miércoles, 31 de julio de 2019

31 de julio, san Ignacio de Loyola.

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"Hoy, 31 de julio, se celebra la fiesta de san Ignacio de Loyola (1491-1556), el fundador de los jesuitas y redactor del famoso libro de los "Ejercicios espirituales".
Ignacio nació en el castillo de Loyola, junto a la aldea de Azpeitia. Fue caballero al servicio del emperador Carlos V. Herido en 1521 por una bala de cañón, cuando defendía la fortaleza de Pamplona, fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de una pierna.
Durante su convalecencia, para entretenerse, se dedicó a leer libros que narraban la vida de Cristo y de los santos. Estas lecturas lo llevaron a la conversión.
Una vez curado, peregrinó hasta el monasterio de Nuestra Señora de Montserrat. Allí, ante la imagen de la Virgen María, veló una noche entera y dejó a sus pies las armas de caballero.
Después se dirigió a Manresa, donde vivió un año dedicado a la oración en una cueva: "Y estando allí se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas" (Autobiografía, 30).
Desde allí se dirigió peregrinando a Jerusalén. Su deseo era quedarse en la ciudad santa, pero no se lo permitieron, por lo que pasado un año tuvo que regresar a España.
Estudió filosofía y teología en Barcelona, Alcalá de Henares, Salamanca y París. En todos los lugares tuvo dificultades con la Inquisición, encarcelamientos y juicios, porque predicaba por las calles y animaba a todos a vivir conforme a evangelio, pero no se lo permitían hacer hasta que terminara sus estudios.
En París compartió la habitación con dos estudiantes: Pedro Fabro, de Saboya, y Francisco Javier, de Navarra. Se hicieron amigos y se unieron a él junto a otros estudiantes: el portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban, estudiaban y hablaban juntos de las cosas de Dios.
Los siete amigos decidieron peregrinar a Roma y presentarse ante el Papa "a fin de que él los envíe adonde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas".
En Roma se les unieron otros jóvenes y decidieron llamarse "Compañía de Jesús", haciendo los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, al que añadieron otro voto de obediencia al papa para las misiones que les confíe.
Fijaron su residencia en una vieja casa situada en el centro de Roma, frente a una capillita dedicada a la Virgen María que, con el tiempo, se convirtió en la gran iglesia del Gesú. Allí formó a los primeros aspirantes y desde allí envió misioneros a distintos países de Europa, Asia, África y América.
Además de formar a sus religiosos, escribir las constituciones del instituto y otras tareas de gobierno, Ignacio fundó varias instituciones educativas, casas para acoger judíos y musulmanes que se convertían al cristianismo, un refugio para mujeres sin hogar, y organizó colectas para los pobres y los prisioneros.
Falleció a los 65 años, que en aquella época era una ancianidad venerable. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba con unos 1000 religioso, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), con 92 casas, de las que 33 correspondían a obras educativas. Sus restos reposan en Roma, en la Iglesia del Gesú.
En nuestros días, los jesuitas son unos 17.000, presentes en 127 países. La familia ignaciana se extiende más allá de las estructuras de la Compañía de Jesús en numerosos grupos y asociaciones de laicos identificados con la espiritualidad ignaciana.
En 1974, bajo el generalato del padre Pedro Arrupe, optaron por consagrar su vida a la evangelización y a la promoción de la justicia de manera inseparable. Esto les conllevó incomprensiones por parte de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, pero han permanecido firmes en su decisión por fidelidad al evangelio.
Hoy, por primera vez en la historia, el papa es jesuita y también el prefecto de la congregación para la doctrina de la fe". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 29 de julio de 2019

29 de julio. Santa Marta. 



"Era hermana de María y de Lázaro, la familia de Betania amiga de Jesús, en cuya casa el Señor se encontraba muy a gusto. San Juan nos dice que "Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro" Juan 11,5. Dos escenas del evangelio nos lo evidencian. Marta acogió en su casa a Jesús; éste se entretenía con María; Marta se quejó de la falta de colaboración de su hermana, y entonces escuchó el dulce reproche de Señor que establece la jerarquía de valores: "Marta, Marta, una sola cosa es necesaria" Lucas 10,41-42; Marta hospedó al Señor y le sirvió con esmero. No menos emotivo es el episodio de la resurrección de Lázaro, y el diálogo que la precede entre Jesús y Marta cuando ésta sale a su encuentro y acaba confesando: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al mundo" Juan 11,27". Casa Teresiana de Oración.

sábado, 27 de julio de 2019



"María hizo una entrega total de sí,
de su corazón, de su cuerpo, de su alma
y de su espíritu al servicio de Dios".
Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Carmelita.


viernes, 26 de julio de 2019

26 de julio. San Joaquín y santa Ana.



"Padres de la Virgen María, abuelos de Jesús. La conmemoración de los santos Joaquín y Ana es una buena ocasión para recordar las raíces humanas de Jesús. En él, Dios se ha emparentado con la estirpe humana. En esta fecha los cristianos evocan la presencia de los abuelos y la responsabilidad ética de ofrecer la ne
En su carta encíclica Redemptoris Mater, el papa Juan Pablo II ha escrito que «la presencia de María en medio de Israel, tan discreta que pasó casi inadvertida a los ojos de sus contemporáneos, resplandecía claramente ante el Eterno, el cual había asociado a esta desconocida Hija de Sión al plan salvífico, que abarca toda la historia de la humanidad».
La vida discreta de María había de compaginarse con el silencio sobre sus antepasados. Sin embargo, la liturgia de la Iglesia parece intentar penetrar en ese silencio, no tanto para satisfacer nuestra curiosidad cuanto para darnos ocasión para celebrar los planes de Dios sobre la historia humana, que se había de convertir en una historia redimida.
De hecho, la antífona de entrada que se canta al inicio de la Eucaristía de hoy nos introduce en una celebración marcada por el signo de la alegría: «Alabemos a Joaquín y a Ana por su hija; en ella les dio el Señor la bendición de todos los pueblos»». Los protagonistas son los padres, pero el objeto de la alabanza es la providencia divina que, en María, prepara los caminos para la llegada del Salvador.
Procedentes de Galilea, se habrían trasladado pronto a Jerusalén donde vivirían en una casa cercana a la piscina Probática (o estanque de las ovejas), en la que Jesús curó a un hombre paralítico (In 5, 2). La actual iglesia de Santa Ana trata de evocar aquella tradición, aunque es cierto que subsiste también otra tradición que sitúa la vivienda de los padres de María precisamente en Séforis (Galilea).
La leyenda apócrifa se detiene en numerosos detalles anecdóticos. Así se complace en subrayar la esterilidad de Ana, las oraciones de los piadosos esposos, la larga espera, la ausencia del marido, las revelaciones de los ángeles a uno y otra, el encuentro de Joaquín y Ana junto a la Puerta Dorada de Jerusalén, escena inmortalizada por uno de los frescos de Giotto. Los relatos apócrifos narran también el nacimiento de María, los cuidados que le ofrecieron sus padres, así como la dedicación al servicio del templo de aquella niña que sube decidida los quince escalones del lugar santo. Todos estos pasajes constituyen otros tantos motivos iconográficos, representados con mucha frecuencia por la pintura y la escultura.
El culto a Santa Ana, presunta abuela de Jesús, se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó a la occidental en el siglo X. El culto a San Joaquín es más reciente. […]
La conmemoración de los santos Joaquín y Ana es una buena ocasión para recordar las raíces humanas de Jesús. En él, Dios se ha emparentado con la estirpe humana. El relato evangélico que se proclama en este día evoca las palabras con las que Jesús declara dichosos a sus contemporáneos por haber tenido la suerte de ver y oír lo que habían anhelado los profetas y los justos de otros tiempos.
Por otra parte, la imagen habitual de Santa Ana, acompañando a María y al pequeño Jesús, refleja, también para un tiempo de desentendimiento e individualismo, la necesaria relación y comprensión entre las generaciones. El texto del libro del Eclesiástico (41, 1.10-15), que hoy se lee en la celebración eucarística, nos invita a hacer revivir en gratitud la memoria de los antepasados. No es extraño que esta fecha evoque con frecuencia entre los cristianos la presencia de los abuelos y la responsabilidad ética de ofrecer la necesaria atención integral a los ancianos".
José-Román Flecha Andrés






jueves, 25 de julio de 2019

25 de julio. Santiago Apostol.

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"Era natural de Betsaida, (Lago de Tiberíades). Se lo denomina “el Mayor”, para distinguirlo de Santiago de Alfeo. Era hermano de Juan; hijo de María Salomé y Zebedeo, con quien compartían el oficio de pescadores. Simón Pedro y su hermano Andrés ya estaban con Jesús cuando llamó a Santiago y a Juan, a los que les dio el apodo de Boanerghes (los del trueno) por su fogosidad. 

Con Simón Pedro y Juan fue testigo de la Transfiguración, de la resurrección de la hija de Jairo y de la noche en Getsemaní. 
Cuando Salomé pidió a Jesús puestos de honor en su reino para sus hijos Juan y Santiago, él les dijo: “Son ustedes capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” Ambos dijeron que sí, pero sin saber a lo que se comprometían. Sin embargo, el Maestro les tomó por la palabra, y Santiago fue el primer apóstol mártir, decapitado por Herodes en Jerusalén el año 42. 
Hasta aquí las noticias ciertas sobre Santiago el Mayor. 
Siglos después aparecieron tradiciones y leyendas. Se cree que ha evangelizado en España, y el Pilar de Zaragoza, con su tradición secular de milagros y conversiones, confirmaría la presencia evangelizadora de Santiago en esa ciudad y región. Por otra parte, Santiago de Compostela (Campo de la Estrella), según una antigua tradición, es el lugar donde, en el año 814, apareció una estrella que señaló la tumba de Santiago, cuyos restos habrían sido traídos por sus discípulos desde Jerusalén en fecha desconocida, Lo cierto y positivo es que Zaragoza y Santiago de Compostela, al igual que Lourdes, Fátima, Loreto..., son centros de fe, conversión y milagros.
El Evangelio de hoy nos enseña que tratar de ser primeros, sin importar como y a costa de quien, no está conforme al espíritu cristiano...".  Pedro Donoso Brant.


miércoles, 24 de julio de 2019

24 de julio. Beatas Pilar, Teresa y Ángeles.



María Pilar de San Francisco de Borja nació en Tarazona, el día 30 de diciembre de 1877; Teresa del Niño Jesús y de San Juan de la Cruz, en Mochales el 5 de marzo de 1909; María Ángeles de San José, en Getafe el 6 de marzo de 1905. Las tres profesaron en el monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas de Guadalajara (España). Y las tres sufrieron el martirio el 24 de julio de 1936, después de confesar su fe en Cristo Rey y de hacer oblación de su propia vida por la Iglesia. Ellas son las primicias de los innumerables mártires de la guerra civil española de 1936-1939.

Fueron beatificadas el 29 de marzo de 1987.

lunes, 22 de julio de 2019

Itinerario del profeta Elías







22 de julio. Santa María Magdalena.

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"Hoy es la fiesta de santa María Magdalena, que tuvo una importancia decisiva en la primera generación cristiana y que en los textos posteriores (todos escritos por varones) fue silenciada.
Amó mucho a Jesús y se supo amada por él, que la liberó de siete demonios. Pero no fue la amante de Jesús, como pretenden algunas noveluchas escritas en los últimos años. Al menos, no amante como entienden esos escritos, que reducen todo a las relaciones sexuales.
Los evangelios no dicen el nombre de su padre ni de su esposo, como era común en la época, sino que la identifican con su ciudad de proveniencia (Magdala), lo que indica que fue una mujer liberada e independiente, de las que se arriesgaron a seguir a Jesús con todas las consecuencias.
Hoy no podemos comprender lo que supuso para algunas mujeres saltarse todos los prejuicios sociales y seguir a Jesús incondicionalmente. ¿Cuántos insultos e injurias tendrían que soportar en sus desplazamientos? ¿y a los pies de la cruz?
María Magdalena y las otras mujeres descubrieron que alguien las trataba como seres humanos, de tú a tú, sin considerarlas inferiores. No encontramos nada similar en la literatura antigua de ninguna cultura. Se sintieron valorizadas y esto las animó a convertirse en discípulas del Galileo y colaboradoras suyas en el servicio del Reino de Dios.
Cuando Jesús fue crucificado y los discípulos varones huyeron, ellas permanecieron junto a la cruz. Ellos intentaron olvidar y rehacer sus vidas, volviendo a sus ocupaciones anteriores. Ellas no podían regresar al pasado. La sociedad no se lo habría permitido y ellas tampoco habrían aceptado volver a ser considerados objetos propiedad de los varones, sin capacidad de decisión personal.
Por eso se quedaron en Jerusalén, primero cerca de la cruz y después cerca del sepulcro. El recuerdo de Jesús era su único consuelo. Y llorar junto a su cadáver, su único deseo.
Jesús resucitado salió al encuentro de las que tanto le amaban, dándoles el encargo de testimoniar la resurrección, precisamente a ellas, que eran conscientes de que el testimonio de una mujer no era admitido en un juicio y que nadie se habría fiado de sus palabras.
Hoy los curas y los frailes predicamos mucho, aunque pocos nos escuchan, pero ellas siguen anunciando la presencia viva del resucitado en el mundo con sus vidas, como recordábamos aquí. ¡Benditas Magdalenas que saben amar sin medida!". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

domingo, 21 de julio de 2019

20 de julio. El profeta Elías.

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"EL 20 de julio el Carmelo celebra al Profeta Elías, cuyo nombre (en hebreo ’Èl-iYahu) significa “Yahvé es mi Dios”.
La Biblia recoge dos expresiones suyas, que se repiten como lemas de su existencia: “Vive Dios, en cuya presencia estoy” y “Me consumo de celo por la causa del Señor, Dios de los ejércitos”. Desde antiguo, la Orden vio en estas dos expresiones la mejor descripción del doble espíritu heredado de Elías (la contemplación y el apostolado).
En la cima del Monte Carmelo retó a los adoradores de los falsos dioses, mostrándoles que sólo hay un Dios verdadero. Después de realizar numerosos prodigios, en la soledad del Monte Horeb descubrió la presencia de Dios en la brisa suave de la oración silenciosa. Allí, Dios se le manifestó como “el Clemente y Compasivo, rico en piedad y leal”.
La Biblia afirma que, terminada su misión en la tierra, fue misteriosamente raptado en un carro de fuego. El profeta Malaquías anunció que Elías debía volver para preparar la manifestación del mesías. Por eso, Jesús afirmó que san Juan Bautista “vino con el espíritu y poder de Elías”. En la transfiguración del Señor, Elías apareció como el representante de los profetas, testimoniando que toda la Escritura anuncia a Cristo.
Los primeros ermitaños del monte Carmelo lo tomaron como modelo de su vida consagrada. Por eso los carmelitas le rendimos este culto especial". P. Eduardo Sanz de Miguel.

jueves, 18 de julio de 2019

El escapulario de la Virgen del Carmen.


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"Los carmelitas nacieron en Tierra Santa, en el Monte Carmelo, que tuvieron que abandonar a lo largo del s. XIII debido a la presión de los musulmanes. Al llegar a Europa se encontraron con que el Concilio IV de Letrán había prohibido en 1215 la creación de nuevas Órdenes religiosas, por lo que numerosos obispos no aceptaban la presencia de los carmelitas en sus diócesis, alegando que pertenecían a una Orden nueva y desconocida.


De nada servía que los carmelitas les recordaran sus orígenes en el Monte Carmelo y que su Regla había sido promulgada por el Patriarca de Jerusalén. A pesar de que los sucesivos Papas escribieron varias cartas de recomendación para los carmelitas, las persecuciones se sucedían, llegando en algunos casos a la prohibición de celebrar el culto público en sus iglesias y al desmantelamiento de sus pobres conventos. 

Muchos amigos de la Orden les sugerían que buscaran el patrocinio de algún señor feudal poderoso, al que ofrecieran su obediencia a cambio de protección, según las costumbres de la época; pero ellos se negaron, afirmando siempre que la única Señora a la que servían y que había de defenderlos era la Virgen María. Ella era la Señora del Carmelo y sus hermanos e hijos confiaban en su auxilio.


Por entonces la gente normal disponía de poca ropa. Normalmente solo tenía una túnica, que se protegía con una especie de bata o gran delantal durante los trabajos. A esta prenda protectora se llamaba «escapulario», porque caía desde las «escápulas» (los hombros) cubriendo el pecho y las espaldas. 

Los siervos de cada señor feudal llevaban estos escapularios de un determinado color y tamaño, con lo que se podían distinguir en las guerras, a la hora de pagar peajes por atravesar las tierras del señor o participar en el mercado, etc. 

Como los carmelitas se negaron a tener ningún señor que les protegiera en la tierra, adoptaron el hábito y el escapulario de color pardo, de la lana de oveja sin teñir, que es el que llevaban los pobres y desheredados. Mientras tanto, seguían confiando en el auxilio de María.


Cuenta la tradición que un general de la Orden, de origen inglés y de nombre Simón Stock, especialmente devoto de la Virgen, rezaba cada día para que acabaran las persecuciones con la siguiente oración: Flos Carmeli, Vitis Florigera, Splendor coeli, Virgo puerpera, Singularis, Mater mitis, Sed viri nescia, Carmelitis sto Propitia, Stella maris. Que traducido al español dice: «Flor del Carmelo, Viña florida, Esplendor del cielo, Virgen singular. ¡Oh, Madre amable! Mujer sin mancilla, muéstrate propicia con los carmelitas, Estrella del mar».


Entonces sucedió el prodigio. Corría el año de 1251 y la Virgen María vino a su encuentro con el escapulario marrón en sus manos, el mismo que los religiosos habían escogido, porque no querían señores feudales que les protegieran, ya que sabían que la Virgen era su Señora. Y la Virgen le dijo: «Este escapulario es el signo de mi protección». A partir de entonces fueron cesando las persecuciones y el escapulario se convirtió en signo de consagración a María y de su protección continua.


En torno al escapulario se multiplicaron las tradiciones. La más importante es la de «la bula sabatina», que parte de un sueño del Papa Juan XXII, al que la Virgen del Carmen dijo que ella personalmente sacaría del purgatorio el sábado siguiente a su muerte a quienes fallezcan con el escapulario. 

Con este motivo se fundaron numerosas «cofradías de ánimas», que ofrecían misas por las almas del purgatorio en altares de la Virgen del Carmen. Muchos cuadros y relieves la representan con las almas del purgatorio a sus pies y con ángeles que sacan de las llamas a quienes están revestidos del escapulario. 

La archicofradía del Carmen llegó a ser la más extendida de toda la cristiandad, con sede en iglesias de todo el mundo. Hasta no hace mucho se necesitaba un permiso escrito del General de la Orden para que un sacerdote pudiera imponer el escapulario agregando, así, a los fieles a dicha archicofradía, que los Papas enriquecieron con numerosas indulgencias.


A lo largo de los siglos son innumerables los fieles que han llevado el escapulario como signo de su amor a María. También son numerosos los prodigios y conversiones que la Virgen ha realizado entre los que llevan con fe y devoción esta prenda tan humilde. 

Pío XII escribió: «La devoción al Escapulario ha hecho correr sobre el mundo un río inmenso de gracias espirituales y temporales». 

Pablo VI: «Entre las devociones y prácticas de amor a la Virgen María recomendadas por el Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, sobresalen el rosario mariano y el uso del escapulario del Carmen». 

Juan Pablo II lo llevaba siempre consigo y lo recomendó en muchas ocasiones, afirmando: «En el signo del escapulario se pone de relieve una síntesis eficaz de espiritualidad mariana que alimenta la vida de los creyentes, sensibilizándolos a la presencia amorosa de la Virgen Madre en su vida. El escapulario es esencialmente un “hábito”. Quien lo recibe queda agregado a la Orden del Carmen, dedicado al servicio de la Virgen por el bien de la Iglesia y experimenta la presencia dulce y materna de María. ¡Yo también llevo sobre el corazón, desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmen!». 

Benedicto XVI afirmó: «El escapulario es un signo particular de la unión con Jesús y María. Para aquellos que lo llevan constituye un signo del abandono filial y de confianza en la protección de la Virgen Inmaculada. En nuestra batalla contra el mal, María, nuestra Madre, nos envuelve con su manto»". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.







"Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados...".

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"Ven a mí. Si estás cansado. Si sientes que no puedes más. Si los días te vencen un poco. Si te agobia el trabajo, el presente, o el futuro. Si no encuentras sentido a lo que haces. Si a veces tienes ganas de tirarlo todo por la borda. Si el evangelio es demasiado exigente. Si no sabes amar bien. Ven a mí. Y yo te aliviaré. Mi palabra será caricia. Mi silencio será música. Mi ternura será refugio. Pasa un tiempo conmigo y aprende de mí. Porque yo también llevo mis cargas. También yo me veo enfrentado con la necesidad de amar, siempre más. Con el dolor del mundo. Yo también tengo días grises. Pero soy manso y humilde de corazón. ¿qué quiero decirte con eso? Que no me convierto en el centro de todo. No hago dramas en exceso. Lo pongo todo en manos de mi Padre. Y Él me da el descanso. Porque, a la luz de su amor, mis cargas son ligeras…".
(Adaptación de Mt 11, 28-30)

San Juan de la Cruz y la Virgen María.

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"La visión contemplativa que los autores del Carmelo Teresiano tienen de la Virgen María está profundamente influenciada por la doctrina de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Pueden bastar algunas indicaciones.

Síntesis del pensamiento mariano de San Juan de la Cruz
Las alusiones marianas que el Santo Padre tiene en sus escritos son muy sobrias, pero están dotadas de ese toque de genialidad propio del Doctor Místico, para introducirnos en los aspectos más sublimes del misterio de María.
- En comunión con el misterio de Cristo. En los Romances sobre el Evangelio de San Juan (nn.8-9), clave bíblica de toda la doctrina de San Juan de la Cruz en la perspectiva de la historia de la salvación, la Virgen aparece en el esplendor de su comunión con la Trinidad, en su privilegio y misión de ser Madre del Verbo Encarnado, en la aceptación y consentimiento de la obra de la redención; la Virgen María es testigo del misterio, "Madre graciosa" que trae en sus brazos a Dios, Esposa-Iglesia y Humanidad en la que se han consumado los desposorios de Dios con el hombre: "abrazado con su esposa, que en sus brazos la traía".
El vértice de esta comunión se alcanza en la cruz, cuando la Virgen participa en el dolor redentor de Cristo, aunque esté exenta de pecado, y no sufra porque tiene que ser purificada, sino porque Cristo la asocia a su acción salvadora (Cántico B, 20,10; Cántico A 29,7).
- Bajo la moción del Espíritu Santo. En un contexto significativo, hablando de las almas que se han identificado totalmente con la voluntad de Dios, de modo que todas sus operaciones, obras y ruegos, vienen de la moción divina, el Santo Padre ha escrito: "Tales eran las de la gloriosísima Virgen nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" ( Subida III, 2,10). En esta afirmación se encuentra el principio de una acción constante y total del Espíritu en María, elevada desde el principio a este altísimo estado de comunión con Dios, en un dinamismo de creciente fidelidad y cooperación con las mociones del Espíritu Santo.
- Modelo de contemplacion y de intercesión. Modelo de confianza, discreción y atención en las Bodas de Caná, la Virgen hace valer su poderosa intercesión ante su Hijo: "El que discretamente ama no cura de pedir lo que le falta y desea sino a representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere servido, como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino diciéndole: "No tienen vino (Jn 2,3)" (Cántico A y B 2,8). La presencia de la Virgen está implícita en este pensamiento del Santo: "Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (Dichos de luz y amor 104; cfr. Subida II, 22,3-6). María es el silencio contemplativo que ha acogido la Palabra. Por eso Juan de la Cruz, uniendo siempre María y Cristo, puede exclamar: "la Madre de Dios es mía" (Oración del alma enamorada)".

miércoles, 17 de julio de 2019

Santa Teresa de Jesús y la Virgen María.

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"Toda la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.
a. Devoción mariana y experiencia mística mariana
Desde la primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos más importantes de la niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6); es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre Doña Beatriz, a la edad de 13 años: "Afligida fuíme a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha tornado a sí" (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su conversión: "me ha tornado a sí". Otros textos de la autobiografía nos revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1).
Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a él le pertenece. En la experiencia 
mística teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa Madre ha tenido una experiencia mística de las primeras palabras del Cántico de María, el "Magnificat" (Relación 29,1; 61), que según el testimonio de María de San José con mucha frecuencia "repetía en voz baja y en lenguaje castellano"' (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador: "Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra medida" (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a la Virgen (Relación 35,1): "No pienses cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer" ( Cfr. también sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación Camino 31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8).
Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en la alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la actitud de la Virgen: "Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su santísima anima y muriendo dura muerte". Ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos "a manera de como se pinta la quinta angustia" (Relación 58); ha experimentado en la Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma ( que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En esta misma ocasión le dice el Señor que: "En resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad ... y que había estado mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla" (Ib.).
En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su intercesión constante la comunidad en oración, como le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación 25,13).
Cuando en una altísima experiencia mística de le da a conocer el misterio de la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable del Padre: "Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.)
Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda convicción de la doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman parte de la experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del cap.; 8,6).
b. María, modelo y madre de la vida espiritual.
Santa Teresa ha expresado en algunas líneas doctrinales su experiencia y su contemplación del misterioso de la Virgen María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese comentado el "Ave María" como hizo con el Padre Nuestro en la primera redacción del Camino de Perfección. 
Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).
Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino 31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo "en las entrañas de la Virgen" (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes principales que hay que imitar: "Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima" (Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor ante las maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a su voluntad (Ib.).
Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el camino de sus hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda la descripción que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas III 1,3). Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en su comunión con Cristo en el "mucho padecer": "Siempre hemos visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos apóstoles" (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen, en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr. Moradas VI,7,11.13).
c. La Virgen María y el Carmelo
Teresa de Jesús con su vocación de Carmelita ha entrado profundamente en toda la antigua tradición espiritual del Carmelo. En el monasterio de la Encarnación de Avila ha podido impregnarse de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal como en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía carmelitana. En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al de la Virgen que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la Regla, las casas.
Cuando es nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el lugar primero del coro a la Virgen, porque comprende que en María hay una convergencia de devoción, de amor y respeto por parte de todas las religiosas. El gesto tiene un hermoso epílogo mariano, con la aparición de la Virgen (Relación 25). En una Carta a María de Mendoza (7 de marzo de 1572) dice afectuosamente: "Mi 'Priora' (la Virgen María) hace estas maravillas". Acoge con gozo al P. Gracián, tan devoto de la Virgen, como ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se entusiasma con el conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la Orden, tal como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones, c.23) Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita: "Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio (Vida 38,31). 
Con idéntico espíritu mariano, como un servicio de renovación de la Orden de nuestra Señora y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea de la fundación de San José. Ya en las primeras gracias que Cristo le hace, encontramos la alusión de la presencia de la Virgen en el Carmelo (Vida 32,11). 
Después es la misma Virgen la que activa la fundación de San José con idénticas palabras y promesas y con una gracia especial concedida a Teresa de pureza interior, una especie de investidura mariana para ser Fundadora (Vida 33,14). Al concluir felizmente la fundación de San José la Madre Teresa confiesa sus sentimientos marianos: "Fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento... y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre" (Vida 36,6). Y añade: "Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen... Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos" (Ib. 36, 26.28) Como respuesta a este servicio mariano, ve a Cristo que le agradece "lo que había hecho por su Madre" y ve a la Virgen "con grandísima gloria, con manto blanco y debajo de él parecía ampararnos a todas" (Ib. 36, 24).
En la narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre el cuidado de subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a nuestra Señora, la especial protección que Ella le dispensa en todas las ocasiones. Así, por ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el permiso obtenido para extender los monasterios teresianos: "Escribí a nuestro Padre General una carta... poniéndole delante el servicio que haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que lo negoció" (Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las Fundaciones parece estar escrito en clave mariana, pues son continuas las alusiones de Teresa a la Virgen y a su servicio, como cuando escribe: "Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora ..." (Ib. 4,5); o cuando subraya: "Son estos principios para renovar la Regla de la Virgen su Madre y Señora y Patrona Nuestra" (Ib. 14,5), como dice a propósito de la fundación de Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás, al final del libro de las Fundaciones, contempla todo como un servicio de la Virgen y una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: "Nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y Patrona... Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa Virgen y su Hijo ..." (Ib. 29,23.28). La misma separación de calzados y descalzos hecha en el Capítulo de Alcalá, en 1581, es contemplada por Teresa con una referencia pacificadora a la Madre de la Orden: "Acabó nuestro Señor cosa tan importante... a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora y Patrona que es nuestra ..." (Ib. 29,31).
El recuerdo de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el sentido de la vocación carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo con una alusión implícita a la Virgen escribe: "Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación (porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos" (Moradas V 1,2). 
En el contexto anterior y posterior la Santa habla de la vocación la oración, tesoro escondido y perla preciosa - dos alusiones evangélicas - que están dentro de nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida para comprar el campo donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa. María aparece como la Madre de esta "casta de contemplativos", por su interioridad en la meditación y la entrega total del Señor. En otra ocasión Teresa llama la atención sobre la necesidad de la imitación de la Virgen para poder llamarnos de veras hijas suyos: "Plega a nuestro Señor, hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de la Virgen y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced que nos ha prometido" (Fundaciones 16,7). En el amor a la Virgen y en la adhesión a la misma familia se encuentra para la fraternidad teresiana el fundamento del amor recíproco y de la comunión de bienes, como sugieren estos dos textos: "Así que, mis hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a otras" (Carta a las monjas de Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). "Por eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unos (monasterios) a otros, pues lo que es de uno es de todos" (Carta a la M. Priora y Hermanas de Valladolid, 31 de mayo de 1579,4).
Estas páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la tradición mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia mística, su devoción y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la carmelita descalza la Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de adhesión a Cristo, de vivencia contemplativa de su misterio y de servicio eclesial; para cada monasterio, la Virgen es la Madre que con su presencia acrecienta el sentido de intimidad y de familia, alienta en el camino de la vida espiritual, preside la oración como ferviente intercesora ante su Hijo". 

Mártires carmelitas de Compiègne (17 de julio).


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"El 17 de julio se celebra la memoria de diecisiete carmelitas descalzas mártires de la revolución francesa en Compiègne (1794). Condenadas a muerte por no querer renegar de su fe ni de su profesión religiosa, renovaron sus votos antes de morir y subieron a la guillotina cantando himnos religiosos.

Cuando la revolución francesa degeneró en el periodo que se conoce como “el terror”, se prohibió la práctica del cristianismo y se declaró ilegal la vida religiosa. Las dieciséis carmelitas descalzas del monasterio de Compiègne se ofrecieron a Dios como víctimas para implorar la paz para la Iglesia y para Francia. 

Aunque fueron expulsadas de su monasterio, siguieron viviendo como religiosas en casas privadas, renovando cada día su consagración. 

El 24 de junio de 1794 fueron encarceladas y tratadas con sorprendente crueldad por sus carceleros. Ellas comunicaban el gozo de su espíritu y su total entrega a la divina voluntad a los demás detenidos, a quienes exhortaban a robustecer su fortaleza con el amor de Dios. 

Condenadas a muerte por su inquebrantable fidelidad a la Iglesia y a la vida religiosa, fueron guillotinadas en París, el 17 de Julio de 1794, mientras cantaban himnos de alabanza a Dios. Antes de subir al patíbulo, renovaron su profesión religiosa en manos de la priora, Teresa de San Agustín. Fueron beatificadas en 1906". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

martes, 16 de julio de 2019

La Virgen del Carmen y los carmelitas.

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"En hebreo, Carmen significa Jardín y "EL", significa Dios. CARMELO significa "Jardín de Dios". El Monte Carmelo es una montaña en Tierra Santa, a orillas del Mar Mediterraneo, cerca de donde se crió Jesús de Nazaret. En esa montaña, el profeta Elías retó a los brujos de su época (1 Reyes 18) demostrándoles por un milagro, que sus dioses falsos no tenían poder. Se conoce como el monte de la fertilidad, porque apenas le caen unas gotas de lluvia, se cubre de hierbas y de flores silvestres. Mujeres musulmanas, cristianas y judías, suben al monte Carmelo a pedirle a Dios el don de la fertilidad.


En el siglo X, unos conquistadores que abandonaron su estilo de vida se establecieron en el Carmelo, viviendo del trabajo de sus manos, en obediencia, pobreza, castidad, oración y obsequio de Jesucristo. Vestían un traje marrón (color carmelo) como los pobres de su época, y adoptaron el nombre de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo", popularmente "carmelitas"

En peligro de extinción, pidieron auxilio a Dios y la Virgen María se le reveló al superior, Simón Stock, mostrándole una ruana marrón que cubría el pecho y las espaldas (escápula), de donde viene el nombre de "Escapulario", símbolo de protección y de ternura con la cual una madre arropa a sus hijos. La Orden se extendió hacia Europa, luego surgió la rama femenina y en el siglo XVI la rama de los Descalz@s o Teresian@s, fundados por santa Teresa de Jesús de Ávila y San Juan de la Cruz.

La ruana marrón se fue reduciendo hasta convertirse en esos cuadritos marrones que van en el pecho y la espalda, para recordarnos que tenemos una madre que está en el cielo (Apocalipsis 12), que nos protege e intercede por nosotros ante su hijo Jesucristo, como en las bodas de Caná (Juan capítulo 2) y que estamos llamados a vivir en obsequio de Jesucristo como aquellos hombres que se establecieron en el Monte Carmelo.

POSTDATA:
El dibujo del Escapulario en marrón, simboliza a la montaña, con tres estrellas que simbolizan la fe, la esperanza y el amor. Cuando se remata con una cruz es el escudo de la rama de los carmelitas descalzos". @padrechulalo.

Nuestra Señora del Carmen.

"La Virgen del Carmen tiene un altar en cada corazón. Su distintivo es el escapulario, que es un vestido. El vestido del amor. Algo que se coloca sobre pecho y espalda, signo de amistad. Ella me ama y yo la amo. Nos amamos.
Tratándose de la Virgen del Carmen, escapulario, vestido, amor y amistad son la misma cosa de distinto modo. Va de lo más sensorial a lo más espiritual: el amor que nos tenemos. Ella y yo. Somos amigos. La felicidad.
El hombre es una criatura, cuya desnudez reclama un vestido. Y el vestido de los vestidos es el amor. Por eso escapulario, amor, amistad y María son la misma cosa, el vestido perfecto de la desnudez humana.
Un vidente vio a esta Mujer «vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap. 12,1). Cuando me hablan de una mujer a quien el sol, la luna y las estrellas le rinden acatamiento, mi fantasía siente la urgencia de desplegar sus alas por el espacio infinito de la divinidad.
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz asistieron a espectáculo tan prodigioso como el del vidente del Apocalipsis. Hablaron de él con un regocijo que no les cabía en el cuerpo ni en el alma, compitiendo con el vidente del Apocalipsis.
Teresa se regala viendo “la gran magnificencia y misericordia” divina. Cadenciosas, sus palabras parecen una serenata. “Por ruines e imperfectas que fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los escondía”. El lector termina embelesado, casi entreviendo el paraíso.
A la vez los versos de Juan resultan arrobadores: “El aspirar del aire, / el canto de la dulce filomena, / el soto y su donaire / en la noche serena / con llama que consume y no da pena”.
Para el poeta místico, “así como el canto de filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera”, así el alma “siente nueva primavera en libertad y anchura y alegría de espíritu”.
Hablar de la Virgen del Carmen es referirse a la ternura de Dios, presente en cada corazón. La dulzura divina vuela por todas partes ansiosa de encontrar corazones donde aterrizar.
Escapulario, vestido del amor. Me amas: eres mi amante, soy tu amado. Te amo: soy tu amante, eres mi amada. Y amor correspondido es amistad. Amigos. Por toda la eternidad. Eso es la Virgen del Carmen". Hernando Uribe C., OCD
Flor del Carmelo.


Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.

Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.


Desde que en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.


Tan primeros para vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser “de la Madre de Dios”.
Título es este que Dios
les dio a su heredado anhelo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.


Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.


Del Carmelo descendieron

de Elías los seguidores
y en la Iglesia coadjutores
de los apóstoles fueron;
del evangelio esparcieron
la verdad por todo el suelo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.

A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.

Quien bien viviere y muriere
con tal señal, es notorio
que, por vos, del Purgatorio
saldrá presto, si allá fuere.
Por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.


Vuestro escapulario santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
del que reciba quebranto;
Puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.


Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.


Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.


Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.

lunes, 15 de julio de 2019

Santa Teresa de los Andes y la misericordia.


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"Juana Fernández Solar nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Desde su adolescencia, se sintió atraída irresistiblemente por Cristo. Joven piadosa, deportista, alegre, trató de ser un ángel de paz en medio de las dificultades familiares. El 7 de mayo de 1919, ingresó en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de “Los Andes” con el nombre de Teresa de Jesús. Murió el 12 de abril del año siguiente, después de hacer su profesión religiosa. Su vida y sus escritos Diario y Cartas y el santuario dedicado a ella en los Andes, son difusores de espiritualidad en Chile y toda Latinoamérica".
"Nuestra hermana Teresa de los Andes vivió muy poco, tan solo 19 años . Y estuvo muy condicionada también por su época, en la que todavía la relación con Dios se caracterizaba, en buena medida, por el temor. Pero en sus breves escritos y cartas se ve una gran evolución: cada vez más la misericordia de Dios va siendo la protagonista de su vida.
Cuando Juanita hace recopilación de su vida en su diario dedicado a una monja de su colegio, todo lo contempla bajo la mirada de un Dios misericordioso que se ha fijado en ella:
[Julio 13, 1915] Hoy cumplo quince años ¡Quince años! La edad en que todos quisieran estar: los niños por ser considerados como más grandes, y los ancianos y los que han pasado esta edad, que tienen veinticinco años, quisieran volver a esta edad por ser la más feliz.  Pero yo pienso: quince años, quince años que Dios me ha conservado la vida. Me la dio en 1900. Me prefirió entre millares de seres para crearme a mí.  En 1914, el año que pasó estuve enferma a la muerte, y me dio la vida otra vez. ¿Qué [he] hecho yo de mi parte, para este favor tan grande y para que Dios me haya dado la vida dos veces? ¡Quince años! ¿En qué me he ocupado en estos quince años? ¿Qué he hecho yo para agradar a ese Rey omnipotente, a ese Creador misericordioso que me creó? ¿Por qué me prefirió entre tantas criaturas? El porvenir no se me ha revelado; pero Jesús me ha descorrido la cortina y he divisado las hermosas playas del Carmelo.
Juanita teme ofender a Dios, pero es un temor movido por el amor:
¿Con qué te pagaré, Dios mío? Apártate, oh pecado, de mí. Te aborrezco con terrible odio. Quiero ser de Dios. Quiero morir antes que cometerte. Perdón, Dios mío, perdón, bondad y misericordia infinita. Antes prefiero morir que ofenderte, aún con la más ligera falta. Te amo y el pecado me aparta de Ti. Cuando un sacerdote le dice solemnemente que nunca ha cometido pecado mortal, ella se derrite en amor y agradecimiento a su Dios.
Cuando con 17 años habla de su vocación, se siente movida a cantar sus misericordias:
Examiné lo que me llevaba al Carmen y por lo principal es porque allá viviré ya como en el Cielo, pues ya no me separaré de Dios ni un instante. Le alabaré y cantaré sus misericordias constantemente, sin mezclarme para nada con el mundo. Por otra parte, los rigores de la penitencia me atraen, pues siento deseos de martirizar mi cuerpo, despedazarlo con los azotes, no dándole en nada gusto para reparar las veces que le di a él gusto y se lo negué a mi alma. Me gustan las Carmelitas porque son tan sencillas, tan alegres, y Jesús debió ser así. Pero vi también que la vida de la carmelita consiste en sufrir, en amar y rezar. Cuando los consuelos de la oración me sean negados, ¿qué será de mí? Temblé. Mas Jesús me dijo: “¿Crees que te abandonaré?”
El trato con el Jesús del Evangelio le lleva a comprender a dónde le lleva la misericordia, hasta en pequeños detalles, en anécdotas insignificantes:
Quiero dejar escrito un acontecimiento que me sucedió, que aunque pequeño, me sirvió para humillarme. Estábamos en instrucción cuando una abeja u otro bicho más grande se acercó a mí. Sin saber cómo, di un salto y arranqué para afuera de la sala; pero después me dio vergüenza de no haberme sabido vencer, pero en fin ofrecí la humillación a Dios y entré. Entonces la M. Izquierdo me miró tan fija y profundamente que hubiera querido que me tragara la tierra, como recordándome mi poca vigilancia sobre mis inclinaciones. Oh, cuán pequeña y miserable me vi. Estaba sola. Jesús me dejó y yo, sin Jesús, ¿qué soy sino miseria? Después le fui a pedir perdón a la Madre. Confieso que me costó; pero me dirigí a mi Madre, y Ella, como siempre, me ayudó. La M. Izquierdo me dijo “bueno” inmediatamente. Creo que hubiera preferido que me hubiera reprendido. Entonces me acordé de Jesús, de su misericordia cuando miró a Pedro y lo enterneció con su mirada. Doy gracias a Dios de este acontecimiento, pues no lo ofendí, mas sirvió para humillarme.
En contacto con el Carmelo, esta profundización en la Escritura, es todavía mayor. Comprende que sus miedos son fruto del “enemigo” que busca su desesperación:
La esperanza consiste en una plena desconfianza de nosotros mismos, confiando en la gracia de Jesús. Olvidar nuestros pecados cuando el enemigo se sirve de ellos para hacernos desconfiar de la misericordia de Dios-Amor: Tú que me creaste, sálvame. Ya que indigna soy de pronunciar tu dulcísimo nombre, pues ello me serviría de consuelo, me atrevo, anonadada, a implorar tu infinita misericordia. Sí, soy ingrata. Lo reconozco. Soy polvo sublevado. Soy nada criminal. Pero, ¿acaso no eres Tú el Buen Pastor? ¿No eres Tú el que saliste en busca de la samaritana para darle la vida eterna? ¿No eres Tú el que defendiste a la mujer adúltera y el que enjugaste las lágrimas de María la pecadora? Es verdad que ellas supieron corresponder a tus miradas de ternura. Ellas recogieron tus palabras de vida. Y yo ¡cuántas veces no he sido traspasada por tu amor, cuántas veces no he sentido palpitar tu Corazón dentro del mío, escuchando tu melodioso acento!, y sin embargo, aún no te amo.
Según va ahondando en esta misericordia infinita de Dios, tiene necesidad inmediata de proclamarla, de darla a conocer, y así hace con su familia y amistades. Poco antes de entrar en el Carmelo o en el breve tiempo de 11 meses que estuvo de Carmelita, quiere dar a conocer este amor infinito de Dios a todos. Así escribe a su hermana Rebeca:
¡Oh, si pudieras por un momento ver cómo me ama mi Jesús! Parece que no existiera otra criatura en el mundo a quien amar, pues su amor se me manifiesta hasta en los menores detalles. ¡Cómo quisiera que lo amaras! ¡Quién pudiera abrir los ojos de tu alma para que vieras su infinita belleza que arrebata, para que comprendieras su amor infinito que extasía! Todo un Dios mendigando el amor de criaturas miserables, de nadas criminales. Medita, hermanita, todos los días, ya sea en la Pasión, ya en el Smo. Sacramento, o en los inmensos beneficios con que Dios te ha favorecido. Pidámosle juntas que te dé su divino amor, y pueda ser que antes que la muerte nos dé la vida verdadera, podamos abrazarnos y cantar las misericordias divinas, unidas tras estas rejas queridas de mi Carmelo; y después morir e ir al cielo a entonar el cántico de las vírgenes, siguiendo al Cordero. ¡Qué dicha hermanita, cuando ya los velos de la fe hayan caído y contemplemos sin cesar la faz del Dios Amor! ¿Qué importa sufrir y morir a cada instante en la tierra, si amamos? Y efectivamente, su hermana entró Carmelita, y vivió feliz y santamente. Aunque eso fue tras la muerte de Juanita, convertida ya en Teresa de Jesús.
A una amiga, desde el Carmelo, le invita a tratar con confianza desenfadada a Jesús:
Desconfía de ti misma, pero no te quedes en tu nada; sube hasta el Corazón Divino, arrójate en El y su amor misericordioso te fortalecerá. Cuando caigas, dile sencillamente al Corazón de Jesús: “Señor, ¿no te [has] acordado que yo nada puedo por mí misma? Y no me has sostenido. Tú, Señor, tienes la culpa [de] que yo sea miserable, porque no me das tu socorro”. Así se le fuerza y a Él le encanta este trato de confianza y desconfianza.
Todos los años, en la víspera de su fiesta, los carmelitas rezamos el oficio de lecturas en honor a su memoria, y allí leemos este hermoso texto que es como su testamento de la misericordia divina:
Mas dime, ¿hay algo bueno, bello, verdadero que podamos concebir que en Jesús no esté, no ya en un grado superior, sino infinito? Sabiduría, para la cual no hay nada secreto; poder, para el cual nada existe imposible (la esfera en que obra es la nada); verdad, que excluye absolutamente lo que no es (Él dijo: “YO SOY EL QUE SOY”); justicia, que lo hace encarnarse para satisfacer el pecado, el desorden del hombre; providencia, que siempre vela y sostiene; misericordia, que jamás deja de perdonar; bondad, que olvida las ofensas de sus criaturas; amor, que reúne todas las ternuras de una madre, del hermano, del esposo, y que, haciéndolo salir del abismo de su grandeza, lo liga estrechamente a sus criaturas; belleza, que extasía… ¿Qué otra cosa imaginas allí en lo íntimo del alma que no esté realmente en grado infinito en este Hombre-Dios?¿Temes acercarte a Él? Míralo rodeado por los niños. Los acaricia, los estrecha contra su corazón. Míralo en medio de su rebaño fiel, cargando sobre sus hombros a la oveja infiel. Míralo sobre la tumba de Lázaro y oye lo que le dice a Magdalena: “Mucho se le ha perdonado porque ha amado mucho”. ¿Qué descubres en estos rasgos del Evangelio, sino un Corazón bueno, dulce, tierno, compasivo, un Corazón, en fin, de un Dios?". María del Puerto Alonso, ocd.