Conviénele, pues, al alma mucho
estar con grande paciencia y constancia
en todas las tribulaciones y trabajos
que la pusiere Dios
de fuera y de dentro,
espirituales y corporales,
mayores y menores,
tomándolo todo
como de su mano
para su bien y remedio,
y no huyendo de ellos,
pues son sanidad para ella.
Juan de la Cruz, Llama 2,30
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