"En otra ocasión venían con orden de fusilarme en el acto. Los sacrificadores fueron por un guía, compañero falso, conducidos hasta la cueva donde estaba; entraron dentro. La Virgen Carmelitana, cuya fiesta era dicho día, se puso de por medio, me hizo invisible a sus ojos y no me vieron ni me hallaron". Francisco Palau.
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