todos los libros que cayeron en sus manos. Más tarde se convirtió también en escritora, a pesar de las oposiciones frontales que encontró y que supo sortear asumiendo una aparente “retórica de la sumisión” para superar la censura, aunque en muchas de sus páginas reivindica el derecho de las mujeres a formarse y a decidir por sí mismas, sin estar sometidas en todo a la tutela de los varones.

Teresa escribió varios libros que hoy son clásicos de la lengua española y de la espiritualidad cristiana, especialmente el Libro de la vida, el Camino de perfección y el Castillo interior (también conocido como las Moradas), además de numerosas poesías, cartas y otros escritos menores, que desde el principio fueron leídos en copias manuscritas por sus contemporáneos y que se editaron rápidamente después de su muerte. Además, sus obras se tradujeron muy pronto a los otros idiomas europeos y al latín, por lo que su influencia se extendió fuera de las fronteras españolas.

Fray Luis de León escribió: “Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas ahora que vive en el cielo la conozco y veo en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros, que a mi juicio son testigos fieles y sin equívoco de su gran virtud; porque la figura de su rostro, si la viera, me mostraría su cuerpo; y sus palabras, si las oyera, me declararían algo de la virtud de su alma; y lo primero era común y lo segundo sujeto a engaño, de lo que carecen estas dos cosas en que la veo ahora”. 

Después de hacer el elogio de las carmelitas descalzas, hablando de la manera de escribir de santa Teresa, fray Luis añade que “fue un ejemplo rarísimo; porque en la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y calidad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”.

Así que ya lo sabemos: hoy, como entonces, quien quiera conocer el verdadero espíritu de esta mujer tiene dos caminos: la lectura de sus obras y el trato con sus hijas". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 25 de septiembre de 2018

Dichos de luz y amor


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"San Juan de la Cruz tenía la costumbre de entregar a sus amigos trozos de papel con un pensamiento que resumiera lo que habían hablado ese día.

La gente los apreciaba y los intercambiaba entre sí, porque consideraban esas frases como verdaderos tesoros de sabiduría.

En cierto momento, fray Juan recogió algunos en un librito que tituló "Dichos de luz y amor", al que añadió un breve prólogo de presentación, que dice así:

- También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos, que es con lo que, Señor mío, te agradas, más que con el lenguaje y sabiduría de ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen en tu servicio y amor, en que yo falto, y tenga mi alma en qué se consolar de que haya sido ocasión que lo que falta en ella halles en otros.

- Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las demás operaciones del alma. Por eso, estos dichos serán de discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el caminar.

- Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu dulcísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a él en la vida, condiciones y virtudes, y en la forma de la desnudez y pureza de su espirítu. Mas dala tú, Padre de misericordias, porque sin ti no se hará nada, Señor.

Después vienen 186 sentencias (la mayoría se encuentran escritas de su puño y letra en el "manuscrito de Andújar" y otras fueron recogidas a su muerte por algunas hermanas carmelitas). Pueden ver el texto original en la foto de arriba.

La primera frase ya nos indica cómo pensaba san Juan de la Cruz, cuál era la fuente de su optimismo y de su paz imperturbable. Dice así:

- Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría y espíritu a los mortales; mas ahora que la malicia va descubriendo más su cara, mucho los descubre.

San Juan de la Cruz está convencido de que la gracia y el amor de Dios no son cosas del pasado, sino que él sigue actuando siempre, también en nuestros días, e incluso más en estos tiempos que en los que nos precedieron.

Dios SIEMPRE ha descubierto a los hombres "los tesoros de su sabiduría y espíritu" y lo sigue haciendo. Por eso es tan importante tener los ojos bien abiertos, para gozar de su presencia en nuestras vidas; es decir: hay que velar (usando un lenguaje bíblico).

No vale la pena malgastar el tiempo en lamentarse por lo mal que anda el mundo y cosas por el estilo. Dios sigue actuando y manifestando su gracia, por lo que lo verdaderamente urgente es descubrir su cercanía y acoger sus visitas, dejarnos llenar de su gracia y de su amor". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Enhorabuena, NAWARAOS, por su muy bien merecida condecoración UCLA 22 de septiembre


Apoyo a las jornadas de atención médica a las comunidades de Jabón.

Un grupo de médicos voluntarios de Carora llevó a cabo esta hermosa labor de servicio, el día 22/09/18, la cual, entre otros, alcanzó los siguientes logros:

* Cardiología: 19 pacientes con entrega de tratamiento completo para dos meses para todos
* Odontologia: 70 pacientes y no pudieron continuar por qué se le agotó el material
* Nutricionista: 17 pacientes
* Dermatología: más de 25 pacientes
* Medicina General: más de 50 personas
* También hubo atención médica en Urología y Ginecología
* Además hicieron ecos y tomaron muestras para exámenes de laboratorio y las procesaron inmediatamente
* Muchos pacientes recibieron las medicinas prescritas




La Comunidad Sagrada Familia participó proveyendo apoyo logístico a las comunidades y a los médicos.

EL MESIANISMO DE JESÚS

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El domingo 16/09 leímos en el evangelio de la misa el diálogo entre Jesús y sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo?, ¿quién soy yo para vosotros. Ayer escuchamos la continuación.


"Después de que Pedro afirmó que Jesús es el mesías, Él explicó qué tipo de mesianismo es el suyo. Sus contemporáneos esperaban un mesías poderoso, como David, que debería restablecer el reinado de Israel y acabar con la dominación romana. Pero Jesús se presenta como un mesías humilde, que viene a servir, que debe padecer y morir por los pecadores. Es el primer anuncio de la pasión, al que seguirán otros dos (Mc 9,30-32; 10,32-34). Esto provocará una crisis entre los discípulos, ya que iba contra sus ideas. Pedro rechaza que el mesías pueda sufrir, y se lo hace saber. Como la mayoría, esperaba un mesías triunfante, por lo que intenta convencer a Jesús de que se aparte de la vía del sufrimiento. Es la misma tentación que le había presentado el diablo después del bautismo. Por eso, Jesús le llama Satanás y le dice que esa manera de pensar corresponde a los hombres y no a Dios.
 
Los otros discípulos no entendieron sus palabras, porque eran de la misma opinión que Pedro, pero tampoco tenían intención de profundizar en el tema: «no entendían este lenguaje y les daba miedo preguntarle» (Mc 9,32). Ellos también esperaban un mesías político, por eso discuten en varias ocasiones sobre quién será el más importante en el reino; es decir: quién conseguirá mayores beneficios cuando se establezca. Por eso la madre de los Zebedeos quiere puestos de honor para sus hijos y pide a Jesús: «Que se siente uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino» (Mc 10,21). Hoy lo podríamos traducir por: «Que uno sea ministro de economía y otro, ministro del interior». El domingo de Ramos, la gente aclama: «Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David» (Mc 11,10). Incluso el día de la ascensión preguntan a Jesús: «¿Es ahora cuando vas a establecer el reino de Israel?» (Hch 1,7). En nuestros días, algunos autores presentan a Jesús como un mesías político, movilizador de los pobres contra los ricos o comprometido en la lucha contra las autoridades judías y contra los romanos. Pero la interpretación de los evangelios es muy distinta. Jesús establece un reino «que no es de este mundo» y que solo se puede entender a partir de su predicación. 

Si lo pensamos bien, el rechazo de Pedro y de los discípulos al sufrimiento del mesías sigue siendo la actitud ordinaria de los cristianos contemporáneos: ¿Por qué Jesús «debe» sufrir y morir?, ¿por qué Jesús insiste en que «es necesario» que Él padezca para poder salvarnos? (cf. Mt 16,21, Mc 8,31, Lc 9,22), ¿por qué su muerte violenta corresponde al proyecto de Dios? Dos mil años después, la cruz sigue siendo escándalo para los hombres religiosos y necedad para los intelectuales, pero fuente de sabiduría y de fortaleza para los creyentes (cf. 1Cor 1,18-24). La Escritura da un testimonio firme de que no hay contradicción entre el mesianismo de Jesús y su sufrimiento, entre su filiación divina y su muerte". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 21 de septiembre de 2018

21 de septiembre. San Mateo, apóstol y evangelista.
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San Mateo, hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaún, en el lago de Galilea. Es llamado Leví por los evangelistas San Marcos y San Lucas. Fue un publicano, es decir, un colector de impuestos para los romanos. Cuando Jesús lo ve sentado a la mesa de recaudación de impuestos lo llama para que sea uno de los Doce (Mt 9,9ss). El mismo episodio lo narran también los otros Evangelios sinópticos (Mc 2, 14ss, Lc 5, 27ss). San Mateo es el octavo en la enumeración de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13) y en la del mismo Mateo (Mt 10,3), que cuando se nombra a sí mismo se llama "Mateo, el publicano", y el séptimo en la lista de San Marcos y San Lucas (Mc. 3, 13; Lc 6, 12). Debido a su profesión provienen los atributos con los cuales se le representan: una bolsa de dinero o un tablero de contar.

 Después de la ascensión del Señor, San Mateo predicó varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Poco antes de esta dispersión escribe su Evangelio, siendo el primero de los cuatro, tal como lo atestigua Papías, obispo de Hierápolis, el cual es citado en la Historia Eclesiástica por Eusebio: "Mateo ordenó (compuso) las palabras (logia) del Señor en lengua hebrea, y cada uno las interpretó (tradujo) luego como pudo". Su Evangelio fue escrito en arameo y dirigido sobre todo a los judíos. El Apóstol San Bartolomé llevó una copia a la India y la dejó ahí.

El hecho de haber tenido como invitado al Señor a su mesa, y el trabajo al que se dedicaba cuando fue llamado por el Señor se aluden en la liturgia de su fiesta. En la oración colecta se señala que Dios, "inexpresable misericordia", se dignó "elegir a san Mateo para convertirlo de recaudador de impuestos en un apóstol". En la oración postcomunión se hace referencia al "gozo salvífico que experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al Salvador".

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Hoy los judíos celebran el Yom Kippur

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El Yom Kippur o Día del Perdón es una festividad de la religión judía. Se celebra desde esta tarde hasta mañana por la tarde, y entre sus preceptos está el ayuno, la oración, la abstención de placeres físicos y del trabajo. Es una fiesta más interior, más de analizar nuestros actos, mostrar arrepentimiento y desear buena suerte para el año que empieza.
Esta fiesta judía es el momento más sagrado del año para la comunidad hebrea. Marca el final de los días de penitencia iniciados en Rosh Hashaná, el año nuevo judío que se conmemoró hace unos días ya. El año nuevo culmina con este Yom Kippur o Día del Perdón, y es el momento más sagrado para quienes profesan esta fe.
Como otras religiones, el ayuno es uno de los momentos centrales de este día. Tras los 10 primeros días del año nuevo judío, llega este momento de analizar y rezar. De ahí el ayuno, aunque no para enfermos, mujeres embarazadas, etc…
Hoy en Israel, y en otras comunidades, desde las 14 horas se paraliza toda actividad, incluido el espacio aéreo, la circulación por carreteras, las tiendas, comercios, etc. 

¿Qué es la teología?


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"Los seres humanos nos preguntamos por el significado de las cosas y de los acontecimientos; nos cuestionamos el sentido de nuestra existencia, nuestro origen y nuestro destino. De hecho, Kant resumía la filosofía en el esfuerzo por responder a tres preguntas: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo? y ¿qué me cabe esperar? 

De una forma o de otra, todos los hombres se plantean estas cuestiones alguna vez en su vida y todas las tradiciones filosóficas y religiosas intentan dar una respuesta por medio de reflexiones, narraciones mitológicas o interpretaciones científicas. 

Estos interrogantes surgen de la misma estructura reflexiva del hombre, que necesita conocer para poder decidir y actuar. Lo vemos en los niños, que de una manera innata se preguntan por el nombre, la función y el sentido de las cosas: ¿Qué es esto?, ¿para qué sirve?, ¿cómo funciona?, ¿por qué esto es así? Una señal clara de envejecimiento es perder el deseo de aprender.

Esta curiosidad natural permite el aprendizaje de los niños y ha hecho posible la adquisición de todo tipo de conocimientos entre los seres humanos considerados como especie, lo que nos ha llevado al avance continuo de las ciencias y de la técnica. 

El dominio científico y tecnológico ha mejorado las condiciones de nuestra existencia y ha alargado nuestra esperanza de vida, pero no es suficiente para hacernos felices. La pregunta por el sentido de la vida sigue siendo tan esencial en nuestros días como en los tiempos antiguos.

Así como la botánica da respuestas a nuestro interés por conocer el mundo de las plantas, la antropología filosófica reflexiona sobre la estructura del ser humano y el sentido de su existencia. El hombre creyente, como es natural, también se pregunta por los contenidos de su fe. Este es el contenido de la teología, especialmente el misterio de Dios y su proyecto sobre nosotros.

Según Aristóteles, la «física» trata de las realidades materiales, la «matemática» de las formas puras o ideales (los números) y la «teología» es la ciencia que tiene por objeto a Dios (la reflexión del hombre sobre Dios). 

Sin embargo, desde un punto de vista cristiano, la teología no es un discurso racional sobre Dios (a eso lo llamamos hoy teodicea, que es una rama de la filosofía), sino la reflexión creyente sobre los contenidos de la fe.

Sigue siendo válida la formulación de san Anselmo de Canterbury, que afirma: «La teología es la fe que busca entenderse a sí misma». Y añade: «Señor, yo no pretendo penetrar en tu profundidad, ¿cómo iba a comparar mi inteligencia con tu misterio? Pero deseo comprender de algún modo esa verdad que creo y que mi corazón ama. No busco comprender para creer, sino que creo primero, para esforzarme luego en comprender. Porque sé que si no empiezo por creer, no comprenderé jamás». 

Por su parte, santo Tomás de Aquino dice que, hablando con propiedad, la «Sacra Doctrina» (como entonces era llamada la teología) «es el conocimiento que Dios tiene de sí mismo», del que nosotros podemos participar solo porque él mismo nos lo ha revelado. 
 
El cristiano desea profundizar en lo que ya cree, con la ayuda de los medios que la razón le ofrece. Partimos de la vida de fe, intentando clarificar sus contenidos y su dinamismo interno.

De todas formas, somos conscientes de que nuestras reflexiones son siempre inseguras, parciales, sin poder explicar nunca totalmente el misterio. 

Nuestra principal certeza es que Dios ha hablado y se ha comunicado a la humanidad, se ha revelado, por lo que podemos conocer algo de él: lo que él mismo nos ha contado. Esta certeza proviene de la fe. 

Porque somos seres racionales, nos preguntamos sobre las posibilidades y el contenido de esta comunicación de Dios a los hombres: ¿Tienen sentido los dogmas?, ¿de dónde provienen?, ¿pueden cambiarse? Es natural que nos hagamos estas preguntas. La teología intenta responderlas. 

Para saber más: Catecismo de la Iglesia Católica nn. 94-95". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.






lunes, 17 de septiembre de 2018

San Alberto de Jerusalén y la Regla de los carmelitas


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"Hablando con propiedad, san Alberto no redacta una Regla (aunque, con el tiempo, su documento llegue a serlo). Respondiendo a la petición de los ermitaños latinos, redacta una «Norma de vida» (‘vitae formula’), usando una terminología propia de la época para estos documentos que regulaban la vida de grupos de consagrados que no eran exactamente monjes ni frailes. 

En ella recoge el «propositum» (que puede ser traducido tanto por la ‘motivación’ como por la ‘finalidad’) que debe guiar la vida de los consagrados y de todos los cristianos: «vivir en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia» (n. 2). 

Para que puedan cumplirlo en fidelidad a la propia vocación, da algunas normas prácticas: la obediencia al prior, tener celdas individuales, comer juntos, rezar las horas canónicas, celebrar la eucaristía, reunirse periódicamente para revisar la vida (nn. 4-17). 

Después añade algunas consideraciones doctrinales: revestirse de las virtudes cristianas, trabajar para ganarse el alimento, conservar el silencio, servir con humildad (nn. 18-23). 

En total, consta de 24 números de un solo párrafo de pocas líneas, algunos de una o dos. 

Los dos primeros números son como un prólogo o introducción, los siguientes (muy pretenciosamente llamados «capítulos» en algunas ediciones) son el cuerpo doctrinal y legislativo y el último es el epílogo o recomendación final. (Hasta 1998 los o.c.d. la dividían en veintiún números y los o.carm. en dieciocho, más prólogo y epílogo. Ese año los consejos generales de ambas Órdenes aprobaron una nueva numeración que –por desgracia– aún no se ha generalizado).

La Regla de san Alberto invita a los religiosos a vivir con alegría sus votos de obediencia, castidad y pobreza (n. 4), a la práctica de la oración personal (n. 10) y comunitaria (nn. 11 y 14), a la lectura de la Sagrada Escritura (nn. 7, 10 y 19), al cultivo de la soledad y del silencio interior y exterior (n. 21), a la laboriosidad (n. 20), al servicio humilde (nn. 22 y 23) y a la austeridad de vida (nn. 16 y 17), aunque sin rigidez, ya que los preceptos pueden ser dispensados por «la enfermedad, la debilidad corporal u otro justo motivo […] pues la necesidad no tiene ley» (n. 16). 

El número 10 es el corazón de toda la normativa: «Permanezca cada uno en su celda o junto a ella, meditando día y noche la ley del Señor y velando en oración, a no ser que deba dedicarse a otros justos quehaceres». 

Siguiendo el ejemplo del profeta Elías, el Carmelita debe esforzarse por vivir siempre en presencia de Dios, dejando que él llene su mente y su corazón, relacionándose amorosamente con él en la oración, dejándose instruir por su Palabra: «Fortaleced vuestros pechos con pensamientos santos […], de manera que améis al Señor vuestro Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas […]. La palabra de Dios habite en toda su riqueza en vuestra boca y en vuestros corazones. Y lo que debáis hacer, hacedlo conforme a la Palabra del Señor» (n. 19).

El epílogo es una invitación a la generosidad personal, para ir más allá de la ley y no contentarse solo con cumplir lo establecido, con una nueva invitación a la moderación: «Si alguno está dispuesto a dar más, el Señor mismo, cuando vuelva, se lo recompensará. Hágase uso, sin embargo, del discernimiento, que es el que modera las virtudes» (n. 24)". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

17 de septiembre. San Alberto de Jerusalén



"Hoy se celebra la fiesta de san Alberto de Jerusalén, que escribió la regla que hasta el presente inspira la vida de toda la familia carmelitana (religiosos, religiosas y seglares). 


La Regla Carmelitana es la más breve entre las Reglas religiosas de la Iglesia. Consiste, casi exclusivamente, en una sabia concatenación de citas de la Biblia. Se centra más en la justificación espiritual de la vocación carmelitana y en los medios necesarios para desarrollarla, que en las normas legales que deben regular las relaciones de un grupo concreto.

En ella se recoge la motivación que debe guiar la vida de los consagrados y de todos los cristianos: «vivir en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia» (n. 2), meditando día y noche en su palabra, a no ser que estén ocupados en otras actividades legítimas.

Este es el ideal que presenta nuestra Regla y que los carmelitas deseamos poner en práctica también hoy, ochocientos años después de su promulgación". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Que tome su cruz y me siga

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"El ser uno con Cristo es nuestra beatitud y el progresivo hacerse-uno con El es nuestra felicidad en la tierra, porque el amor por la cruz y la gozosa filiación divina no son contradictorios. Ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura, y aquellos que puedan y deban, los constructores del Reino de Dios, son los auténticos hijos de Dios. De ahí que la preferencia por el camino de la cruz no signifique ninguna repugnancia ante el hecho de que el Viernes Santo ya haya pasado y la obra de la redención ya haya sido consumada. Solamente los redimidos, los hijos de la gracia pueden ser portadores de la cruz de Cristo. El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria sólo si está unido al sufrimiento de la Cabeza divina.Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra y con todo reinar con Cristo a la derecha del Padre; con los hijos de este mundo reír y llorar, y con los coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: esta es la vida del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad". Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

sábado, 15 de septiembre de 2018

15 de septiembre. Nuestra Señora de los Dolores

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"En todas las esquinas de la vida,
Tú lo sabes , Señora,
nos espera el dolor,
los hijos muertos,
la angustia del salario que no llega,
el puñetazo cruel de la injusticia,
la violencia y la guerra,
el horrible vacío de tantas soledades,
los infinitos ríos del llanto de los hombres.
¿Y a quién acudir
sino a tu lado,
Virgen experta en penas,
sabia en dolores,
maestra en el sufrir,
conocedora de todas las espadas?
Por el cansancio del camino a Belén
te pedimos por todos los cansados.
Por el frío de la cueva y la noche de Navidad,
acuérdate de los que tienen hambre.
Por el dolor del Hijo que perdiste en el templo,
ayuda a tantos padres que pierden a sus hijos
por los más turbios caminos,
Por los años de oscura pobreza en Nazaret,
da un más ancho salario de amor a tantos hombres
que ven cómo decrecen sus salarios.
Por el largo silencio de tus años de viuda,
acompaña a tantos y tantos solitarios.
Por la angustia de ver perseguido a Jesús,
no abandones a tantos que la injusticia aplasta.
Por las horas terribles del Calvario y la sangre,
siéntate cada tarde al borde de la cama
de todos los que viven muertos sin salud y sin fuerzas.
Tú, que sabes de espadas, Virgen Madre de los dolores,
pon en tu corazón a cuantos tienen el alma destrozada. Amén".

José Luís Martín Descalzo.