jueves, 28 de marzo de 2019

Santa Teresa de Jesús en mil palabras.


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"Hace quinientos años (504) nació en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada. La bautizaron el mismo día en que se inauguró el monasterio de monjas carmelitas de la Encarnación, donde ingresó 20 años después y en el que permaneció durante 27 años, hasta que lo dejó para fundar el monasterio de san José de la misma ciudad. Allí estableció una nueva manera de vivir la consagración religiosa. 

Hoy unas 12.000 monjas carmelitas descalzas contemplativas, unos 3.500 frailes carmelitas descalzos, unas 50 congregaciones de religiosas misioneras y varios miles de seglares la llaman su “santa madre” porque se consideran sus descendientes espirituales y quieren dejarse iluminar por sus enseñanzas a la hora de vivir su consagración cristiana.

Teresa se adelantó a su tiempo y al nuestro porque fue al corazón del evangelio, a los valores que permanecen para siempre. No perdió sus energías en cosas secundarias, sino que se concentró en lo esencial, por eso dice: “Estáse ardiendo el mundo y quieren tornar a crucificar a Cristo, porque ponen su Iglesia por los suelos, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas pequeñas? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”.

Se puso honestamente frente a Dios, buscando su rostro, sedienta de agua viva. Y descubrió que él se manifiesta a todos los que lo buscan con corazón sincero, que si el alma busca a Dios, mucho más Dios busca al alma, que él es el principal amador en esta historia, que no se cansa de llamarnos y de salirnos al encuentro de mil modos.

Teresa experimentó que “las misericordias de Dios no se han terminado” ni son cosas del pasado, que “él no se cansa de amar ni de perdonar” y que “él castiga nuestros grandes pecados con bendiciones aún más grandes”. Dios se le manifestó como aquel que busca al hombre para comunicarle su vida, que no se desinteresa de nosotros ni se cansa de ofrecernos sus mercedes. Por eso dice: “ya que él no se cansa de dar, no nos cansemos nosotros de recibir”. 

Quiso comunicárselo a todos, pero no le resultó sencillo, porque vivió en una época en la que los varones controlaban la historia y las mujeres gozaban de poca consideración social. De todas formas, con paciencia y perseverancia consiguió hacer que su voz se escuchara en muchos ambientes.

Aunque no disponía de los medios de comunicación contemporáneos, se interesó por lo que sucedía a su alrededor, especialmente por la situación de los pobres (“a los que daría hasta el hábito que traigo puesto”, dice), por las guerras de religión (que entonces devastaban Europa) y por la conquista de América (en la que se mezclaban las luces y las sombras). Esto la movió a moverse: “Como si yo pudiera algo, fuime ante el Señor y le pedí que pusiera remedio a tanto mal, ofreciéndome para ayudarle”.

Ella era consciente de que la historia la manejaban unos pocos y de que le estaban cerradas las puertas solo por ser mujer, pero no se desanimó, convencida de que “no es este tiempo de desechar ánimos virtuosos, aunque sean de mujeres”, por lo que se puso manos a la obra: “Me determiné a hacer lo poquito que yo podía”.

Así se convirtió en escritora, en fundadora de monasterios y en acompañante de caminantes, reuniendo en torno a sí personas de varias condiciones (monjas, frailes, sacerdotes y seglares) para que se ayudaran mutuamente a crecer en el servicio de Cristo, para que se “hicieran espaldas unos a otros”.

Las mujeres de la época tenían vedado el acceso a la formación académica, pero ella fue una mujer despierta y curiosa, por lo que aprendió muy pronto a leer y devoró todos los libros que cayeron en sus manos. Más tarde se convirtió también en escritora, a pesar de las oposiciones frontales que encontró y que supo sortear asumiendo una aparente “retórica de la sumisión” para superar la censura, aunque en muchas de sus páginas reivindica el derecho de las mujeres a formarse y a decidir por sí mismas, sin estar sometidas en todo a la tutela de los varones.

Teresa escribió varios libros que hoy son clásicos de la lengua española y de la espiritualidad cristiana, especialmente el Libro de la vida, el Camino de perfección y el Castillo interior (también conocido como las Moradas), además de numerosas poesías, cartas y otros escritos menores, que desde el principio fueron leídos en copias manuscritas por sus contemporáneos y que se editaron rápidamente después de su muerte. Además, sus obras se tradujeron muy pronto a los otros idiomas europeos y al latín, por lo que su influencia se extendió fuera de las fronteras españolas.

Fray Luis de León escribió: “Yo no conocí ni vi a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierra, mas ahora que vive en el cielo la conozco y veo en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros, que a mi juicio son testigos fieles y sin equívoco de su gran virtud; porque la figura de su rostro, si la viera, me mostraría su cuerpo; y sus palabras, si las oyera, me declararían algo de la virtud de su alma; y lo primero era común y lo segundo sujeto a engaño, de lo que carecen estas dos cosas en que la veo ahora”. 

Después de hacer el elogio de las carmelitas descalzas, hablando de la manera de escribir de santa Teresa, fray Luis añade que “fue un ejemplo rarísimo; porque en la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y calidad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”.

Así que ya lo sabemos: hoy, como entonces, quien quiera conocer el verdadero espíritu de esta mujer tiene dos caminos: la lectura de sus obras y el trato con sus hijas". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

El yo emergente de santa Teresa. Reflexión en el día de su nacimiento.




"Un 28 de marzo de 1515, miércoles, amanecía con la luz del día la niña Teresa en el caserón de “La Moneda” en la ciudad de Ávila. En el hogar paterno de don Alonso y doña Beatriz encontró una hermana, María, y un hermano, Juan, del primer matrimonio; y otros dos hermanos del segundo, Hernando y Rodrigo. Buena ocasión para analizar un aspecto de la personalidad de santa Teresa: la emergencia de un yo poderoso que aparece en los primeros años de su infancia consciente y que ella analizará más profundamente como psicoanalista en la Vida y en las Moradas.
Es un análisis creo que poco valorado por los biógrafos al narrar las travesuras o pasatiempos de la niña Teresa con su hermano Rodrigo: el deseo del cielo “para siempre” y de “ver a Dios”, la “huida a tierra de moros”, los juegos a ser monja y ermitaña, etc. Todo esto es muy conocido en cualquier biografía, pero creo que es menos conocido que en esa narración la autora evidencia un Yo poderoso desde la primera infancia e irá in crescendo en los años de juventud y madurez, y explica la extraordinaria creatividad de Teresa como escritora y fundadora. Los que creemos en los “dones” sobrenaturales que recibió de Dios, sabemos que la “gracia” no destruye la “naturaleza”, sino que la eleva y engrandece.
Una prueba de la existencia o emergencia de su YO poderoso la encuentro en el uso abundante de los verbos en la primera persona en todo el relato de infancia, como cuando escribe: “tenía uno [hermano] de mi edad”, “como veía los martirios”, “parecíame compraban muy barato el ir a gozar de Dios”, “deseaba yo mucho morir así, no por amor que yo entendiese”, “leía haber en el cielo”, “de que vi que era imposible”, “juntábame con este mi hermano”, “paréceme que nos daba el Señor ánimo”, “me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad”, “me daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi culpa”, “hacía limosna, procuraba soledad, gustaba mucho cuando jugaba hacer monasterios, y yo me parece deseaba serlo” (monja). Todo esto dicho en muy pocas líneas, pero muy elocuentes.
Es verdad que algunas veces usa también el plural, pero sospecho que —aun es ese caso— ella llevaba la voz cantante, siendo el alma de todas las iniciativas y travesuras: “juntábamonos entrambos”, “concertábamos irnos”, “viéramos”, “nos parecíaespantábanos mucho”, “acaecíanos”, “gustábanosordenábamos ser ermitaños”, “procurábamos como podíamos”, “no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo” (Ver Vida, 1, 5-6). Es seguro que en toda su producción literaria podrán aumentarse estos ejemplos, pero retengamos como modelo esta luminosa página.
Después de la infancia, podemos rastrear en su comportamiento ante la vida situaciones vitales en las que muestra la misma energía de un poderoso YO que dirige sus acciones personales y las que induce en sus colaboradores y lectores. Como ejemplo, recuerdo dos momentos decisivos en su vida. El primero es cuando, encerrada contra su voluntad en Santa María de Gracia en plena adolescencia enamorada, se adaptó pronto al medio y conquistó la voluntad de las monjas y las jóvenes compañeras. Nos gustaría saber más detalles de aquella encerrona involuntaria y la estrategia vital desarrollada en aquel ambiente impuesto y hostil.
Con mayor evidencia impuso el poderío de su YO contra la voluntad de su querido y respetado padre huyendo de casa a los veinte años para seguir una vocación religiosa sin suficiente madurez ni clarificación de los motivos. En ambos casos, el querer de la voluntad fue tan imperioso que no lo pudo soportar su cuerpo y, en ambos casos, se manifestó en un proceso patológico grave, especialmente en el segundo episodio.
En su biografía y en sus escritos abundan las vivencias y las proclamas de una combatiente que llama a entregar la vida por Cristo sin preocuparse de las debilidades y enfermedades reales o imaginadas del cuerpo que tienen el mismo significado: el poderío de su YO. He aquí las arengas de la capitana del Carmelo aplicables a todos los “buenos cristianos”. Corresponden a los ideales primeros de su Reforma soñando y viviendo la utopía de pobreza absoluta impuesta en el convento de San José en Ávila.
“Si no nos determinamos a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca haremos nada” (CV, 11, 4). “Porque este cuerpo tiene una falta, que mientras más le regalan, más necesidades descubre” (ib., 11, 2). “Algunas monjas no parece que venimos al monasterio a procurar no morirnos. Cada una lo procura como puede” (ib., 10, 5). “Determinaos, hermanas, a morir por Cristo, no a regalaros por Cristo” (ib., 10, 5). “Quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida” (ib., 12, 2).
Ese mismo poderío del YO lo descubro en su quehacer como escritora en la que admiro la libertad con que expone su pensamiento sobre temas tan conflictivos en su tiempo como la defensa de la oración vocal y mental, aun la mística, ejercitada por las mujeres y juzgada como “peligrosa” por algunos teólogos; o cuando critica a los mismos inquisidores que se exceden en el control a las mujeres devotas, espirituales o escritoras; o cuando pide para ellas mayor actividad apostólica en la Iglesia o poder leer la Sagrada Escritura.
Esa misma valentía descubro en su misión como fundadora de la Reforma del Carmelo. La siento como investida de un destino profético a reformar su propia orden contra viento y marea, acción juzgada por “locura” por sus mismos amigos, entre otros el noble obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza, pero convencido de que si la madre Teresa comenzaba una obra, acabaría bien, aun pagando sus aventuras con jirones de una salud corporal muy precaria. En fin, todo el quehacer de la madre Teresa es un prodigio continuado, a veces incomprensible por la pura racionalidad, explicable mejor por una superdotación de un orden superior.
Termino recordando la voz de la grafología, sin atribuirla un valor absoluto y definitivo como ciencia no exacta; pero que, en este caso, confirma en parte lo que he expuesto por análisis de los textos teresianos con ayuda de la historia. La grafología ha descubierto en Teresa “un enorme sentido estimativo que podía ser bien entendido como amor propio, o tal vez entenderlo como orgullo o altanería […]. Un EGO consistente, un YO conformado por un tronco robusto y una férrea confianza y seguridad en sí misma”, pero con “una contrapuesta humildad personal” (Sandra María Cerro Jiménez)...". Daniel de Pablo Maroto, ocd.
Descansa en paz, padre Pépe.

















En medio de la tristeza que nos trajo la noticia de tu partida a la casa del Señor, se nos abrió el sentimiento en diferentes direcciones. 
Lloramos, nos reímos y nos llenamos de nostalgia recordando tantos momentos vividos junto a ti y, sobre todo, en torno a nuestro amado Jesús. 
Probablemente nos resulte muy difícil acostumbrarnos a tu ausencia física, a prescindir de tu abrazo tembloroso y lleno de sincero cariño y sobretodo extrañaremos muchísimo aquellas extraordinarias homilías llenas de tanta espiritualidad. 
Nos consuela imaginarte allí, en aquel lugar de paz serenidad, luz infinita y plácida compañía, allí, en aquella última morada que reservamos sólo para estar con el Amor de los amores, y desde allí nos envías todo tu amor. 
Queremos darle infinitas gracias al Señor por ese regalo de tu amor para nuestras vidas y alegrarnos por tu, tan anhelado, encuentro con el Amado.

Francisco firmó su nueva exhortación apostólica y pidió a los jóvenes “escucha, discernimiento y decisión”.

Francisco, en la gruta de Loreto


Escucha, discernimiento y decisión”. Esos son los tres ejes que, reconoció hoy Jorge Bergoglio, marcaron el encuentro de obispos que se hizo en el Vaticano el año pasado y que sirvieron de base a su cuarta exhortación apostólica, la primera dedicada enteramente a los jóvenes. Un texto que se publicará el 2 de abril, coincidiendo con la fecha de la muerte de Juan Pablo II, como forma de unir "dos pontificados amados y cercanos a las nuevas generaciones".

"... Si bien aún no está confirmada la fecha oficial de publicación, el Vaticano confirmó que será “en los próximos días”. La semana pasada, el periodista Giovanni Tridente publicó en twitter los dos primeros puntos del nuevo documento papal".
“Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la belleza más hermosa de nuestro mundo. Todo aquello que Él toca se rejuvenece, se hace joven, se llena de vida. Entonces, las primeras palabras que quiero hacer llegar a cada joven cristiano son: ¡Él vive y te quiere vivo!”, inicia la exhortación.
“Él está dentro de ti, está contigo y no se va. Incluso si tú te alejas, el Resucitado está ahí, esperándote para comenzar de nuevo. Cuando te sientes envejecido a causa de la tristeza, el rencor, el miedo, las dudas o las frustraciones…”, continúa, de acuerdo al facsímil publicado por el colega de la península.

El documento fue firmado este lunes por el pontífice, antes de compartir un encuentro con los capuchinos presentes en el lugar y de almorzar con los obispos". Hernán Reyes Alcaide.


¡Feliz cumpleaños, Teresa!


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"¡Feliz cumpleaños, Teresa! Te lo desean de corazón todos los que te han conocido y que por eso te aman: tus hijas y tus hijos, tu familia numerosa, que te reconoce como madre y maestra; los cristianos a los que tú les has hecho descubrir «qué buen amigo es Jesús» y cómo nos cambia la vida el hecho de aprender a estar con él, con sencillez y amor, limitándonos a mirarlo a él, que nos mira. Te lo desean tantos creyentes de diversas religiones a los cuales has enseñado la fuerza y el valor universal de la oración, hecha con humildad por un mundo que sufre. Y te lo desean, por último, tantos hombres y mujeres que de ti han aprendido las dimensiones inexploradas de su humanidad y su corazón se ha dilatado, su alma ha respirado.
La vida que el Señor te ha dado no la has conservado para ti. Has aprendido día a día a entregarla totalmente en sus manos, para que El la hiciese suya, su don a la Iglesia y al mundo. Cuando menos te pertenecías, más te pertenecía él, cuando más te dabas a El tanto más Él te hacía partícipe de su vida, de su relación con el Padre y de su ofrenda por el mundo.
¡Gracias Teresa, por el don de esta vida gastada por nosotros! Gracias porque continúas acompañándonos con tu enseñanza y con tu discernimiento. Nadie como tú sabe lo fácil que es engañarse en la vida espiritual, hacerse falsas ilusiones. Gracias por «desengañarnos», por liberarnos de nuestros caminos tortuosos, que giran siempre en torno a nosotros mismos y nos cierran a los demás.
¡Gracias porque enciendes de nuevo y continuamente en nosotros la esperanza! A veces también nosotros, como Nicodemo, decimos: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?» ¿Cómo es posible que el Señor nos transforme, nos renueve? Tú no has perdido nunca la esperanza y nos has enseñado a no perderla, porque Dios no deja a mitad de camino los que están dispuestos a llegar a la meta, hasta la fuente de agua viva: «Es también necesario comenzar con seguridad de que, si no nos dejamos vencer, saldremos con la empresa; esto sin ninguna duda, que por poca ganancia que saquen, saldrán muy ricos. No hayáis miedo os deje morir de sed el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya dicho, y querríalo decir muchas veces, porque acobarda mucho a personas que aún no conocen del todo la bondad del Señor por experiencia, aunque le conocen por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo que trata a los que van por este camino, y cómo casi les hace toda la costa» (C 23,5).
Gracias, por último, porque nos has enseñado a reírnos de nosotros mismos, a no ¡tomarnos demasiado en serio! Gracias por tu buen humor, que nos devuelve a la verdadera proporción entre nuestra pequeñez y miseria y la inmensa grandeza de Dios! Contigo cantaremos eternamente las misericordias infinitas de Dios". P. Saverio Cannista.

lunes, 25 de marzo de 2019

25 de marzo, la anunciación del Señor.


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"La anunciación del Señor se celebra el 25 de marzo, pero si ese día cae en Semana Santa (lo que sucede a menudo), se traslada al lunes después de la octava de Pascua. Veamos algo de la historia y del significado de esta fiesta.

Los judíos celebraban cada Pascua el aniversario de la creación, de la alianza de Dios con Abrahán, de la salida de Egipto… y también esperaban en ese día la futura manifestación del mesías. 

Los Padres de la Iglesia calcularon que el día de la muerte de Jesús fue un 25 de marzo. Como coincidió con la Pascua judía, ese día recordaban también el aniversario de la creación, de las grandes intervenciones de Dios en la historia de la salvación y de la encarnación del Señor. De esta manera, ponían en relación la obra creadora de Dios y la redención.

Los primeros testimonios sobre una fiesta de la anunciación son del año 550, en Constantinopla. Los obispos de la España visigoda, para que no cayera en Cuaresma, la fijaron el 18 de diciembre en el concilio X de Toledo (año 656). En el rito Ambrosiano se introdujo el cuarto domingo de Adviento. El 25 de marzo se instituyó obligatoriamente en Roma a partir del 660. 

Desde la recuperación de la solemnidad de santa María, Madre de Dios (el 1 de enero), la Anunciación ha perdido algo de su importancia, pero en la liturgia bizantina conserva su esplendor, ya que es una de las doce grandes fiestas. 

Hoy, los orientales cantan oraciones de gran riqueza teológica, entre las que destaca el Akathistos, que aclama a María con títulos tomados de la historia de la salvación: «Salve, por ti resplandece la dicha; / Salve, por ti se eclipsa la pena. / Salve, levantas a Adán, el caído; / Salve, rescatas el llanto de Eva […] Salve, Virgen y Esposa» (Oda 1). 

Por su parte, la liturgia latina insiste en que la encarnación se realizó en vistas de la redención y del surgimiento de la Iglesia. 

La primera lectura de la misa recuerda la promesa de Isaías: «La virgen está en cinta y da a luz un hijo» (Is 7,14). El evangelio recoge su cumplimiento en la anunciación (Lc 1,26-38). 

La segunda lectura (Heb 10,4-10) desvela la actitud del Hijo al entrar en el mundo: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad» (Cita el salmo 40 [39], que también se usa como salmo responsorial). 

Así, se relacionan el sí de Jesús y el sí de María. Por eso, en este día celebramos, al mismo tiempo, una fiesta cristológica y mariana, porque celebra un misterio central de Cristo (su encarnación) y la actitud esencial de María (su fe y su acogida a la Palabra de Dios). 

Esta solemnidad confiesa que Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo, no proviene de la carne, sino de Dios (cf. Jn 1,13). Es decir, no es el fruto de la unión de un hombre con una mujer, no es el resultado del esfuerzo de los hombres, sino un regalo de Dios. 

La anunciación, además de ofrecer una reflexión sobre Cristo y María, también invita a pensar en los fundamentos de la eclesiología. De hecho, la Iglesia «reconoce que ha tenido su origen en la encarnación de tu Unigénito» (oración sobre las ofrendas). 

Tenemos que pensar que la Iglesia es la prolongación de la salvación de Cristo a lo largo de los siglos, la actualización de la encarnación en la historia. 

El misterio de la anunciación ha impregnado durante siglos la vida de los católicos gracias al rezo del Ángelus, que marcaba la jornada con el sonido de la campana por la mañana, a mediodía y al atardecer, y suponía el inicio y el final de las actividades laborales, así como la pausa para la comida. 

La anunciación es uno de los motivos más frecuentes del arte cristiano. 

María en la anunciación es patrona de los tejedores, y se la suele representar junto a una rueca en los iconos orientales y en las pinturas medievales. A partir del renacimiento se la pinta normalmente en un reclinatorio con una Biblia en la mano. 

Por su parte, el Ángel Gabriel es patrono de los carteros, pues se le considera el cartero divino. De hecho, en algunas representaciones se le sitúa junto a María, con una carta en la mano". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 19 de marzo de 2019

Santa Teresa y San José.


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"Tomé por abogado y señor al glorioso San José y me encomendé mucho a él. Vi claro que este padre y señor mío me sacó con más bien del que yo le sabía pedir, tanto de esta necesidad como de otras mayores de pérdida de la honra y del alma. No me acuerdo de haberle suplicado hasta ahora algo que él haya dejado de hacerlo. Son asombrosas las grandes mercedes que Dios me ha hecho por medio de este bienaventurado Santo y de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma. 


Parece que el Señor dio gracia a otros Santos para socorrer en una necesidad, pero tengo por experiencia que este glorioso Santo socorre en todas. El Señor quiere darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra (ya que le podía mandar, porque le hizo de padre, aunque era su ayo), así en el cielo hace cuanto le pide. Esto también han visto por experiencia otras personas a quien yo decía que se encomendasen a él; y hay muchas que, experimentando esta verdad, empiezan a serle devotas. 

Yo querría persuadir a todos para que fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque él ayuda en gran manera a las almas que se le encomiendan. Desde hace tiempo, cada año le pido una cosa el día de su fiesta, y siempre la veo cumplida. Si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío. 

Si yo fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir detenidamente las mercedes que este glorioso Santo ha hecho a mí y a otras personas. Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial, las personas de oración siempre le deberían ser aficionadas; porque no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino". (Libro de la Vida 6,6-7).

Conferencia del P. Emilio Martínez, ocd, sobre San José en la Vida de la santa en el convento de S. José de Ávila (julio de 2012):

https://vimeo.com/47707717
19 de marzo, san José.

"Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque ayuda en gran manera a las almas que a él se encomiendan". (Santa Teresa de Jesús V 6,7)


"... La grandeza de san José reside en la sencillez de su vida: la vida de un obrero manual de una pequeña aldea de galilea que gana el sustento para sí y los suyos con el esfuerzo de cada día; la vida de un hombre que, con su ejemplaridad y su amor abnegado, presidió una familia en la que el Mesías crecía en edad, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres. 

No consta que san José hiciera nada extraordinario, pero sí sabemos que fue un eslabón fundamental en la historia de la salvación de la humanidad.
La realización del plan divino de salvación discurre por el cauce de la historia humana a través, a veces, de figuras solitarias o de hombres sencillos como el humilde carpintero de Nazaret. Lo que importa ante Dios es la fe y el amor con que cada cual teje el tapiz de su vida en la urdimbre de sus ocupaciones normales y corrientes. 
Dios no nos preguntará si hicimos grandes obras, sino si hicimos bien y con amor la tarea que debíamos hacer. San José nos enseña que lo importante no es realizar grandes cosas, sino hacer bien la tarea que corresponde a cada uno. "Dios no necesita nuestras obras, sino nuestro amor" (Santa Teresa de Lisieux),
El evangelio apenas nos dice algo de su vida, y nada de su muerte, que debió de ocurrir en Nazaret en brazos de Jesús. Mateo escribe una breve frase que resume su santidad: era un hombre “justo” Acostumbrados a tantos superlativos, esta palabra tan corta nos dice muy poco a nosotros, tan estrambóticos. Pero a un israelita decía mucho la palabra "justo” que en lenguaje bíblico, designa al hombre bueno en quien Dios se complace. El salmo 91,13 dice que “el justo florece como la palmera” la esbelta y elegante palmera, tan común en oriente, es una bella imagen de la misión de san José así como la palmera ofrece al beduino su sombra protectora y sus dátiles un dulce alimento, así se alza san José en la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a sus dos amores: Jesús y María". Pedro Donoso.




lunes, 18 de marzo de 2019

San José en la Biblia



"La solemnidad de san José conlleva unas connotaciones muy especiales para los carmelitas. Efectivamente, santa Teresa de Jesús le quería de una manera especial y puso toda su obra de fundadora bajo su patrocinio. En sus escritos, lo presenta como maestro de oración, ya que él tuvo un trato íntimo con Jesús durante toda su existencia y la oración es tratar de amistad con el Señor, con intensidad y frecuencia.

La Biblia señala tres aspectos de la vida de San José que lo hacen especialmente significativo: su descendencia davídica (que él transmite a Jesús), su condición de «justo» y su vida sencilla, en la que se hace presente la salvación. 

Respecto al primer punto, recordemos que José pertenece a la estirpe de David (cf. Mt 1,20). En cuanto que Jesús es legalmente el «hijo de José» (Lc 4,22), puede reclamar para sí el título mesiánico de «hijo de David» (cf. Mt 22,41-46), dando cumplimiento en su persona a las promesas hechas a su antepasado: «Mantendré el linaje salido de ti y consolidaré tu reino» (2Sam 7,12ss). José es el anillo que une a Jesús con la historia de Israel, desde Abrahán en adelante, según la genealogía de Mateo (Mt 1,1-16) y con las esperanzas de toda la humanidad, desde Adán, según la genealogía de Lucas (Lc 3,23-38). 

Respecto al segundo punto, cuando la escritura llama «justo» a José, quiere decir, ante todo, que es un hombre de fe, que ha acogido en su vida la Palabra de Dios y su proyecto sobre él. Como Abrahán, ha renunciado a sus seguridades y se ha puesto en camino sin saber adónde iba, fiándose de Dios. De esta manera, vive las verdaderas actitudes cristianas: la fe inquebrantable en la bondad de Dios, la acogida solícita de su Palabra y la obediencia incondicional a su voluntad.

Por último, en un tiempo en el que predominan los ruidos y solo llama la atención lo extraordinario, es importante recordar que san José es un hombre de silencio y de trabajo sencillo y humilde. Vivió su existencia consagrado a su trabajo y al servicio de su familia, en la fe y en la esperanza. 

Los carmelitas descalzos rezamos cada día: 
«En el fiel desempeño del oficio de carpintero, san José brilla como admirable ejemplo de trabajo»
«Oh, Dios, que has encomendado la ley del trabajo a todos los hombres, concédenos que siguiendo el ejemplo de san José y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y consigamos los premios que nos prometes, por Jesucristo, nuestro Señor»....". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

domingo, 17 de marzo de 2019

Segundo domingo de cuaresma: La transfiguración de Jesús.


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"En Cuaresma, al domingo de las tentaciones sigue el de la transfiguración. Esto recuerda a los catecúmenos que, si perseveran, podrán contemplar el rostro glorioso de Cristo, tal como pide la oración colecta de la misa. De alguna manera el evangelio de hoy es un anticipo del misterio pascual y la clave de la liturgia cuaresmal.

La oposición del diablo a Jesús anuncia el enfrentamiento final en su pasión. Pero la luz que emana del cuerpo transfigurado de Cristo anticipa la gloria de la resurrección. 

De esta manera, podríamos decir que los dos primeros domingos de Cuaresma (el de las tentaciones y el de la transfiguración) anuncian en inicio y el final de la Cuaresma y de nuestra vida cristiana: las tentaciones y la lucha por ser fieles caracterizan nuestro caminar, pero el triunfo que se manifiesta en la transfiguración anuncia nuestra futura victoria.

La transfiguración tiene lugar después de la confesión de Pedro en Cesarea («Tú eres el Mesías», Mc 8,29) y del primer anuncio de la pasión («Jesús empezó a enseñarles que tenía que padecer mucho», Mc 8,31), antes de iniciar el viaje que le llevará a la muerte (Mc 9,2ss). 

El contexto explica el mesianismo de Jesús, al que no caracteriza el poder, sino el servicio; no la gloria humana, sino la humillación. 

Pedro no lo entiende, porque le parece imposible que el Mesías deba sufrir. Como sus contemporáneos, esperaba un Mesías fuerte y poderoso. Esto explica muchos de los malentendidos que más tarde tendrán lugar (las discusiones sobre qué discípulo será el más importante en el reino, las preguntas sobre cuándo se establecerá, la petición de sentarse a su derecha, etc.)

El evangelio sitúa la transfiguración en una «montaña alta» (Mc 9,2; Mt 17,1), lo que la pone en relación con otros montes bíblicos, como el Sinaí, donde Dios hizo alianza con Moisés, y el Carmelo, donde la renovó con Elías. Ambos están presentes en el Tabor, para dar testimonio de Cristo, el mediador de la definitiva Alianza, que se sellará en el Calvario.

Podemos recordar también el monte del Sermón de la Montaña y aquellos a los que Jesús se retiraba para pasar la noche en oración. Todos los montes están relacionados: el de la tentación, el de su gran predicación, el de la oración, el de la transfiguración, el de la angustia, el de la cruz y, por último, el de la ascensión.

Nuestra vida es, también, una continua ascensión hacia el monte del Señor.

San Jerónimo destaca que solo los que se esforzaron en subir al monte vieron a Jesús transfigurado. Así, los cristianos deben caminar con Cristo para contemplarle: «No se transfigura mientras está abajo: sube y entonces se transfigura […]. Incluso hoy en día está abajo para algunos, y arriba para otros. Los que están abajo tienen también abajo a Jesús […] quien sigue la palabra de Dios y sube al monte, es decir, a lo excelso, para éste Jesús se transfigura».

La nube que desciende simboliza la presencia de Dios. En el desierto, Dios se señalaba por medio de una nube que «descendía» sobre la tienda del encuentro, «cubriéndola» con su sombra (Ex 24,15-18). Esa misma nube es la que «descendió» sobre María y la «cubrió» con su sombra para fecundarla (Lc 1,35) y ahora «desciende» sobre Jesús y le «cubre» (Mc 9,7). Es significativo el uso de los mismos verbos en los tres textos. 

Como ya hizo en el momento de su bautismo y tentaciones, Jesús también ora en la transfiguración. Lo que él desea es someterse a la voluntad del Padre. 

Como sucedió en el bautismo, la respuesta es la misma: El Padre proclama a Cristo su «Hijo amado». En la transfiguración se añade una invitación a escucharle porque es él el Profeta definitivo. 

Es significativo que los mismos discípulos que están presentes en el Tabor (testigos del poder de Jesús) se encontrarán también en Getsemaní (testigos de su debilidad). Así podrán dar testimonio de la gloria del Siervo de Yahvé.

Su miedo es el temor sagrado de quienes descubren la identidad de Jesús, que es al mismo tiempo Mesías y Siervo. 

En la transfiguración, vieron la gloria de Dios en la debilidad de Jesús; la divinidad en su humanidad; su salvación en el camino de la cruz. De esta manera, Pedro, Santiago y Juan se fortalecieron para afrontar más tarde el escándalo de la cruz.

De gran importancia es la presencia de Moisés y Elías. El primero se encuentra en los orígenes del judaísmo y el segundo era esperado al final de los tiempos, para preparar la llegada del Mesías. 

Representan «la Ley y los Profetas» (expresión común en la Sagrada Escritura para referirse a toda la Biblia) y dan un testimonio concorde: que Jesús cumple las esperanzas de Israel, que es el Profeta último que anuncia la Palabra de Dios.

San Lucas señala que Jesús, Moisés y Elías «hablaban de su muerte (en griego «éxodos»), que iba a consumar en Jerusalén» (Lc 9,31).

En su diálogo con el Padre, con la Ley y los profetas, se confirma lo que vimos la semana pasada en el bautismo: Jesús es el siervo de Yahvé, que debe pasar por la cruz para llegar a la gloria. 

Una vez más, Jesús asume la misión para la que ha venido al mundo y acepta la voluntad del Padre. Moisés y Elías (es decir, la Biblia) dan testimonio de que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria. Él volvió a repetir sí al Padre, dispuesto a cumplir su voluntad.

Siguiendo a los Santos Padres, la liturgia ve en la transfiguración un anticipo de la resurrección: «Cristo, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el resplandor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección». 

La luz que brilla momentáneamente en el cuerpo de Cristo transfigurado resplandecerá definitivamente el día de su resurrección.

Si la transfiguración de Cristo es anticipo de la resurrección de su cuerpo mortal, también revela nuestro destino final, ya que es anuncio de la futura glorificación de su cuerpo místico y de cada uno de los creyentes.

También nosotros, al final de nuestro caminar, participaremos de la gloria de Cristo. Entonces todo el universo quedará transfigurado y se cumplirá finalmente el designio divino de la salvación. 

La Iglesia quiere subir con Cristo al monte, aunque le cueste trabajo. En el momento oportuno, también ella será transfigurada y se manifestará «resplandeciente de gloria, como una piedra preciosa deslumbrante» (Ap 21,11). 

Pero antes tiene que estar dispuesta a pasar por el crisol de la humillación y de la cruz, como su Esposo. Si a veces Dios nos permite contemplar la gloria de Cristo, es para fortalecer nuestra esperanza y para animarnos en el camino hacia Jerusalén.

El vestido blanco de Jesús evoca también el vestido bautismal, por lo que esta lectura anima a los catecúmenos en su camino hacia la Pascua. 

Sin embargo, este es el único domingo de Cuaresma que no contaba con ninguna celebración especial para quienes se preparaban a recibir el bautismo, ya que antiguamente la primera semana de Cuaresma se celebraban las témporas de primavera. Durante los primeros siglos, el miércoles y el viernes eran días de ayuno y la noche del sábado al domingo se tenía una gran vigilia con ordenaciones". P.Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

jueves, 14 de marzo de 2019

Los números de la Cuaresma.


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Los 40 días 

"... La palabra latina «Quadragesima» hace referencia al número 40. La liturgia recuerda que este periodo de preparación a la Pascua surgió por el deseo de imitar el retiro de Jesús en el desierto, al inicio de su vida pública: «[Jesús], al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal». 

Pero, ¿por qué Jesús se retiró durante ese preciso periodo de tiempo? Debemos recordar que la Biblia hace un uso abundante del simbolismo de los números, que hay que saber interpretar para comprender su mensaje.

En concreto, el número 40 aparece más de cien veces, pero pocas con un significado matemático. 

Recordemos que, en la antigüedad, morían muchos niños y los adultos vivían unos 40 años. Solo una minoría superaba esa edad. 

Por eso, era el símbolo de una generación, de una vida, de un tiempo suficientemente largo para realizar algo importante. 

La vida de Moisés es un ejemplo claro. Murió con 120 años (Dt 34,7), que san Esteban divide en tres etapas de 40: el tiempo que pasó en Egipto, adorando a los dioses falsos, el tiempo que pasó en el desierto, purificándose, y el tiempo que vivió al servicio de Dios y de su pueblo (Hch 7,20-40). Es como si hubiera vivido tres «vidas». 

En otros textos sucede algo similar. Isaac se casó con Rebeca a los 40 años (Gén 25,20) y también su hijo Esaú (Gén 26,34). Es el tiempo que Israel, guiado por Moisés, caminó por el desierto (Dt 29,4), que duró el reinado de David (1Re 2,11) y que Job vivió felizmente, después de sus desgracias (Job 42,16). 

Igual que 40 años significan una vida, 40 días significan un tiempo suficientemente largo para que se realice algo importante. 

Es lo que duró el diluvio (Gén 7,12), el tiempo que Moisés pasó en oración antes de recibir las tablas de la Ley (Ex 24,18), lo que tardaron sus enviados en explorar la Tierra Prometida (Núm 13,25) y lo que Elías anduvo antes de encontrarse con Dios (1Re 19,8). Jonás anunció la destrucción de Nínive a los 40 días (Jon 3,4). 

Jesús fue presentado en el templo a los 40 días de su nacimiento (Lc 2,22), como mandaba la Ley (Lev 12). Como ya hemos dicho, es lo que duró su permanencia en el desierto (Mt 4,2) y, después de la resurrección, se apareció también durante 40 días (Hch 1,3). 

Por otra parte, los que cometen un delito deben recibir un máximo de 40 azotes, ya que superar ese número sería un exceso irracional (Dt 25,3).

Con estas premisas, la Cuaresma supone el tiempo necesario, el tiempo completo, el tiempo oportuno que la Iglesia nos ofrece para nuestra salvación. 

Además de evocar varios acontecimientos bíblicos, algunos Santos Padres de los primeros siglos dieron un significado distinto al 40: 

Es el resultado de multiplicar un número cósmico (el 4, imagen de los cuatro confines de la tierra) por un número moral (el 10, en referencia al Decálogo). 

Así, los Padres encontraron en el ayuno de 40 días una recapitulación de toda la historia de la humanidad, con sus desobediencias y sus esperanzas, que Jesús asume en sí.

Por último, aunque sean pocos, hay que recordar que algunos autores antiguos hacen derivar los 40 días de ayuno de las 40 horas que el cuerpo de Cristo permaneció en el sepulcro.

Las 6 semanas

También fueron interpretadas simbólicamente por los Santos Padres. 

En la Biblia, el 7 es un número perfecto, «divino». Se usa para indicar que algo posee la plenitud, como la creación de Dios (Gén 1) o el libro de los 7 sellos, que contiene los designios de Dios sobre la historia (Ap 5,1). 

Por el contrario, el 6 indica que algo no está completo. Se pueden recordar las tinajas de Caná (Jn 2,6) o el número de la bestia inmunda, «que es número humano, el 666» (Ap 13,18). 

Además, el séptimo día es de descanso, mientras que los seis previos son de trabajo. 

Eusebio de Cesarea (siglo IV) afirma que, igual que Dios trabajó durante seis días y el séptimo descansó, los cristianos deben esforzarse en trabajos espirituales durante seis semanas (la Cuaresma) antes de vivir las siete semanas de Pascua, que son el anticipo de la vida eterna:

«Después de Pascua, celebramos Pentecostés durante siete semanas íntegras, de la misma manera que mantuvimos virilmente el ejercicio cuaresmal durante seis semanas antes de Pascua. El número seis indica actividad y energía, razón por la cual se dice que Dios creó el mundo en seis días. A las fatigas soportadas durante la Cuaresma sucede justamente la segunda fiesta de siete semanas, que multiplica para nosotros el descanso, del cual el número siete es símbolo». 

San Juan pone de relieve que, en Caná, el agua que Jesús transformó en vino se encontraba en 6 tinajas de las que los judíos usan para los baños de purificación ritual antes de la boda. 

Al transformar el agua de esas tinajas en vino, indica que aquellos ritos preparaban el banquete de bodas entre Cristo y su Iglesia. 

Las 6 semanas de Cuaresma son como las 6 tinajas de la purificación. Indican el tiempo del noviazgo, el tiempo dedicado a la limpieza, para que todo esté preparado el día de la boda. 

La semana séptima se celebra la Pascua, las bodas del Cordero". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.