lunes, 16 de diciembre de 2019

La genealogía de Jesús (el arbol de Jesé).

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"Durante siglos, en Adviento se explicaba la representación del “árbol de Jesé”, que consiste en un tronco que brota de su pecho, en el que se colocan los antepasados de Cristo. La abundancia de ejemplares, que se conservan en templos y museos, indica la enorme popularidad que alcanzó en otras épocas. Por su parte, los cristianos orientales lo pintan en el “icono de los antepasados de Cristo”.
Estas “biblias de los pobres” que recogen la genealogía de Jesús servían para explicar al pueblo los pecados y las esperanzas de Israel, así como la obra salvadora de Cristo.
La genealogía de Jesús nos recuerda que el Señor se ha manifestado en la historia real de los hombres, con sus luces y sus sombras.
Cada personaje de esta genealogía vivió en un momento determinado de la historia de su pueblo, tuvo sus alegrías y sus tristezas, y se convirtió en un eslabón de la cadena humana que construye la historia de la salvación.
La genealogía de Jesús muestra que Dios realiza su salvación con gente real, imperfecta, muchas veces mezquina: Judá tuvo un hijo con su nuera Tamar; Jacob engañó a su padre, a su hermano y a su suegro; Rajab fue una prostituta cananea; Rut era moabita, perteneciente a un pueblo enemigo de Israel; David fue prepotente, adúltero y asesino; Salomón tuvo al menos 700 esposas y 300 concubinas...
El Hijo de Dios ha asumido la historia de Israel y la historia de la humanidad. Si hubiera tenido que esperar a que los hombres fueran justos y perfectos, no se habría encarnado nunca.
Él toma sobre sus hombros nuestra realidad: las cosas buenas para llevarlas a plenitud, las cosas malas para perdonarlas, las esperanzas para llevarlas a cumplimiento.
Él asume nuestra historia, pero no es el resultado de nuestra historia. No es el fruto de la evolución humana ni del querer de los hombres. Es don de Dios, totalmente gratuito e inmerecido por nuestra parte. Por eso no es generado como todos los hombres. Tiene una madre, de la que asume la naturaleza humana, pero existe desde siempre como eterno Hijo del Altísimo.
El Hijo de Dios se hace hijo de María, hermano nuestro, para salvar lo que estaba perdido, para hacernos hijos de Dios.
Bendito sea el que tanto nos amó. A él sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.







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