"«Mira que vengo como un ladrón. Dichoso
el que esté en vela y conserve sus vestidos» dice el Señor (Ap 16,15)... Cuando
Cristo dice que su venida está próxima y sin embargo, vendrá súbitamente, de
manera inesperada, dice que para nosotros esta espera parecerá larga... ¿Cómo
es que el cristianismo falla continuamente, y sin embargo dura? Es un hecho que
Dios lo sabe y lo quiere así; no es una paradoja afirmar que el tiempo de la
Iglesia ha durado cerca de dos mil años, que puede durar todavía mucho tiempo,
y que, a pesar de todo, camina hacia su fin e incluso que puede acabar
cualquier día. Y el Señor quiere que permanezcamos con todo nuestro ser con la
mirada puesta en la inminencia de su retorno; se trata de vivir como si eso que
puede llegar no sabemos cuándo, debiera llegar en nuestros días.
Antes de la venida de Cristo, el tiempo se sucedía de otra manera: el
Salvador tenía que llegar y traernos el fin de ése; Cristo avanzaba hacia este
fin. Se sucedían las revelaciones...; el tiempo era medido según la palabra de
los profetas que se sucedían... El pueblo de la Alianza no debía esperarlo
inmediatamente, sino después de su estancia en Canaán y la cautividad de
Egipto, después del éxodo por el desierto, los jueces y los reyes, al final de
los plazos fijados para introducirle en este mundo. Se reconocían esos plazos
fijados, y las revelaciones sucesivas llenaban ese tiempo de espera.
Pero
una vez hubo venido Cristo, como Hijo en su propia casa, con su Evangelio
perfecto, ya nada queda para acabar si no es la reunión de sus Cristos. No se
puede revelar ninguna doctrina más perfecta. Ha aparecido la luz y la vida de
los hombres; Cristo ha muerto y resucitado. Ya no queda nada por hacer...;
estamos, pues, al final de los tiempos. Así, aunque un cierto intervalo de
tiempo debe haber entre la primera y la última venida de Cristo, desde ese
momento el tiempo ya no cuenta para nada... Ya no marcha hacia su fin, sino que
más bien caminan juntos sin cesar, siempre tan cerca de ella como si él
tendiera hacia ella... Cristo, pues, está siempre a nuestro alcance, tan cerca
de ella hoy como hace dieciocho siglos, y no más cerca que entonces, e incluso
no más cerca que cuando él vendrá".
Beato John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
PPS, t. 6, n°17 « Waiting for Christ
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