lunes, 16 de julio de 2018


FLOR DEL CARMELO

Madre, hermana, amiga, modelo y compañera, de quienes queremos vivir íntimamente unidos a Cristo en alianza de amor. Eres el mejor modelo de ese amor total hacia Cristo, a quien queremos conocer cada vez con más profundidad y amar cada día con mayor autenticidad, y quieres acompañarnos en este caminar.
Tu pureza, Blanca Flor, nos fascina, por ella el Padre te eligió como Arca de la Nueva Alianza, vientre perfecto en el cual, por amor, se encarnaría para hacerse uno con nosotros. Diste a luz al Hijo de Dios y lo criaste. Debe haber sido muy difícil de comprender y de explicar; difícil de explicártelo, difícil de explicárselo a tu Niño.
Tu prudencia, Viña Florida, nos enseña. Escuchaste la Palabra, la guardaste y la meditaste en tu corazón. La viviste y la proclamaste en y con tu vida cotidiana. Tu alma alaba siempre al Señor.
Eres, Estrella del mar, maestra en el camino de la verdadera solidaridad, acompañaste a Jesús siempre, hasta en la agonía. Estuviste presente en la primitiva comunidad, formando con los discípulos un “sólo corazón” y una sola “alma”, orando con los hermanos, para que ese mismo Espíritu Santo que la cubrió a ella con su sombra, inunde a la Iglesia de Dios. Has querido quedarte en la barca de la Iglesia y en su seno nos enseñas a acercarnos a todas las víctimas, a los que sufren, a los que necesitan una mano amiga y cercana. Tienes un corazón nuevo, un corazón de carne, y nos animas a dar consuelo al necesitado.
Viviste, Esplendor del Cielo, en pobreza. Practicaste la misericordia, la mansedumbre, y la pureza de corazón. Experimentaste, seguramente, en tu papel de esposa, madre y ama de casa, tu propia noche oscura, caminando “a oscuras y en celada” estando ya tu casa sosegada. Fuiste, Madre, muy paciente, confiaste ciegamente en la voluntad de Padre y mostraste siempre “fidelidad en lo más poco”, por eso sabes y quieres acompañarnos en nuestra peregrinación, especialmente en la “peregrinación hacia el interior”, hacia dentro: peregrina de la fe, “por las amplias avenidas de la entrega. Un largo recorrido, con muchas estaciones”.
Dulcísima María del Monte Carmelo: hoy, al celebrar tu fiesta, te imploramos que intercedas por ante el Amado y le presentes nuestras intenciones y las del mundo entero. Te imploramos que le hables de nuestra Venezuela, porque aquí es de noche. Dile que no tenemos vino. Se nos acabó el vino de la justicia y de la paz. Se nos acabó el vino de la asistencia al necesitado de salud y alimento, se nos acabó de la reconciliación. Dile de nuestra dura realidad, Madre de amor. A ti nada te niega y tu dulce voz, hecha una con la nuestra, seguramente será escuchada. Amén. 

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