miércoles, 8 de agosto de 2018

Santo Domingo de Guzmán



"El 6 de agosto de 1221, Santo Domingo moría exhausto en Bolonia junto a sus frailes, como él deseaba. Había dado hasta el último aliento de su vida por el Evangelio. Recorrió los caminos de Europa llevando, por todas partes, la Buena Nueva del Señor y extendiendo la obra que el Espíritu Santo le había inspirado: la Orden de Predicadores.
Santo Domingo de Guzmán nos ha dejado un legado extraordinario, del que somos depositarios para la Iglesia los dominicos y dominicas de hoy. Un legado que perdura ochocientos años después y que ha dejado una estela luminosa de amor y servicio al Evangelio, en sintonía con la misión de la Iglesia.
Domingo de Guzmán vivió consagrado con pasión a la Verdad, que es Jesucristo. Dócil al Espíritu Santo, supo mirar la realidad con ojos contemplativos, advirtiendo así las necesidades de la sociedad y de la Iglesia de su tiempo, para dar una respuesta acertada a las mismas. A la fragilidad, carencias, desorientación del ser humano de entonces, Domingo respondió acercando a todos a la “entrañable misericordia de nuestro Dios” con su palabra elocuente y con su vida intachable. Mucho podemos aprender de él hoy en esta “nueva etapa evangelizadora”. Instituyendo una familia de Predicadores, Domingo contribuyó a renovar y reactivar en la Iglesia la fuerza testimonial del Evangelio. Y enseñando que tal predicación, en cuanto testimonio vivo del Señor, debía ser cultivada en la oración, nutrida por el estudio y alentada por la experiencia del amor fraterno.
 “Todos cabían en la inmensidad de su corazón”… “A todos amaba, de todos era amado”… “Solo hablaba con Dios o de Dios…”  Estas frases sobre Santo Domingo, escritas por alguien que le conoció muy bien: el Beato Jordán de Sajonia, nos muestran la madurez de vida y la intensidad espiritual de su experiencia de Dios. Dicha experiencia se fortaleció también con su delicado amor filial a la Virgen María, Madre de los Predicadores.
Nos cabe acudir hoy, una vez más, a su amor paternal, solidario e intercesor, para recordarle lo que nos dijo en su lecho de muerte: “No lloréis, os seré más útil desde el Cielo…” ¡Cumple, Padre Domingo, lo que prometiste, socórrenos con tus plegarias!"
Fray Juan Carlos González del Cerro O.P.

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