"Acuérdome que cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos (tenía catorce años). Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuíme a una imagen de Nuestra Señora y supliquéla fuese mi Madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a Ella; y, en fin, me ha tornado a sí" (Vida 1,7).
"Entendí
que tenía mucha obligación de servir a Ntra. Señora y a S. José; porque muchas
veces, yendo perdida del todo, por sus ruegos me tornaba Dios a dar salud"
(Relaciones 63,2). 4
"Parezcámonos,
hijas mías, en algo, a la gran humildad de la Virgen Santísima, cuyo hábito traemos,
que es confusión nombrarnos monjas suyas; que por mucho que nos parezca nos
humillamos, quedamos bien cortas para ser hijas de tal Madre y esposas de tal
Esposo" (Camino 13,3).
“Es muy buena
compañía el buen Jesús para no nos apartar de ella, y su Sacratísima Madre, y
gustar mucho de que nos dolamos de sus penas” (6 Moradas 7,13).
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