FLOR DEL CARMELO
Madre, hermana, amiga, modelo
y compañera, de quienes queremos vivir íntimamente unidos a Cristo en alianza
de amor. Eres el mejor modelo de ese amor total hacia Cristo, a quien queremos
conocer cada vez con más profundidad y amar cada día con mayor autenticidad, y
quieres acompañarnos en este caminar.
Tu pureza, Blanca Flor, nos
fascina, por ella el Padre te eligió como Arca de la Nueva Alianza, vientre
perfecto en el cual, por amor, se encarnaría para hacerse uno con nosotros.
Diste a luz al Hijo de Dios y lo criaste. Debe haber sido muy difícil de
comprender y de explicar; difícil de explicártelo, difícil de explicárselo a tu
Niño.
Tu prudencia, Viña Florida,
nos enseña. Escuchaste la Palabra, la guardaste y la meditaste en tu corazón.
La viviste y la proclamaste en y con tu vida cotidiana. Tu alma alaba siempre
al Señor.
Eres, Estrella del mar,
maestra en el camino de la verdadera solidaridad, acompañaste a Jesús siempre,
hasta en la agonía. Estuviste presente en la primitiva comunidad, formando con
los discípulos un “sólo corazón” y una sola “alma”, orando con los hermanos,
para que ese mismo Espíritu Santo que la cubrió a ella con su sombra, inunde a
la Iglesia de Dios. Has querido quedarte en la barca de la Iglesia y en su seno
nos enseñas a acercarnos a todas las víctimas, a los que sufren, a los que
necesitan una mano amiga y cercana. Tienes un corazón nuevo, un corazón de
carne, y nos animas a dar consuelo al necesitado.
Viviste, Esplendor del Cielo,
en pobreza. Practicaste la misericordia, la mansedumbre, y la pureza de corazón.
Experimentaste, seguramente, en tu papel de esposa, madre y ama de casa, tu
propia noche oscura, caminando “a oscuras y en celada” estando ya tu casa
sosegada. Fuiste, Madre, muy paciente, confiaste ciegamente en la voluntad de
Padre y mostraste siempre “fidelidad en lo más poco”, por eso sabes y quieres
acompañarnos en nuestra peregrinación, especialmente en la “peregrinación hacia
el interior”, hacia dentro: peregrina de la fe, “por las amplias avenidas de la
entrega. Un largo recorrido, con muchas estaciones”.
Dulcísima María del Monte
Carmelo: hoy, al celebrar tu fiesta, te imploramos que intercedas por ante el
Amado y le presentes nuestras intenciones y las del mundo entero. Te imploramos
que le hables de nuestra Venezuela, porque aquí es de noche. Dile que no
tenemos vino. Se nos acabó el vino de la justicia y de la paz. Se nos acabó el
vino de la asistencia al necesitado de salud y alimento, se nos acabó de la
reconciliación. Dile de nuestra dura realidad, Madre de amor. A ti nada te
niega y tu dulce voz, hecha una con la nuestra, seguramente será escuchada.
Amén.
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