"Ante más de cien mil jóvenes, el Papa Francisco lo dejó claro. Y lo quiso hacer desde el principio: "Lo más esperanzador de esta Jornada no será un documento final, una carta consensuada o un programa a ejecutar. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración".
La apertura de la JMJ de Panamá tuvo lugar en el Parque de la Cinta Costera, en la Antigua. Junto a los dos mares que golpean este pequeño país de Centroamérica, símbolo de lo que se puede constuir juntos, pero también de la crudeza de los lugares de paso.
Francisco llegó sonriente, rodeado de una multitud que representaba un centenar de países de todo el mundo. La Iglesia joven, global, un signo de esperanza en mitad de lo que algunos definirían como barca azotada por la tempestad. No quiso Bergoglio que fuera así entre los jóvenes.
Como si fuera una estrella de rock, Francisco entró en el parque entre gritos, música y flashes de móviles y cámaras. Varios jóvenes le esperaban a los pies del estrado, representantes de las distintas realidades, los distintos matices. Ni el viento -que soplaba, con fuerza- pudo con el ímpetu de Bergoglio, que quiso entrar con los jóvenes de la mano hasta el altar.
En su discurso de bienvenida, después de escuchar el agradecimiento de monseñor Ullosa y a los chicos y chicas que simbolizaban a los patronos de esta JMJ (de Romero a Juan Pablo II, de Don Bosco y Sor María Romero al indio Juan Diego, San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima o san José Sánchez del Río, el Papa recordó sus palabras en la JMJ de Cracovia. "Algunos me preguntaron si iba a estar en Panamá y les contesté: 'yo no sé, pero Pedro seguro va a estar. Pedro va a estar'. Hoy me alegra decirles: Pedro está con ustedes para celebrar y renovar la fe y la esperanza".
Porque, en torno al Papa, "Pedro y la Iglesia caminan con ustedes y queremos decirles que no tengan miedo, que vayan adelante con esa energía renovadora y esa inquietud constante que nos ayuda y moviliza a ser más alegres y disponibles, más testigos del Evangelio", para "ir adelante no para crear una Iglesia paralela un poco más "divertida" o "cool" en un evento para jóvenes, con algún que otro elemento decorativo, como si a ustedes eso los dejara felices".
Al contrario, Bergoglio invitó a los jóvenes, como apuntó el Sínodo, a "caminar escuchándonos y a escuchar complementándonos", con el servicio concreto.
"Venimos de culturas y pueblos diferentes, hablamos lenguas diferentes, usamos ropas diferentes. Cada uno de nuestros pueblos ha vivido historias y circunstancias diferentes. ¡Cuántas cosas nos pueden diferenciar!, pero nada de eso impidió poder encontrarnos y sentirnos felices por estar juntos", subrayó el Papa, que pidió a los jóvenes transformarse "en verdaderos maestros y artesanos de la cultura del encuentro".
"Con sus gestos y actitudes, con sus miradas, sus deseos y especialmente con su sensibilidad desmienten y desautorizan todos esos discursos que se concentran y se empeñan en sembrar división, en excluir o expulsar a los que no son como nosotros", recordó el Santo Padre citando a Benedicto XVI que, afirmó, "está entre nosotros, siguiéndonos desde la televisión". "Un aplauso para él", pidió el Papa, quien insistió en que "el padre de la mentira prefiere un pueblo dividido y peleado, a un pueblo que aprende a trabajar juntos".
Por contra, añadió, "ustedes quieren ser constructores de puentes, no de muros". "Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, escuchando la misma música o llevando la camiseta del mismo equipo de fútbol".
"No, eso no. La cultura del encuentro es un llamado e invitación a atreverse a mantener vivo un sueño en común", recordó. Un sueño "grande y capaz de cobijar a todos", el sueño de Jesús. "Un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar cada vez que los escuchamos". La ley del amor, entre nosotros. "¿Quién es ese sueño?", preguntó. "¡Jesús!", respondió la multitud.
Citando de nuevo a monseñor Romero, el Papa recordó que "el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, o de prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto, que reclama y pide mi amor. El cristianismo es Cristo". Y no sólo eso, añadió Bergoglio: "es desarrollar el sueño por el que dio la vida: amar con el mismo amor que nos ha amado".
El amor, "un amor que no 'patotea' ni aplasta, un amor que no margina ni calla, un amor que no humilla ni avasalla", proclamó el Papa. Un amor "que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado. Es el amor silencioso de la mano tendida en el servicio y la entrega que no se pavonea".
"¿Creés en este amor? ¿Es un amor que vale la pena?", gritó el Papa. Y todos los jóvenes contestaron que sí. "¿Querés que este sueño tenga vida? ¿Querés darle carne con tus manos, con tus pies, con tu mirada, con tu corazón? ¿Querés que sea el amor del Padre el que te abra nuevos horizontes y te lleve por caminos jamás imaginados y pensados, soñados o esperados que alegren y hagan cantar y bailar al corazón?". Y la respuesta fue la misma.
Francisco quiso dejar clara una cosa, para que nadie se lleve a engaño: "Lo más esperanzador de esta Jornada no será un documento final, una carta consensuada o un programa a ejecutar. Lo más esperanzador de este encuentro serán vuestros rostros y una oración". Una Iglesia joven, de experiencias, de caricias, de cercanía.
Según las fuentes oficiales, más de 110.000 personas, entre peregrinos, religiosos, voluntarios y periodistas, participan en la Jornada Mundial de la Juventud, procedentes de 150 países. De acuerdo a los datos oficiales, del total de personas que participan en el evento, 85.884 son peregrinos, 450 obispos, 2.250 sacerdotes, 19.500 voluntarios y 2.500 periodistas". Religión Digital.