jueves, 2 de agosto de 2018

NO A LA PENA DE MUERTE



"Teresa de Jesús, sobrecogida por los horrores que había escuchado sobre la conquista de América, se quejaba en una carta a su hermano Lorenzo de que «no entendemos la gran dignidad de nuestra alma», y ello nos lleva a ser «peores que bestias».
Los místicos carmelitas —tanto Teresa como Juan de la Cruz— se han referido siempre al ser humano con palabras de enorme valoración y respeto por su dignidad. Recordemos que la santa de Ávila, en su obra cumbre, comparaba el interior del ser humano con «un castillo todo de un diamante o muy claro cristal». Todo le parecía poco para encarecer ese carácter sagrado de la persona: «No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza» (1M1,1).
También Juan de la Cruz sostiene que la persona «en sí es una hermosísima y acabada imagen de Dios» (1 S 9,1). Ni siquiera el mal que pueda cometer, o la degradación en que pueda caer borran la perfección que Dios ha puesto en el alma: aun llena de pecados, «en cuanto al ser natural está tan perfecta como Dios la creó» (1S 9, 3).
Esa conciencia de la dignidad inalienable del ser humano ha ido creciendo dentro de la sociedad y de la misma Iglesia, y se ha visto que es incompatible con la pena de muerte. Por esa razón, en el contexto de los 25 años del Catecismo de la Iglesia Católica, el papa Francisco ha visto necesario reformular uno de sus números, el 2267, que hace referencia a la pena capital:
«La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que “la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo».
Recordamos que la redacción anterior, por el contrario, sí presentaba como legítima, en circunstancias extremas, la pena de muerte por parte del Estado: «La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas».
Nos alegramos de esta nueva redacción, que hoy ha sido publicada oficialmente en la página web del Vaticano:
  1. Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.
Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.
Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona»[1], y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo".



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