martes, 23 de abril de 2019

La cincuentena pascual.

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Durante los primeros siglos del cristianismo, al mismo tiempo que se fue configurando un tiempo de preparación para la Pascua (la Cuaresma), surgió una prolongación de la misma en un periodo de alegría, que duraba 50 días y fue llamado Pentecostés, ya testimoniado por algunos textos del s. II, que prohíben arrodillarse en esos días, así como por Tertuliano († c. 220) y Orígenes († 254). Veamos la historia y el contenido de este periodo de tiempo:


El término fue tomado de la Biblia griega (Tob 2,1; 2Mac 12,32), que lo usa para traducir la fiesta de la siega (Ex 23,16) o de las semanas (una semana de semanas más un día festivo 7×7+1=50, tal como la explica Lev 23,15-16). 

En Canaán, la fiesta de "los Ázimos" suponía el inicio de la cosecha de los cereales, que concluía en "Shavuot" (en griego "Pentecostés"). 

Los israelitas historizaron ambas fiestas, convirtiendo la del inicio de la siega en celebración de la salida de Egipto y la del final de la siega en celebración del don de la Ley, ocasión para ratificar anualmente la alianza del Sinaí. 

En origen, Pentecostés no era una fiesta de un día, sino el conjunto de cincuenta días de fiesta en honor de la resurrección, pero pronto adquirieron especial importancia la primera semana (con catequesis mistagógicas para los neófitos), el día final (que terminó convirtiéndose en día bautismal, precedido por un ayuno de preparación y prolongado con una octava) y el cuarantésimo día (fiesta de la Ascensión, que ya san Agustín testimonia como observada por todo el mundo cristiano). 

La primera lectura de los domingos de la cincuentena pascual está tomada de los Hechos de los apóstoles y presenta el nacimiento de la Iglesia y la vida de los primeros cristianos. Casi todos los evangelios dominicales están tomados del evangelio según san Juan. 

El séptimo domingo de Pascua se celebra la Ascensión y el octavo domingo se celebra Pentecostés, especialmente consagrado al don del Espíritu Santo, que Cristo sigue enviando desde el Padre. 

Después, como corolario, vienen las fiestas de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.


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