"... tuvo lugar en el s. VII en los monasterios de Palestina. Lentamente, la fiesta se extendió por Oriente, de donde pasó a Italia (se encuentra registrada en el calendario marmóreo de Nápoles, esculpido entre el 840 y el 850) y, a partir del s. XI, a Inglaterra y a los otros países de Occidente.
Su contenido nunca ha suscitado polémicas en Oriente, donde se celebra la concepción de María y los dones con los que Dios la embelleció ya en el seno de su madre, en vistas a su misión.
En Occidente, por el contrario, al insistir en la concepción inmaculada, a lo largo de la Edad Media surgió un debate teológico con posturas enfrentadas.
La escuela dominicana afirmaba que María fue concebida con el pecado original, porque si no fuera así se invalidaba el dogma de la universal redención de Cristo. Sus seguidores aceptaban que María habría sido liberada del pecado dentro del seno de su madre, antes de nacer, pero habría sido concebida herida por el pecado original, como todos.
Por el contrario, la escuela franciscana defendía que María fue preservada de todo pecado desde el mismo momento de su concepción, con un privilegio singular, en vista de la redención de Cristo y como un anticipo de la misma.
Después de numerosas disputas, en 1477 Sixto IV autorizó la fiesta para toda la Iglesia Latina, con Misa y Oficio propios, dejando libertad a cada sacerdote para celebrarla o no. Al hablar de la universalidad del pecado original, el concilio de Trento especificó que «no fue intención de este Santo Sínodo incluir en el decreto lo concerniente al pecado original de la Santísima e Inmaculada Virgen María Madre de Dios». San Pío V prohibió toda discusión pública al respecto. Varios pontífices posteriores ratificaron esta norma.
El país que más insistió a lo largo del tiempo para que se instituyera una fiesta anual obligatoria para toda la Iglesia en honor de la Inmaculada y para lograr una declaración dogmática fue España. Por eso, con motivo del 150 aniversario del dogma, la Conferencia episcopal española publicó un mensaje el 25-11-2004, en el que analiza el extraordinario patrimonio literario, artístico y cultural que la fe en la Inmaculada ha producido en España, así como el arraigo popular de la fiesta.
A lo largo de los siglos muchas instituciones la eligieron como patrona y construyeron templos y capillas en su honor. Las universidades, ayuntamientos, gremios, Órdenes religiosas, etc. exigieron a todos sus miembros el voto de defender la doctrina de la Inmaculada Concepción, incluso con su sangre.
En 1616 se constituyó la Real Junta de prelados y teólogos, con el fin de conseguir una intervención definitiva de Roma.
En 1664, el papa concedió a España el derecho de celebrar de precepto el Oficio y Misa de la Inmaculada (también en Filipinas e Hispanoamérica, que entonces eran consideradas parte de España).
En 1665 se amplió el permiso para las posesiones españolas de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Flandes y Borgoña.
Fuera del ámbito español hubo que esperar hasta 1708, en que Clemente XI la hizo obligatoria para todo el rito romano. En 1760 Clemente XIII confirmó el patrocinio de la Inmaculada sobre todos los dominios de España. Finalmente, el Beato Pío IX, en 1854 procedió a la definición del dogma, acompañándola de un largo estudio bíblico e histórico:
«Definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano» (Ineffabilis Deus, 18)". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.
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