viernes, 31 de agosto de 2018

Las vírgenes prudentes y las necias, Mateo 25,1-13



Algunas personas se quedan sorprendidas porque las vírgenes sensatas no quisieron compartir, por lo que les parecen egoístas.

"No hay que hacer una interpretación literal del texto, ya que las parábolas sirven para hacernos reflexionar. La clave de interpretación está en las palabras finales: "Velad, estad preparados para acoger al esposo que viene, tened los ojos abiertos para descubrir su presencia"".

"En este sentido, el aceite no se puede pedir prestado, sino que es el fruto de una actitud del corazón. Si yo no la tengo, nadie me la puede dar. Pueden orar por mí, pueden ayudarme, pueden darme un consejo, pero si yo no me abro personalmente a la gracia de Dios, si yo no lo acojo, de nada me sirve lo que hagan los otros".

"Cada uno está llamado a tener su lámpara preparada y encendida, pero eso no se improvisa. Las muchachas necias, aparentemente no hicieron nada malo. Y, sin embargo, quedaron excluidas del banquete". 

jueves, 30 de agosto de 2018

30 de agosto, Santa Rosa de Lima


Resultado de imagen para santa rosa de lima


Santa Rosa de Lima nació en Perú en 1586 y murió en 1617. Es la primera santa americana canonizada. San Juan Diego es anterior (nació hacia 1474), pero fue canonizado más tarde. Su fiesta litúrgica se celebra hoy, aunque en Perú y en otros sitios la celebran el 30 de agosto.

En el siglo XVII fue declarada patrona de América y Filipinas. Sigue siendo considerada patrona de Perú y de muchas ciudades e instituciones (especialmente en América Latina).

Aunque se la representa vestida de monja dominica, nunca lo fue. Se consagró a Dios como terciaria de la Orden de santo Domingo y vivió siempre en la casa de sus padres, en una cabaña-ermita que se construyó en el huerto, excepto los últimos meses, que vivió con una familia que la acogió en su casa.

Fue un alma orante y contemplativa, que dedicó muchas horas a la oración silenciosa, especialmente ante el Santísimo Sacramento.

El tiempo que no dedicaba al trabajo (cultivaba la huerta y cosía) y a la oración, lo ocupaba en cuidar a los enfermos pobres, a los que no dudaba en llevar a su casa, donde los limpiaba, alimentaba y aliviaba sus dolores lo mejor que podía. 

Le gustaba repetir: "Cuando servimos a lo pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".

miércoles, 29 de agosto de 2018

29 de agosto, martirio de San Juan Bautista



"San Marcos nos narra con detalle la muerte del último gran profeta del Antiguo Testamento: Juan el Bautista. Juan muere, ciertamente, como un Profeta, es decir, como la persona que hace presente a Dios con su palabra y sus gestos, que ha comprometido su vida en esta misión y no le duelen prendas en denunciar las injusticias. Por el contrario, Herodes era un gobernante corrupto al servicio de los romanos y de sus propios intereses.
Sin embargo, Herodes, nos dice San Marcos, “temía” y “respetaba” al Profeta y, por tanto, a Dios y su Justicia, pero eso no le impidió asesinarle ante la presión de su esposa, hijastra y comensales, es decir, el “establishment” del mal, ante el que pronunció el “seudojuramento”, es decir puso su propio interés por encima del de Dios, que decía “respetar”.
En nuestro mundo abundan los “Herodes” y escasean los profetas. De hecho, la mayoría de estos últimos han sido asesinados o silenciados. Nos indignan hoy los casos de corrupción en el gobierno, las administraciones del estado, en la propia Iglesia, pero quizá tendríamos que mirarnos más las manos y el corazón para cerciorarnos de que no están manchados… Y es que es muy fácil dejarse llevar por nuestros seudojuramentos, es decir, por poner mi ego como garantía de fidelidad, a pesar de que reconocemos y respetamos a Cristo y el Evangelio.
El verdadero respeto a Dios implica la vida, toda la vida". 

.

martes, 28 de agosto de 2018

San Agustín de Hipona


Resultado de imagen para tarde te ame san agustin
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!

"Hoy se celebra la fiesta de san Agustín, el más genial de los Padres de la Iglesia y uno de los escritores más fecundos de toda la historia de la humanidad: inteligente, imaginativo, apasionado y elocuente.

Triunfó en Madaura y Cartago, en el norte de África, y también en Roma y Milán, donde dice de sí mismo que abrió "escuela de verbosidad y de vana elocuencia".


Las oraciones y lágrimas de su madre, santa Mónica, la predicación de san Ambrosio de Milán, el estudio de san Pablo y el ejemplo de los cristianos fervorosos le llevó a abrirse a Cristo. Se hizo bautizar con 33 años de edad.

En sus escritos nos ofrece un precioso testimonio de la dramática lucha que se da en su persona entre lo humano y lo divino, entre la libertad y la gracia, entre los deseos de la carne y el anhelo del espíritu.

Después de su conversión vende todo lo que tiene, reparte sus bienes entre los pobres y se retira a vivir como monje con otros amigos en su ciudad natal: Tagaste. 

Sus paisanos le obligan a ordenarse de presbítero y después le hacen obispo de Hipona. Oficio al que se entregó con toda el alma durante los últimos 35 años de su vida, predicando, escribiendo, convocando y presidiendo concilios, respondiendo a cartas que le llegaban de todo el mundo conocido planteándole todo tipo de problemas...

Comentó todos los libros de la Biblia, escribió sobre Dios y su Providencia, sobre la libertad y la gracia, sobre la fe y la justificación, sobre las leyes y el estado... con un lenguaje apasionado y conmovedor.

Benedicto XVI escribió de él: 

"Este gran santo y doctor de la Iglesia a menudo es conocido incluso por quienes ignoran el cristianismo o no tienen familiaridad con él, porque dejó una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo.

Por su singular relevancia, san Agustín ejerció una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura latina cristiana llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), lugar donde era obispo; y, por otra, que de esta ciudad del África romana, de la que san Agustín fue obispo desde el año 395 hasta su muerte, en el año 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.

Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger sus valores y de exaltar su riqueza intrínseca, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores, como subrayó también Pablo VI:  «Se puede afirmar que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan  toda  la  tradición doctrinal de los  siglos  posteriores»"". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

lunes, 27 de agosto de 2018

Homilía P. Pépe, 26-08-18. Jn 6, 61-70




https://youtu.be/6PsdzEvSrOU

Homilía P. Pépe, 25-08-18. Mt 23,1-12. Fiesta de Sta. María de Jesús Crucificado




27 de agosto, santa Mónica

Resultado de imagen para santa mónica

Nació en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387. A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables. 

domingo, 26 de agosto de 2018

Hirióme con una flecha...

La Transverberación de Santa Teresa. 26 de agosto


"Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento". (Vida 29, 13).

Con este texto anterior describe la Santa Madre un fenómeno místico cuya base es el amor entre Dios y la criatura humana. Siendo el amor de Dios inconmensurable, perfecto y puro, los efectos que causa en el alma son casi indescriptibles por el místico, que tiene que recurrir a imágenes para poder expresarlo. La santa lo vive como un dardo encendido.



sábado, 25 de agosto de 2018

25 de agosto, santaMaría de Jesús Crucificado (Mariam Baouardy)


Resultado de imagen para santa maría de jesús crucificado


María de Jesús Crucificado, o.c.d. (llamada de seglar Mariam Baouardy) fue una carmelita descalza palestina, cuya vida es un prodigio de Dios, en total sintonía con las antiguas historias bíblicas, pero absolutamente incomprensible para nuestras categorías occidentales contemporáneas.

Nació en 1846 y murió en 1878, a los 32 años de edad. Fue beatificada en 1983 y canonizada en 2015. Su idioma materno era el árabe y chapurreaba el francés, tratando de tú a todo el mundo: papa, cardenales, obispos, hermanas de comunidad… 

A pesar de que no tuvo estudios y casi no sabía leer ni escribir, dirigió cartas a diversas personalidades, compuso hermosas poesías, diseñó el Carmelo de Belén y dirigió las obras... Fue admirada por intelectuales de la talla de Francis Jammes, León Bloy, Jacques Maritain, Julien Green y otros. 

Su vida está llena de gracias extraordinarias: recibió ayuda de ángeles y ataques del demonio, sufría estigmas en las manos, en los pies, en el costado y en la frente, tenía el don de profecía, levitaciones, podía ver lo que estaba sucediendo en lugares lejanos… Muchas cosas nos parecerían leyendas medievales si no tuviéramos los testimonios escritos de sus contemporáneas.

En 1868 el obispo de Bayeux, monseñor Lacroix, dio orden a las carmelitas descalzas de Pau de que pusieran por escrito todos los fenómenos místicos que le sucedieran a la hermana y de que recogieran cada palabra que dijera en éxtasis, por lo que tenemos un abundantísimo material de primera mano, escrito a medida que sucedían los acontecimientos en Pau, en Mangalore y en Belén. 

Así escribió a la priora: “Los favores que recibe de Dios la joven árabe a la que habéis dado hospitalidad, me parecen admirables y dignos del mayor interés. Es de suma importancia que cuanto acontezca de maravilloso respecto al estado de la estigmatizada permanezca secreto y no salga del monasterio hasta que el Señor determine otra cosa”. Y añadía que recogieran todo por escrito “a fin de que se conserve y sirva de edificación para el presente y para el porvenir”.

Como aquellas ocasiones en que la vieron cantando en éxtasis las alabanzas del Señor en lo alto de un árbol, “sobre una rama que no aguantaría ni el peso de un pajarillo”. Pero bajaba inmediatamente cuando se lo ordenaba la priora y para explicar cómo había subido, solo sabía decir que “Jesús me atraía hacia sí”.

Ella se sabía pequeña, débil e ignorante, por lo que vivía estos acontecimientos con gran sencillez y humildad, escondiendo sus éxtasis y dedicándose a los trabajos más humildes (limpieza, huerto, cocina, cuidado de las enfermas…). 

Decía que los fenómenos sobrenaturales que tenía solo eran sueños y signos, se avergonzaba de ellos y pedía a los demás que no les dieran importancia. 

Afirmaba: “Dios nos libre de semejantes estados extraordinarios, la fe nos basta; en la fe no existe el orgullo. Valoro tanto la gracia de ser pobre e ignorante, porque esta me hace comprender la bondad y la misericordia de Dios, que, siendo grande, quiere ocuparse de mí. Me parece que si me encontrara en un estado extraordinario no quisiera permanecer ni tres meses en la misma ciudad, recorrería todo el mundo con tal de no ser conocida”. 

A un obispo que mostraba curiosidad por los fenómenos que ella vivía, le dice: “Monseñor, Jesús me encarga que te diga: no te quedes en lo extraordinario. Si vienen a decirte que la santa Virgen se aparece aquí o allá, o que en aquel lugar hay un alma extraordinaria, no vayas, no vale la pena. El Señor te dice: Arráigate en la fe, en la Iglesia, en el evangelio, pero si vas a consultar esto y lo otro, apoyándote en lo extraordinario, tu fe se debilitará. Yo te digo de parte del Señor: Si te atienes a la fe y al evangelio, Él estará siempre contigo y no te abandonará jamás”.

Aunque tenía muchas experiencias extraordinarias, sabía que no dependían de ella, por lo que no las daba importancia. Pero vivir con intensidad cada momento y encontrar a Dios en la vida ordinaria sí que depende de cada uno, por lo que es en eso en lo que insistía. 

Añadía: “La santidad no consiste solo en rezar, ni en tener visiones o revelaciones, ni en la ciencia del bien hablar, ni en llevar cilicios y hacer penitencias. La santidad consiste en crecer en la humildad”. De sí misma decía que era una “pequeña nada”. Su única grandeza consistía en que Dios pone su mirada en los pequeños y los trata con misericordia. Ella se sabía mirada por Dios y herida de su amor.

Saberse amada sin méritos de su parte la llevaba a amar a todos gratuitamente, especialmente a los más débiles, y a interceder por todos ante el trono del Altísimo con tonos bíblicos: “¡Basta, Dios mío, basta ya! ¡Enternece tu corazón, oh, Dios mío, y escucha los gemidos, mira la desolación! ¡Basta, detente, enternece tu corazón, ten piedad de nosotros! Pues que Tú eres bueno, trátanos con misericordia! ¡Ten piedad de los gritos de mis hermanos!” 

Sentía compasión de los hombres que sufren, pero también de los animales y de las plantas, de la creación entera. Así la describe una hermana de su monasterio cuando todavía estaba viva: “Nosotros no podemos hacernos idea de cuánto sufre a causa de ciertas impresiones sobrenaturales que la aferran y la inundan tanto a nivel de su cuerpo como de su alma, pero sobre todo a nivel de su alma, sumergiéndola en un mar de amargura. Ella sufre con el dolor de cada nación, de cada individuo, e incluso se deja conmover por el dolor de las bestias que sufren y que sufrirán. En un cierto sentido podríamos decir que ella se compadece de la tierra demasiado árida o demasiado bañada, de los árboles y de las plantas”.

Sí, se compadecía de la tierra y del mar, de las plantas y de los animales, porque contemplaba toda la creación como obra de Dios, que ama a todas sus criaturas y las mantiene en la existencia. Por eso decía: “Siento que todas las criaturas, los árboles y las flores están en Dios y también en mí, pues yo estoy en Dios y Él está en mí, y todo lo que hay en Él está también en mí... Para amar como Él ama, yo querría un corazón más grande que el universo”. P, Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

viernes, 24 de agosto de 2018

24 de agosto, día de san Bartolomé, hoy se cumple un año más de la fundación del convento de San José e inicio de la reforma del Carmelo por santa Teresa de Jesús



En este pasaje de "Camino de Perfeccion" se recoge el ideal de Teresa y su Reforma:

De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este 
monasterio

1. Al principio que se comenzó este monasterio a fundar (por las causas que en el libro tengo escrito están dichas, con algunas grandezas del Señor, en que dio a entender se había mucho de servir en esta casa), no era mi intención hubiera tanta aspereza en lo exterior ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada. En fin, como flaca y ruin; aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi regalo. 

2. En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Dime gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el ser servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos,  determiné a hacer eso poquito que era en mí,  que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza”. 

Que Teresa interceda por nosotros, para obtener la gracia de hacer ese poquito que hay en nosotros para ayudar al Señor, en lo que podamos, en estos tiempos recios, pues hace mucha falta!. 

jueves, 23 de agosto de 2018

La Noche oscura de san Juan de la Cruz


Imagen relacionada


"Cuando se habla de «noche oscura» se piensa espontáneamente en san Juan de la Cruz, ya que es su símbolo más logrado, en el que confluyen numerosas lecturas, la propia experiencia personal y la reflexión sobre las vivencias de otras personas que le abrieron su corazón buscando en él ayuda y consejo (sin duda, la más significativa es santa Teresa de Jesús).

Hoy poseemos valiosos estudios que analizan el símbolo de la nochedesde diversas perspectivas y que nos ayudan a comprender mejor su origen y las distintas implicaciones que tiene en la obra de san Juan de la Cruz, así como su influencia en la cultura posterior, hasta nuestros días.

El primer significado de la noche oscura es el camino espiritual que conduce al encuentro con Cristo, pero no podemos olvidar las experiencias de sufrimiento físico, psicológico o moral: la pobreza, el hambre, la soledad, el amor quebrantado, la depresión, el silencio de Dios… 

Es verdad que el símbolo de la noche (como cualquier otro) ofrece múltiples posibilidades de interpretación y que el mismo Juan de la Cruz no hace una lectura unívoca del mismo, sino que lo modela continuamente, iluminándolo en cada caso con nuevos matices. Pero queda claro que en los escritos sanjuanistas todas las interpretaciones de la noche se mueven en el ámbito de la fe y de la purificación, en el camino hacia la unión con Cristo y la participación en su vida.

En san Juan de la Cruz, la experiencia personal del sufrimiento y la íntima relación entre su doctrina y su vida dan credibilidad a su mensaje y lo hacen actual para un mundo que busca testigos antes que maestros". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Fiesta de María Reina
La imagen puede contener: 3 personas
Celebramos hoy a María, la madre de Jesucristo y madre nuestra, glorificada por el Padre como Reina junto a su Hijo. Aunque el título de Reina se atribuye a María desde antiguo -recuérdese la Salve Regina, el Regina Coeli o las letanías lauretanas- su fiesta fue instituida por Pío XII en 1954. Desde el año siguiente, la Iglesia la celebraba el 31 de mayo, como coronación del mes mariano, mientras la Familia franciscana, por especial concesión pontificia, la celebraba, con misa y oficio propios y bajo el título de «María Virgen, Reina de la Orden de los Menores», el 15 de diciembre, octava de la Inmaculada. En la última reforma litúrgica, la celebración se ha trasladado al 22 de agosto, octava de la Asunción, para subrayar el vínculo de la realeza de María con su participación especial en la obra de la redención y en el misterio de la Asunción. Dice el Concilio Vaticano II en su Constitución dogmática: "María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo".

martes, 21 de agosto de 2018

Vaticano sobre abusos en Pensilvania: Las víctimas deben saber que el Papa está de su parte.


Resultado de imagen para carta al pueblo de Dios

El papa Francisco ha publicado una carta al pueblo de Dios en la que nos invita a reflexionar sobre el sufrimiento de quienes han padecido abusos, y a sentirnos responsables los unos de los otros. Con vergüenza y arrepentimiento, el papa confiesa que no hemos hecho lo suficiente para proteger a los más débiles y nos invita a unir fuerzas para construir un mundo más justo.

"Carta al pueblo de Dios

«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Cor 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.

1. Si un miembro sufre

En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años. Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar. El cántico de María no se equivoca y sigue susurrándose a lo largo de la historia porque el Señor se acuerda de la promesa que hizo a nuestros padres: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53), y sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz.

Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).

2. Todos sufren con él

La magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. Si bien es importante y necesario en todo camino de conversión tomar conocimiento de lo sucedido, esto en sí mismo no basta. Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual, «porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11,14)”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165). La llamada de san Pablo a sufrir con el que sufre es el mejor antídoto contra cualquier intento de seguir reproduciendo entre nosotros las palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gén 4,9).

Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.

Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Así le gustaba decir a san Juan Pablo II: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 49). Aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia. Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor, que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso.

Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida. Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente». El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo.

Siempre es bueno recordar que el Señor, «en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Por tanto, la única manera que tenemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios. Esta conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro. Todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación. La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio. Porque «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11).

Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión.

Asimismo, la penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia.

De esta forma podremos transparentar la vocación a la que hemos sido llamados de ser «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1).

«Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunitaria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y reparación. María supo estar al pie de la cruz de su Hijo. No lo hizo de cualquier manera, sino que estuvo firmemente de pie y a su lado. Con esta postura manifiesta su modo de estar en la vida. Cuando experimentamos la desolación que nos produce estas llagas eclesiales, con María nos hará bien «instar más en la oración» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia. Ella, la primera discípula, nos enseña a todos los discípulos cómo hemos de detenernos ante el sufrimiento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad. Mirar a María es aprender a descubrir dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo.

Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía.

Vaticano, 20 de agosto de 2018".


https://www.youtube.com/watch?v=BKJi3wOZKGs

lunes, 20 de agosto de 2018

San Bernardo de Claraval

Resultado de imagen para san bernardo de claraval

Hoy celebramos la fiesta de san Bernardo de Claraval, monje del siglo XI que escribió una de las poesías más hermosas de toda la historia del cristianismo: el “Iubilus de nomine Iesu”:

   "Dulce es el recuerdo de Jesús,
   que trae la alegría verdadera al corazón; 
   pero su presencia es más dulce que la miel 
   y que todas las cosas. 

   No puede cantarse nada más suave 
   ni escucharse nada más agradable,
   no puede pensarse nada más delicioso 
   que Jesús, el Hijo de Dios. 

   ¡Oh, Jesús!, esperanza para los penitentes, 
   eres piadoso con los que te suplican
   y bueno con los que te buscan, 
   ¿Qué serás para los que te encuentran? 

   Ni la lengua puede decirlo 
   ni la pluma expresarlo;
   solo quien lo ha experimentado 
   sabe lo que es amar a Jesús.

   Jesús, tú que eres nuestra futura recompensa, 
   sé también nuestra alegría. 
   Que nuestra gloria sea estar contigo 
   por toda la eternidad. Amén".

La fe en san Juan de la Cruz


Resultado de imagen para san juan de la cruz

"San Juan de la Cruz habla de la fe usando el símbolo de la «noche oscura». Al explicarlo dice que el contenido de la fe (Dios) no es oscuro, pero su exceso de luz excede nuestras capacidades, por eso a nosotros nos parece que estamos en medio de la «noche». 

El Santo explica que así como podemos ver los objetos de nuestro entorno iluminados por la luz del sol, pero no podemos mirar directamente al astro rey porque su brillo nos deslumbra, así podemos comprender las obras de Dios (la creación y la historia de la salvación), pero Dios es más grande que todas sus obras y permanece siempre por encima de nuestras capacidades. Por eso debe ser siempre acogido en la fe.

Este es un tema que san Juan de la Cruz desarrolla en muchas ocasiones, porque «Todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil y desproporcionado a Dios» (2S 8,5), por lo que no podemos acceder a Él a partir de lo que pensamos o sentimos, sino solo por medio de la fe. 

Todas las criaturas solo pueden ofrecernos un conocimiento «vespertino» de Dios (envuelto en oscuridad, imperfecto). El único que puede ofrecer un conocimiento «matutino» (luminoso, esencial) es Jesucristo (cf. CB 36,6). Como la fe consiste en la acogida de su revelación, todo el camino espiritual se debe hacer en la noche (de la fe).

Pero la fe no solo oscurece nuestro entendimiento natural (lo introduce en la noche), sino que también lo purifica y lo lleva a la plenitud para la que Dios nos lo concedió. 

Para entender esto es bueno recordar que tradicionalmente se habla de tres capacidades del alma: la memoria, el entendimiento y la voluntad. San Juan de la Cruz analiza detenidamente las grandes posibilidades de cada una de ellas, pero también sus limitaciones y encuentra en las tres virtudes teologales la posibilidad de limpiarlas y desarrollarlas: la fe lo hace con el entendimiento, la esperanza con la memoria y la caridad con la voluntad.

El entendimiento (o intelecto) es nuestra capacidad de analizar e interpretar la realidad que nos llega a través de los sentidos, convirtiéndola en conceptos, en imágenes, en palabras. Nos permite comprender las cosas y los acontecimientos y transmitir a otros nuestros pensamientos. 

San Juan de la Cruz valora enormemente nuestra capacidad racional, hasta afirmar que «Un solo pensamiento del hombre vale más que el mundo entero» (D 34, cf. D 115). Por eso recomienda que nos guiemos por la razón y no por los impulsos a la hora de actuar: «Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar la virtud, no esperes al gusto, que te bastan la razón y el entendimiento» (D 36).

Pero también es consciente de sus límites, ya que «la luz del entendimiento solo se extiende de suyo a la ciencia natural, aunque tiene potencia para lo sobrenatural, para cuando nuestro Señor la quisiere poner en acto sobrenatural» (2S 3,1). 

Como el entendimiento solo adquiere sus datos a partir de los sentidos y Dios es mayor que todo lo que podemos ver, oír o gustar, no sirve para comprender a Dios. Por eso no podemos ir a Dios a partir de lo que nos ofrece el entendimiento, sino caminando en fe, que es la respuesta del hombre a Dios que se revela. 

Aunque la fe supera la razón, no es irracional. De hecho, la fe no elimina la razón, sino que la purifica y la lleva a plenitud, ensanchando unas capacidades que no podrían desarrollarse por sí mismas. 

Lo que hace la esperanza con la memoria se debe aplicar a cada una de las virtudes teologales respecto a las otras potencias del alma: «la saca de sus quicios y límites naturales, subiéndola sobre sí» (3S 2,3). 

La fe, purificando el entendimiento, nos permite abrirnos a la presencia de un Dios siempre mayor que todo lo que podemos pensar, liberándonos de nuestros pre-juicios y abriéndonos a su perenne novedad". P. Eduardo Sanz de Miguel, ocd.