miércoles, 30 de enero de 2019

La parábola del sembrador. Mc 4,1-20

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"Esta breve semilla de tu Reino, en cada uno tiene su cadencia, su ritmo personal de crecimiento, hasta elevar sus ramos sobre tierra. 
Tú, sembrador, aguardas el mañana sin perder la esperanza y la paciencia. No tiras de los tallos más pequeños para que todos, igualados, crezcan. 
Pero sí te señalas en cuidados donde es más pobre y áspera la gleba, comprensivo de cómo la simiente debe luchar para granar tu espera. 
A veces, ¡ay de mí! débil matojo, envidio a los que ya la espiga muestran, o desprecio a las otras hierbecillas que en tu trigal a despuntar empiezan. 
No consigo aceptar, aunque lo vivo, que tu Reino frutece en forma lenta. Me fascina lo fácil, lo inmediato, lo que se alcanza sin sudor ni pena. 
Siéntate junto a mí, las plantas aman la lluvia fiel de tu Palabra eterna, y enséñame a esperar con alegría el momento estival de la cosecha". (Luis Carlos Flores Mateos, sj) 

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