jueves, 6 de septiembre de 2018

La oración de alabanza


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"... Juan Pablo II afirmaba que es urgente dar prioridad a la oración, personal y comunitaria, en todos los proyectos pastorales de la Iglesia. 

Por desgracia, muchas veces esta advertencia sigue ignorada a la hora de programar las catequesis infantiles y juveniles, los encuentros de formación y los proyectos pastorales de las parroquias, movimientos y otras realidades eclesiales. 

Sin embargo, como afirmaba el papa, el deseo de una experiencia personal del misterio, más allá de la religiosidad sociológica heredada, es la característica que mejor define a un número cada vez mayor de creyentes que, si no encuentran una respuesta adecuada en la Iglesia, la buscan fuera de ella. Así lo expresaba el pontífice:


«Se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino “cristianos con riesgo”. En efecto, correrían el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresivamente, y quizás acabarían por ceder a la seducción de los sucedáneos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de superstición. Hace falta, pues, que la educación en la oración se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral» (Novo Milennio Ineunte, 34). 

Benedicto XVI llegó a afirmar que su principal obligación como papa era la de orar. Esto ya antes de retirarse: 

«Sé bien que el primer servicio que puedo hacer a la Iglesia y a la humanidad es precisamente el de la oración, porque al rezar pongo confiado en las manos del Señor el ministerio que él mismo me ha encomendado, junto con el destino de toda la comunidad eclesial y civil» (Audiencia general, 13-08-2008).

El papa Francisco también habla mucho de la oración y ora mucho. Recuerdo una preciosa homilía que tuvo hace tiempo sobre "la oración de alabanza", invitando a todos a alabar sin miedo al Señor, incluso con el baile, dejando que el gozo llene nuestros corazones, llegando a afirmar que es absurdo pensar que «eres capaz de gritar cuando tu equipo hace un gol y no eres capaz de cantar las alabanzas al Señor, de salir un poco de tu comportamiento para cantarle»...".
P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.



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